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Richir, Marc: «Comentario al origen de la geometría»<br />

que toman parte en una fase de presencia de la conciencia sujeta a encadenamiento<br />

esquemático con otras fases de presencia. Vertido en otros términos: las<br />

temporalizaciones/espacializaciones se hallan inmersas en la masa o material<br />

fenomenológico, que es inasequible a la institución. La institución precisa, como ya nos<br />

percatáramos con anterioridad, de la institución simbólica del lenguaje (y del mundo de<br />

lenguaje) articulado: único régimen capaz de conferir a la fase de presencia la<br />

posibilidad de la repetibilidad. De este modo, el ritmo del tiempo-espacio relativo a la<br />

fase de leguaje se ve perfilado (découpé) por los tiempos y ángulos muertos del<br />

lenguaje simbólicamente instituido; así y todo, la huellas del ritmo originario no dejan<br />

de ser verificables en virtud de la “convención originaria”; ésta configura una suerte de<br />

síntoma, donde se vindica la arbitrariedad de sus determinaciones y perfilamientos (a la<br />

base de toda institución simbólica). El encontronazo simbólico – originario, toda vez<br />

que la invención geométrica ha tenido lugar siempre ya en el mundo de la cultura<br />

(mundo, por demás, de lenguaje) – se advierte ya en el estadio de la institución<br />

simbólica de las palabras y secuencias de actos.<br />

La “univocidad” de la evidencia (de lenguaje), aun cuando nada la garantice, es,<br />

en un cierto sentido, profundamente fenomenológica. Esta “evidencia” es singular,<br />

flotante, inestable, indeterminada, indesignable, indefinidamente determinable; se halla,<br />

además, desposeída de univocidad lógica, pues no se trata sino de la “univocidad” de un<br />

estilo, de un ritmo de temporalización espacialización que, aunque reconocible, carece<br />

de concepto (retomaremos esta cuestión con ocasión del estudio del “momento” mismo<br />

del origen, que Husserl consigue tocar). Ninguna conciencia, ningún tiempo-espacio de<br />

conciencia – situado en tal o cual sujeto simbólicamente instituido –, se halla en la<br />

disposición de averiguar si, por caso, tal o cual evidencia suya tiene lugar, bajo la<br />

misma forma, en otro sujeto, en otro tiempo-espacio de conciencia situado en otro<br />

sujeto simbólicamente instituido; sin embargo, es preciso señalar que, al cabo, tampoco<br />

se puede estar cierto en relación a lo contrario, ya que, tanto menos que su contraparte,<br />

podemos aseverar la inexistencia de tal o cual evidencia. Todo bien considerado, es<br />

necesario concluir que no hay “comunicación inmediata” de la evidencia<br />

fenomenológica, vale decir, “comunión” de las conciencias, lo que no significa, a pesar<br />

de todo, que estemos abocados al solipsismo; tanto menos por cuanto que la ipse, la<br />

identidad de tal o cual conciencia, es tributaria de una institución simbólica, merced a la<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año VI, 34 (septiembre 2010). http://www.revistadefilosofia.com 73

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