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Richir, Marc: «Comentario al origen de la geometría»<br />

más que remarcable, la obra de arte está señalada en su idealidad por una irreductible<br />

singularidad, que es, al mismo tiempo, la de su fenomenalidad y la del artista (la de su<br />

“genio”); por su parte, la idealidad geométrica (o científica) “diluye”, bien al contrario,<br />

cualquier atisbo de singularidad: no sólo las condiciones concretas de su formación –<br />

caso del utensilio –, sino aun las condiciones trascendentales operadas en su<br />

fenomenalización – integradas en la obra de arte – se ven aquí “diluidas”. Mientras que<br />

el teorema de Pitágoras es idénticamente el mismo para todos los geómetras, es la<br />

montaña Santa Victoria, antes bien, diferente para cada pintor, hecho por el cual<br />

adquiere un carácter único en cada una de sus apariciones.<br />

Lo propio de las idealidades geométricas se manifiesta, por tanto, en que<br />

parecen instituirse diluyendo toda huella relativa a su origen, algo merced a lo cual se<br />

explica la dificultad de toda pesquisa relacionada con su origen. Esta dificultad es tanto<br />

más acuciante por cuanto que, como el propio Husserl precisa, “la lengua misma… esta<br />

edificada de parte a parte… a partir de objetividades ideales” (K, 368; OG, 180); todo<br />

signo lingüístico, así por ejemplo “la palabra Löwe [león] sólo se da una sola vez en la<br />

lengua alemana, constituyendo lo idéntico de las innúmeras expresiones por las cuales<br />

no importa quién se refiere a ella.” (Ibid) Así pues, también la lengua, en tanto que<br />

entidad articulada y simbólicamente instituida, se ofrece a la reflexión exenta de origen,<br />

diluyendo de suyo toda huella respecto de su origen, aspecto este que constituye el<br />

paradigma de toda institución simbólica. Es fácil constatar que la lengua, considerada<br />

como objeto de estudio de la lingüística, carece a tal punto de toda huella de<br />

espacialización/temporalización en lenguaje, que la multiplicidad de las palabras se<br />

antoja, a la vista de la unidad de la lengua y de sus usos, poco menos que indefinida.<br />

Con todo, es menester precisar que la cuestión aquí tratada no es otra que la de la<br />

institución simbólica del lenguaje en una teoría (gramática, lógica e lingüística), por<br />

ende, de una cierta idealización del lenguaje, en virtud de la cual éste se transmuta en<br />

lengua provista de sus propias reglas; éstas son, por su parte, a diferenciar estrictamente<br />

de la multiplicidad indefinida de las palabras, de las<br />

temporalizaciones/espacializaciones concretas en lenguaje, que se efectúan y seguirán<br />

pudiendo efectuarse, y esto a pesar – o al redopelo – de su institución simbólica 5 .<br />

5 Cf. nuestra obra Phénomenologie et institution symbolique, tercera parte, § 1.<br />

30 <strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año VI, 34 (septiembre 2010). http://www.revistadefilosofia.com

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