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Richir, Marc: «Comentario al origen de la geometría»<br />

historicidad. Aquí radica el profundo calado de la paradoja con la que Husserl nos<br />

confronta. En este sentido – y sólo en él – contrae el presente viviente su condición de<br />

registro en el cual acontece el “tradicionalizar”: se halla en continuidad presuntiva con<br />

la multiplicidad a priori indefinida e indeterminada de los presentes vivientes de fases<br />

fenomenológicas de lenguaje. Presuntiva esta continuidad lo es habida cuenta de que<br />

jamás en la masa fenomenológica de los fenómenos ha tenido lugar ruptura ni<br />

discontinuidad alguna. Con todo, este tener lugar no es otro que el de la institución<br />

simbólica, cuya continuidad temporal hace concebible la continua uniformidad del<br />

tiempo histórico al tiempo que constituye su determinación estructural.<br />

Retomemos este movimiento en vistas a precisar sus contornos. El presente<br />

viviente de la reactivación comporta en sí el horizonte de su Historia en la medida en la<br />

que se inscribe en el campo simbólico – como fase de lenguaje articulado en los<br />

términos del lenguaje simbólicamente instituido (sea este por ventura el lenguaje<br />

común, el de la geometría o el de cualquier otra ciencia). A partir del estado<br />

“sincrónico” de este lenguaje se opera la reactivación de una huella sedimentada en otro<br />

“estado” sincrónico, diacrónicamente distinto del primero. De esto modo, la institución<br />

simbólica, por obra y gracia del estado sincrónico, se reforma a sí misma<br />

reinterpretando su pasado en vistas a inscribirlo en continuidad con su presente; el<br />

motor de este proceso es la reactivación en tanto que “momento” dotado de una<br />

dimensión fenomenológica – toda ciencia se instituye de forma permanente instituyendo<br />

su Historia, algo que, en entero rigor, solo le es dispensada merced a la apertura<br />

fenomenológica, que no es susceptible ni de ser determinada ni determinante. Esta rehomogenización<br />

constante de la institución simbólica constituye la determinación<br />

estructural del tiempo histórico como continuidad de una tradición única – desde un<br />

punto de vista fenomenológico no hay continuidad uni-forme y homogénea, sino<br />

multiplicidad a priori indefinida de fases de presencia de conciencia y de lenguaje. La<br />

continuidad unitaria del tiempo histórico emerge, así las cosas, como continuidad<br />

retrospectiva, como, en otras palabras, la continuidad de la diacronía visualizada desde<br />

el punto de vista de la sincronía. La continuidad, a guisa de reflejo de su dimensión<br />

fenomenológica en ella, presupone en la sincronía la totalidad abstracta (idealizada) de<br />

las fases de presencia de conciencia en tal o cual “momento” de la diacronía.<br />

Repitámoslo una vez más: si no mediase esta dimensión fenomenológica, el “gran<br />

84 <strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año VI, 34 (septiembre 2010). http://www.revistadefilosofia.com

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