30.03.2024 Aufrufe

Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

Sie wollen auch ein ePaper? Erhöhen Sie die Reichweite Ihrer Titel.

YUMPU macht aus Druck-PDFs automatisch weboptimierte ePaper, die Google liebt.

Madame Bovary

movió lentamente sus largos pliegues oblicuos, que

de un solo salto, se extendieron todos y quedó recta,

más inmóvil que una pared de yeso.

León echó a correr.

Percibió de lejos, en la carretera, el cabriolé de

su patrón y, al lado, a un hombre con delantal que

sostenía el caballo. Homais y el señor Guillaumin

charlaban entre sí.

—Abráceme —dijo el boticario con lágrimas

en los ojos—. Tome su abrigo, mi buen amigo; tenga

cuidado con el frío. ¡Cuídese, mire por su salud!

—¡Vamos, León, al coche! —dijo el notario.

Homais se inclinó sobre el guardabarros y

con una voz entrecortada por los sollozos, dejó caer

estas dos palabras tristes:

—¡Buen viaje!

—Buenas tardes, respondió el señor Guillaumin.

¡Afloje las riendas! Arrancaron y Homais se volvió.

Madame Bovary había abierto la ventana que

daba al jardín, y miraba las nubes.

Se amontonaban al poniente del lado de

Rouen, y rodaban rápidas sus volutas negras, de las

que se destacaban por detrás las grandes líneas del

sol como las flechas de oro de un trofeo suspendido,

mientras que el resto del cielo vacío tenía la blancura

de una porcelana. Pero una ráfaga de viento

hizo doblegarse a los álamos, y de pronto empezó a

llover; las gotas crepitaban sobre las hojas verdes.

Después, reapareció el sol, cantaron las gallinas, los

gorriones batían sus alas en los matorrales húmedos

y los charcos de agua sobre la arena arrastraban

en su curso las flores rosas de una acacia.

—¡Ah!, ¡qué lejos debe estar ya! —pensó ella.

El señor Homais, como de costumbre, vino a

las seis y media, durante la cena.

216

Hurra! Ihre Datei wurde hochgeladen und ist bereit für die Veröffentlichung.

Erfolgreich gespeichert!

Leider ist etwas schief gelaufen!