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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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—¡No, perdone! —retomó acalorado Colli—. ¡Usted ha dibujado la Vida con<br />

camisa… o sea, con una túnica, digamos! ¡Pero no, <strong>desnuda</strong>, <strong>desnuda</strong>, <strong>desnuda</strong>! ¡<strong>La</strong> Vida<br />

tiene que estar <strong>desnuda</strong>, <strong>desnuda</strong>, señorita mía!<br />

—Perdone —dijo, con los ojos bajos, la señorita Consalvi—, le ruego que mire más<br />

atentamente.<br />

—Sí, veo —replicó con mayor vivacidad Colli—. Usted ha querido representarse<br />

aquí, hacer un retrato suyo; pero dejemos el hecho de que usted es mucho más bella, ¡aquí<br />

estamos en el campo… en el camposanto del arte, con perdón! Y representa que esa es la<br />

Vida, que se casa con la Muerte. Ahora bien, si el esqueleto ha sido drapeado, la Vida<br />

tiene que estar <strong>desnuda</strong>, hay poco más que decir; ¡completamente <strong>desnuda</strong> y bellísima,<br />

señorita, para compensar con el contraste la presencia macabra del esqueleto envuelto!<br />

Desnuda, Pogliani, ¿no te parece? Desnuda, ¿no es verdad, señora? ¡Desnuda, señorita<br />

mía! ¡Completamente <strong>desnuda</strong>, de la cabeza a los pies! Créame, de otra manera resultaría<br />

una escena de hospital: aquel con la sábana, esta con el albornoz… ¡Tenemos que hacer<br />

escultura y no hay nada que aducir en contra!<br />

—No, no, perdone —dijo la señorita Consalvi, levantándose con la madre—. Usted<br />

quizás tiene razón en lo que respecta al arte; no lo niego, pero yo quiero decir algo, que<br />

solamente así podría expresar. Si hago como usted quiere, tendría que renunciar a ello.<br />

—Y perdone, ¿por qué? ¡Porque usted ve aquí a su bella persona y no al símbolo, ahí<br />

está! Decir que sea bello, perdone, no se podría decir…<br />

Y la señorita:<br />

—No es nada bello, lo sé; pero justamente como usted dice, no he querido representar<br />

al símbolo, sino a mi persona, mi caso, mi intención, y no podría si no fuera así. También<br />

pienso en el lugar donde el monumento tendrá que estar… En fin, no podría transigir en<br />

ese particular.<br />

Colli abrió los brazos y se encogió de hombros.<br />

—¡Opiniones!<br />

—O más bien —corrigió la señorita con una sonrisa dulce, tristísima—: ¡un<br />

sentimiento que hay que respetar!<br />

Acordaron que los dos amigos se entenderían en todo lo demás con el caballero<br />

Seralli y, poco después, la señora Consalvi y la hija de luto se despidieron.<br />

Ciro Colli dio dos pasitos, tralaralero tralaralá, giró sobre un talón y se frotó las<br />

manos.<br />

Casi una semana después, Costantino Pogliani fue a casa de Consalvi para invitar a la<br />

señorita a unas sesiones para el esbozo de la cabeza.<br />

Había sabido por el caballero Seralli, amigo muy íntimo de la señora Consalvi, que<br />

Sorini, que había sobrevivido tres días al desgraciado accidente, le había dejado a la novia<br />

toda la conspicua fortuna heredada del padre y que, por eso, se tenía que hacer aquel<br />

monumento sin reparar en gastos.<br />

El caballero Seralli se había declarado épuisé por los cuidados, los pensamientos, las<br />

molestias que le habían diluviado encima por aquella desgracia; molestias, cuidados,<br />

pensamientos, agravados por el carácter un poco… emporté, voilà, de la señorita<br />

Consalvi, quien, sí, pobrecita, merecía realmente compasión; pero parecía, por Dios, que<br />

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