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Richir, Marc: «Comentario al origen de la geometría»<br />

esto se desprende la distinción entre “comprensión pasiva de la expresión” y “la lectura<br />

evidente que reactiva el sentido” (K, 372; OG,187). Detengámonos un instante en la<br />

consideración de estas distinciones.<br />

Todo pende aquí de la evocación de la significación, que es una “pasividad” del<br />

mismo orden que la evocación del recuerdo, alojado en la pasividad de las retenciones.<br />

Husserl, sin embargo, añade algo de suma importancia: de forma aneja a lo que<br />

acontece con la evocación de la significación, el recuerdo es evocado aquí de forma<br />

asociativa. Así las cosas, la escritura se nos ofrece como una suerte de memoria<br />

“pasiva”, si bien esto no ha de interpretarse como si, análogamente, toda memoria<br />

“pasiva” hubiere de ser una escritura: no hay que dejarse engañar por esta similitud,<br />

sino que, bien al contrario, será preciso inquirir qué es lo que la motiva. Sea esto como<br />

fuere, la evidencia de lenguaje, el sentido de la expresión en la<br />

temporalización/espacialización de la presencia de lenguaje, no puede resurgir sin el<br />

concurso de una “reactivación”, es decir, sin que medie la actividad evocadora del<br />

proyecto y de su realización exitosa: la articulación del recuerdo del proyecto y de su<br />

efectuación, la cual “retro-convierte” la formación recibida de forma pasiva y es, a<br />

demás, coextensiva de una conciencia, de un tiempo-espacio de lenguaje en cuyo seno<br />

la formación espiritual se hace presente a guisa de “Nachgestalt”. Así, la formación de<br />

sentido – por ejemplo la geométrica – adquiere un nuevo modo de ser: el de su<br />

“sedimentación,” siempre expuesta a la posibilidad – que no a la necesidad – de su<br />

reactivación en la evidencia. Con todo, cabe la posibilidad de que la lectura se produzca<br />

de manera puramente receptiva, pasiva, sin actividad propia por parte del lector, quien,<br />

en cuyo caso, asumiría el contenido del texto pasivamente, ateniéndose al juego<br />

espontáneo de las simples asociaciones, sin hacerse cargo del mismo, sin comprender,<br />

por lo tanto, el sentido en la reactivación de la evidencia – algo que, mal que bien, todos<br />

conocemos.<br />

Este texto, cuyo objeto es, en apariencia, una suerte de trivial “fenomenología” de<br />

la lectura, suscita, en realidad, una cuestión crucial, como es la de la articulación entre<br />

memoria “pasiva” (asociativa) y evocación de significaciones en la lectura. Se trata de<br />

algo mucho menos evidente de lo que en principio quisiera aventurarse. Nos vemos, así<br />

las cosas, constreñidos a plantearnos la pregunta de cómo, en qué manera es posible<br />

46 <strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año VI, 34 (septiembre 2010). http://www.revistadefilosofia.com

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