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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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jóvenes de hoy que razonan demasiado y sienten poco, que dejan que la llama de la <strong>vida</strong><br />

se apague, porque tienen miedo a quemarse (el caballero hablaba bien, poéticamente a<br />

veces), y que era necesario un poco de coraje, por Dios: adelante, contra las dificultades<br />

de la existencia.<br />

<strong>La</strong>s señoritas Gandini y Montà tenían además una dote discreta; eran amigas<br />

inseparables desde hacía muchos años y por eso no cortarían ni aflojarían el lazo que los<br />

tenía unidos a ellos también; y entonces… Y entonces, juiciosamente como siempre, los<br />

dos amigos decidieron alquilar dos apartamentos cercanos, para continuar viviendo<br />

juntos, unidos y separados a un tiempo.<br />

<strong>La</strong>s nupcias fueron fijadas para el mismo día. Pero una contrariedad más bien grave<br />

amenazó con romper, en el mejor momento, la suerte idéntica de los dos amigos. <strong>La</strong> novia<br />

de Guido Pagliocco, Gemma Gandini, no podía aportar como dote más de doce mil liras,<br />

mientras Giulia Montà contaba con veinte mil.<br />

Guido Pagliocco se plantó, firme.<br />

No tanto, eh, por el daño material que aquellas ocho mil liras menos le harían a su<br />

contrato matrimonial, sino por las consecuencias morales que aquella disparidad podría<br />

provocar, poniendo a su mujer en una condición inferior a la de Giulia Montà.<br />

Si eran pares en todo, también las dotes tenían que ser pares.<br />

<strong>La</strong> viuda Gandini, madre de la novia, consiguió, por fortuna, con algún sacrificio,<br />

poner a su hija en perfecta igualdad con Montà, y así los dos matrimonios se celebraron el<br />

mismo día y las parejas salieron para el mismo viaje de bodas, en Nápoles.<br />

Entre las dos novias no había razón alguna de envidia. Si Guido Pagliocco era más<br />

guapo que Barbi, este era más inteligente que Pagliocco. Por otro lado, además, aquellos<br />

dos hombres estaban tan unidos idealmente que casi formaban un solo hombre, para<br />

amarlo juntas, sin envidia alguna ni de una parte ni de la otra, por lo que necesariamente<br />

le tocaba a cada una, cerrando por la noche las puertas de los dos apartamentos gemelos.<br />

Pero que Giulia Montà, mujer de Bartolo Barbi, tuviera secretamente, en el fondo del<br />

alma, un ápice de envidia no confesada ni a sí misma, por lo que del hombre ideal Barbi-<br />

Pagliocco le tocaba a Gemma Gandini, se vio claramente cuando llegaron a Roma los dos<br />

hermanos de los novios, Attilio Pagliocco y Federico Barbi, para iniciar sus estudios<br />

universitarios.<br />

<strong>La</strong>s dos amigas, que hubieran sentido horror si, aunque fugazmente, en el espejo<br />

interior de sus conciencias se asomara, con el rostro asustado del ladrón, el deseo de una<br />

traición recíproca, sintieron enseguida y vieron crecer dentro de sí y estallar una simpatía<br />

vivísima cada una por el cuñado de la otra y no tardaron en declarársela abiertamente, con<br />

gran alivio del alma, como si cada una hubiera adquirido de repente algo que sentía que le<br />

faltaba.<br />

Los dos jóvenes, de hecho, se parecían mucho a sus hermanos.<br />

Attilio Pagliocco era quizás un poco más obtuso de mente que el hermano mayor y tal<br />

vez menos bello, pero más vigoroso e impulsivo. Federico Barbi era más proporcionado y<br />

más garboso que Bartolo, con los ojos menos lánguidos y los labios menos áridos;<br />

además era más inteligente que su hermano, incluso escribía poemas.<br />

Giulia Barbi-Montà consideró un valor lo que de animal tenía el joven Pagliocco<br />

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