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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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O DE UNO O DE NADIE<br />

I<br />

¿Quién había sido? Uno de los dos, seguramente. O tal vez un tercero,<br />

desconocido. No: en conciencia, ninguno de los dos amigos tenía motivo alguno para<br />

sospechar del otro. Melina era buena, modesta; y además estaba tan disgustada por su<br />

antigua <strong>vida</strong>; en Roma no conocía a nadie; vivía retirada y, si no precisamente contenta,<br />

se mostraba muy agradecida por el estatus que le habían permitido obtener al traerla, dos<br />

años atrás, desde Padua, donde la habían conocido cuando eran estudiantes universitarios.<br />

Después de haber ganado, ambos, un concurso al Ministerio de Defensa y de haber<br />

unido sus <strong>vida</strong>s completamente, Tito Morena y Carlino Sanni habían considerado<br />

prudente y juicioso, dos años atrás, es decir, tras los primeros aumentos de sueldo, cubrir<br />

también la necesidad indispensable de tener una mujer, que cuidara de ellos y los salvara<br />

del riesgo de contraer una unión triste, no menos molesta que un matrimonio (por el<br />

momento y quizás para siempre impedido por las angosturas financieras y por las<br />

dificultades de la <strong>vida</strong>), si cada uno seguía buscando, por su cuenta, la estabilidad<br />

amorosa.<br />

Y habían pensado en Melina, tierna y dulce amiga de los estudiantes paduanos, a<br />

quien solían ir a visitar a la Via del Santo durante las noches de invierno y de primavera.<br />

Melina sería la más adecuada para ellos: traería de Padua todos los alegres recuerdos de la<br />

primera, despreocupada juventud. Le habían escrito una carta con la propuesta; ella la<br />

había aceptado; y entonces (juiciosamente, como siempre) habían dispuesto que no<br />

viviera con ellos. Le habían alquilado dos modestas habitaciones en un barrio lejano, a<br />

trasmano, e iban allí a verla, ora uno ora el otro, tal como habían acordado, sin envidia y<br />

sin celos.<br />

Para satisfacción de ambos, todo había ido bien durante dos años.<br />

De carácter muy dócil, de pocas palabras y discreta, Melina se había mostrado amiga<br />

de los dos, sin sombra de preferencia por el uno o por el otro. Eran dos buenos jóvenes,<br />

bien educados y cordiales. Cierto que uno, Tito Morena, era más guapo; pero Carlino<br />

Sanni (que no era feo, aunque su cabeza tuviera una forma curiosa) era mucho más vivaz<br />

y gracioso que el otro.<br />

El anuncio inesperado de aquel caso imprevisto provocó en los dos amigos una<br />

consternación profunda.<br />

¡Un hijo!<br />

Seguramente había sido uno de ellos dos; pero quién: ni Melina, ni ellos podían<br />

saberlo. Era una desgracia para los tres; y ninguno de los dos amigos se arriesgó a<br />

preguntarle, al principio, a la mujer: «¿Quién crees que habrá sido?», por miedo a que el<br />

otro pudiera sospechar que pretendía esquivar la responsabilidad, y verterla encima de<br />

uno solo. Melina tampoco intentó inducir al uno o al otro a creer que fuera el padre.<br />

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