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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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EL VESTIDO LARGO<br />

Era el primer viaje largo de Didì. De Palermo a Zùnica. Casi ocho horas en tren.<br />

Zùnica era para Didì un pueblo de sueños, lejano más en el tiempo que en el espacio.<br />

De hecho, cuando era niña, su padre solía traerle de Zùnica unas frutas frescas, deliciosas<br />

y fragantes, que después no había conseguido reconocer, ni por el color ni por el sabor ni<br />

por la fragancia, en muchas otras que su padre le había traído siempre de allí: moras en<br />

rústicos cuencos de terracota, tapados con pámpanos de vid; peras, con su rabillo, verdes<br />

y sanguíneas; ciruelas irisadas y pistachos y limones.<br />

Aún ahora, la palabra Zùnica evocaba en Didì un profundo bosque de olivos<br />

sarracenos y superficies enormes de verdes viñedos y jardines rojos con setos de salvias,<br />

zumbantes abejas y viveros musgosos, y bosques de cítricos embalsamados de azahares y<br />

jazmines. Pero desde hacía mucho sabía que Zùnica era un pueblito pobre y árido del<br />

interior de Sicilia, circundado por las lí<strong>vida</strong>s tobas quemadas de las azufreras y por<br />

ásperas rocas yesosas que brillaban por las llamas del sol, y que aquellas frutas, ya no las<br />

de su infancia, llegaban de un feudo, Ciumìa, a varios kilómetros del pueblo.<br />

Esas noticias las había recibido de su padre: ella no había ido nunca de vacaciones<br />

más allá de Bagheria, cerca de Palermo. Bagheria: blanca en el verde, bajo el turquesa<br />

ardiente del cielo. El año pasado había ido incluso más cerca, a los bosques de naranjos<br />

de Santa Flavia, aún con los cortos vestidos de la infancia.<br />

Ahora, para el largo viaje hasta Zùnica llevaba, también por primera vez, un vestido<br />

largo.<br />

Y le parecía que ya era otra. Una verdadera pequeña dama. Llevaba en los ojos la<br />

imagen del largo vestido que arrastraba por el suelo; levantaba las cejas de vez en cuando<br />

como para levantar su borde, y mantenía la audaz nariz y la barbilla con su hoyuelo muy<br />

erguidas, con la boca cerrada. Una boca de señora con un vestido largo; una boca que<br />

escondía los dientes, como el vestido largo escondía los piececitos.<br />

Cocò, su hermano mayor, estaba sentado frente a ella, aquel bribón que, con la cabeza<br />

abandonada en el respaldo rojo del compartimiento de primera clase, mantenía la mirada<br />

baja y el cigarro pegado al labio superior, mientras suspiraba de vez en cuando, cansado:<br />

—Didì, me haces reír.<br />

Si Cocò no se hubiera afeitado los bigotes como quería la moda, Didì se los<br />

arrancaría, saltándole encima como una gatita.<br />

—Querido mío, eres un cretino.<br />

Reírse de su vestido largo y también, si queremos, de los aires que se daba después<br />

del serio discurso que le había dirigido la noche anterior a propósito de este misterioso<br />

viaje a Zùnica…<br />

¿Este viaje era o no era una especie de expedición, una empresa, algo como la<br />

escalada de un castillo bien protegido en la cima de una montaña? ¿Sus vestidos largos<br />

eran o no eran como máquinas de guerra para aquella escalada? ¿Y entonces, qué razones<br />

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