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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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—¡Mi vestido! ¡Dame mi vestido! ¡Vuelvo a la tienda!<br />

Nenè se acercó para obligarla a volver a la cama; su madre se echó hacia adelante,<br />

desde el sillón, asustada; pero Adelaide insistía, intentando liberarse de su hermana.<br />

—¡El vestido! ¡El vestido!<br />

—¿Estás loca? ¿Quieres morir?<br />

—Sí, morir. ¡Déjame!<br />

—¡Adelaide! ¿Hablas en serio?<br />

—¡Déjame, te digo!<br />

—¡Pues bien, ve! —dijo entonces Nenè, soltándola—. ¡Te quiero ver!<br />

Adelaide, sola, se sintió desfallecer; se aferró a la cama, se sentó en una silla, en<br />

camisón; se escondió el rostro con las manos y prorrumpió en llanto.<br />

—¡No me vengas con cuentos! —le dijo entonces Nenè—. ¡No cojas frío y no<br />

bromeemos!<br />

<strong>La</strong> ayudó a tumbarse de nuevo.<br />

—Salgo yo, más tarde —dijo, poniéndose ante el espejo de la cómoda, y arreglándose<br />

el pelo después de tantos días con tales gestos que su madre se quedó mirándola desde el<br />

sillón durante un largo rato, aterrada.<br />

Nenè no dijo nada más.<br />

Antes de salir, con el sombrero puesto, permaneció durante mucho tiempo cerca de la<br />

ventana, mirando afuera a través de los cristales mojados por la lluvia.<br />

En el alféizar de aquella ventana, en una esquina, había una pequeña jaula<br />

herrumbrosa, empapada ahora por la lluvia que caía desde hacía tantos días.<br />

Una pajarita, que se había caído de su nido en los primeros días de la primavera<br />

pasada, se había quedado dos meses en aquella jaula.<br />

Nenè la había cuidado mucho, luego, cuando la había creído capaz de volar, le había<br />

abierto la puerta de la jaula:<br />

—¡Disfruta!<br />

Pero la pajarita —¡quién sabe por qué!— no había querido emprender el vuelo. <strong>La</strong><br />

puerta había permanecido abierta durante dos días. Acurrucada en la varilla, sorda a las<br />

invitaciones de los pájaros que la llamaban desde los tejados cercanos, había preferido<br />

morir allí en la jaula, comida por un ejército de hormigas que había subido por la pared de<br />

una ventana con barrotes de la planta de abajo, donde quizás había una despensa. Aquella<br />

pajarita había sido asesinada por las hormigas en una noche, por no querer volar, la tonta.<br />

Porque no había querido ceder, tal vez, a la invitación de un viejo pájaro pelado, que<br />

también había estado en una jaula durante tres meses, una vez, por ofensas a las buenas<br />

costumbres.<br />

Pues bien, no. No. Ella no se dejaría comer por las hormigas.<br />

—Nenè —su madre la llamó de vuelta a la realidad.<br />

Pero Nenè salió deprisa, sin despedirse de nadie. Envió dinero, a diario. No volvieron<br />

a verla.<br />

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