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Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

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Madame Bovary

lico, no es cierto?

Binet explicó que necesitaba un cáustico para

preparar él mismo un agua de cobre con que desoxidar

diversos utensilios de caza. Emma se estremeció.

El farmacéutico empezó a decir.

—En efecto, el tiempo no está propicio a causa

de la humedad.

—Sin embargo —replicó el recaudador con

aire malicioso—, hay quien no se asusta.

Emma estaba sofocada.

—Deme también.

«¿No se marchará de una vez?, pensaba ella.»

—Media onza de colofonia y de trementina o

cuatro onzas de cera amarilla, y tres medias onzas

de negro animal, por favor, para limpiar los cueros

charolados de mi equipo.

El boticario empezaba a cortar cera, cuando

la señora Homais apareció con Irma en brazos,

Napoleón a su lado y Atalía detrás. Fue a sentarse

en el banco de terciopelo, al lado de la ventana, y

el chico se acurrucó sobre un taburete, mientras

que su hermana mayor rondaba la caja de azufaifas

cerca de su papaíto. Éste llenaba embudos y tapaba

frascos, pegaba etiquetas, hacía paquetes. Todos

callaban a su alrededor; y se oía solamente de vez

en cuando sonar los pesos en las balanzas, con algunas

palabras en voz baja del farmacéutico dando

consejos a su discípulo.

—¿Cómo está su pequeña? —preguntó de

pronto la señora Homais.

—¡Silencio! —exclamó su marido, que estaba

anotando unas cifras en el cuaderno borrador.

—¿Por qué no la ha traído? —replicó a media voz.

—¡Chut!, ¡chut! —dijo Emma señalando con

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