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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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ello cuando, por un caso muy desgraciado, de repente nos quedamos aferrados a un acto<br />

solo entre los muchos que cometimos; nos damos muy bien cuenta, quiero decir, de que<br />

no estamos completamente en aquel acto y que sería una injusticia atroz juzgarnos<br />

solamente por aquel, mantenernos aferrados y suspendidos a él, a la argolla de los<br />

condenados, por la existencia entera, como si esta estuviera sumada toda en aquel único<br />

acto.<br />

Ahora tú estás cometiendo precisamente esta injusticia, contra la señorita Anita,<br />

amigo mío.<br />

<strong>La</strong> has sorprendido en una realidad diferente de la que tú le otorgabas, y quieres creer<br />

ahora que su realidad verdadera no es la hermosa que le otorgabas antes, sino esta fea en<br />

la cual la has sorprendido con el caballero Ballesi, mientras volvía de la roca con Nicolino<br />

Respi.<br />

¡No por nada, amigo mío, tú no has hablado de la nariz respingona de la señorita<br />

Anita!<br />

Aquella naricita no te pertenecía. Aquella naricita no era de tu Anita. Eran tuyos los<br />

ojos nocturnos, el corazón apasionado, la inteligencia refinada de ella. No aquella naricita<br />

audaz con las alas más bien carnosas.<br />

Aquella naricita todavía ardía recordando el mordisco de Nicolino Respi. Aquella<br />

naricita quería vengarse de la odiosa imposición del viejo caballero Ballesi. Tú no le has<br />

permitido realizar contigo su venganza: por eso la ha cumplido con Nicolino.<br />

Quién sabe cómo lloran ahora aquellos ojos nocturnos, y cómo sangra aquel corazón<br />

apasionado, y cómo se revuelve aquella inteligencia refinada: quiero decir, todo lo que te<br />

pertenece de ella.<br />

Ah, créeme, Marino, fue mucho más dulce para ella la ida a la roca contigo que la<br />

vuelta con Nicolino Respi.<br />

Es necesario que te persuadas de ello y que te dispongas a imitar al caballero, quien,<br />

ya verás, perdonará a la señorita Anita y se casará con ella.<br />

Pero no pretendas que ella sea una y toda para ti. Será una y toda para ti muy<br />

sinceramente, y otra para el caballero Ballesi, con no menos sinceridad. Porque no hay<br />

una sola señorita o señora Anita, amigo mío.<br />

No será bonito, pero es así.<br />

Y procura que Nicolino Respi, mostrando sus dientes, no vaya a visitar a aquella<br />

naricita respingona.<br />

12 «Que la vergüenza caiga sobre quien piense mal de ello», lema de la antigua<br />

Orden de la Jarretera.<br />

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