20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

haría algún experimento en casa de sus clientes.<br />

Habló de ello con los Piccirilli, pero estos se rebelaron, asustados. Él entonces se<br />

inquietó y les dio a entender que aquel experimento era necesario para la causa, es más,<br />

¡imprescindible! Desde las primeras sesiones la señorita Piccirilli, Titina, se reveló una<br />

médium prodigiosa. Zummo, convulso, con el pelo erizado en la frente, aterrado y beato,<br />

pudo asistir a todas, o casi, las manifestaciones más asombrosas registradas y descritas en<br />

los libros que había leído con tanta pasión. <strong>La</strong> causa se derrumbaba, es cierto: pero él,<br />

fuera de sí, les gritaba a sus clientes, cada vez que terminaba una sesión:<br />

—¿Qué les importa, señores míos? Paguen, paguen… ¡Miserias! ¡Tonterías! ¡Aquí,<br />

por Dios, tenemos la revelación del alma inmortal!<br />

¿Podían aquellos pobres Piccirilli compartir ese generoso entusiasmo de su abogado?<br />

Lo tomaron por loco. Como buenos creyentes, nunca habían tenido la más mínima duda<br />

sobre la inmortalidad de sus afligidas y mezquinas almitas. Aquellos experimentos, a los<br />

cuales se prestaban como víctimas, por obediencia, les parecían unas prácticas infernales.<br />

Y Zummo intentaba alentarlos en vano. Huyendo de la casa de Granella creían haberse<br />

librado de la tremenda persecución y ahora, en la casa nueva, por obra del señor abogado,<br />

¡de nuevo estaban en comercios con los demonios, con los terrores de antes! Con voz<br />

llorona suplicaban al abogado para que no filtrara nada de aquellas sesiones, ¡que no los<br />

traicionara, por caridad!<br />

—¡Está bien, está bien! —les decía Zummo, tratándolos con desdén—. ¿Por quién<br />

me han tomado? ¿Por un niño? ¡Quédense tranquilos, señores míos! Yo aquí experimento<br />

por mi cuenta y riesgo. ¡El hombre de ley, luego, sabrá cumplir con su deber en el<br />

tribunal, qué diablos! ¡Defenderemos que se ocultó el problema de la casa, no lo duden!<br />

V<br />

El problema que se ocultó de la casa lo defendió, en verdad, pero sin ningún poder de<br />

convicción, convencido como estaba de la condición de médium de la señorita Piccirilli.<br />

En cambio desconcertó a los jueces, a los colegas, al público que ocupaba el aula del<br />

tribunal con una inesperada, extravagante y ferviente profesión de fe. Habló de Allan<br />

Kardec como de un nuevo mesías; definió el espiritismo como la nueva religión de la<br />

humanidad; dijo que la ciencia, con sus sólidos pero fríos mecanismos, con su formalismo<br />

demasiado riguroso, había derrotado a la naturaleza; que el árbol de la <strong>vida</strong>, criado<br />

artificialmente por la ciencia, había perdido el verde, se había secado o daba frutos que se<br />

marchitaban o sabían a ceniza y a oscuridad, porque ningún calor de fe los hacía madurar.<br />

Pero ahora el misterio empezaba a abrir sus puertas tenebrosas: ¡abriría las puertas de par<br />

en par mañana! Mientras tanto, de este primer resquicio, a la humanidad consternada, en<br />

ansia angustiosa, le llegaban sombras aún inciertas y pavorosas, que revelaban<br />

parcialmente el mundo de allá: luces extrañas, señales extrañas…<br />

Y aquí el abogado Zummo, con muy dramática elocuencia, empezó a hablar de las<br />

más maravillosas manifestaciones espiritistas, probadas, controladas, aceptadas por los<br />

más grandes lumbreras de la ciencia: físicos, químicos, fisiólogos, antropólogos,<br />

psiquiatras; subyugando y a menudo incluso aterrando al público, que escuchaba con la<br />

211

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!