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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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ojos de llanto, pero instintivamente, como las lágrimas se le habían helado en el rostro<br />

hinchado, se las secó con dos dedos y a la primera pregunta, lanzada con estupor, por don<br />

Giulio: «¿Tú, aquí?», contestó balbuceando y abriendo los labios en una sonrisa triste:<br />

—¿Eh?… ya, sí, esperaba…<br />

Del Carpine miró al perro, con el ceño fruncido.<br />

—¿Y Liri?<br />

Lulù Sacchi bajó los ojos para mirarlo, como si no lo hubiera visto antes, y dijo:<br />

—Ya, no sé… Está aquí…<br />

Frente a aquella idiotez, don Giulio tuvo como un acceso de rabia; bajó a la acera de<br />

la calle y miró hacia arriba, al número del portón.<br />

—¿En suma, es aquí? ¿Dónde es?<br />

—¿Qué dices? —le preguntó Lulù Sacchi, con la pobre sonrisa aún en los labios,<br />

pero como si no le quedara ni una gota de sangre en las venas.<br />

Del Carpine lo miró con ojos vítreos.<br />

—¿A quién esperabas aquí?<br />

—A un… a un amigo mío —balbuceó Lulù—. Ha subido.<br />

—¿Con Livia? —preguntó Del Carpine.<br />

—¡No! ¿Qué dices? —dijo Lulù Sacchi, desorientado aún más.<br />

—Pero si Liri está aquí…<br />

—Ya, está aquí, pero te juro que yo me lo he encontrado en la calle —dijo Lulù<br />

Sacchi, sinceramente, sonrojándose de pronto.<br />

—¿Aquí? ¿En la calle? —repitió Del Carpine, agachándose hacia el perro—.<br />

¿Entonces tú conoces la calle, Liri? ¿Cómo es eso? ¿Cómo es eso?<br />

El pobre animalito, oyendo la voz de su dueño, insólitamente suave, experimentó una<br />

alegría súbita; se lanzó a sus piernas, moviéndose; empezó a agitar sus patitas, se estiró,<br />

aullando; luego rodó por el suelo y como si hubiera enloquecido, se puso a girar, a girar<br />

con fervor por el atrio, luego a saltar encima de su dueño, de Lulù, aullando fuerte ahora,<br />

como si, en aquel delirio de afecto, en aquella explosión de fidelidad, quisiera unir a los<br />

dos hombres, entre los cuales no sabía cómo repartir su alegría y su devoción.<br />

<strong>La</strong> fidelidad de este perro (de una mujer infiel) hacia aquellos dos hombres<br />

engañados era realmente un espectáculo muy conmovedor. El uno y el otro, ahora, para<br />

escapar de la penosa incomodidad en la cual se encontraban —así, uno frente al otro—, se<br />

complacían mucho de la alegría frenética del perro y empezaron a incitarlo con la voz,<br />

con chasquidos de los dedos: «¡Aquí, Liri!», «¡Pobre Liri!», riendo compulsivamente.<br />

Pero de pronto Liri se paró, como por un olor imprevisto: fue al umbral del portón, se<br />

echó allí, suspendido, inquieto, mirando a la calle, con las dos orejas extendidas y la<br />

cabeza inclinada a un lado, entonces corrió precipitadamente.<br />

Don Giulio asomó la cabeza para mirar y vio a su mujer que doblaba la esquina,<br />

seguida por el perrito. Pero sintió que Lulù Sacchi lo aferraba por un brazo, pálido,<br />

trastornado, acalorado y que le decía:<br />

—¡Espera! Déjame ver con quién…<br />

—¿Cómo? —dijo don Giulio, quedándose pasmado.<br />

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