30.03.2024 Aufrufe

Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

Sie wollen auch ein ePaper? Erhöhen Sie die Reichweite Ihrer Titel.

YUMPU macht aus Druck-PDFs automatisch weboptimierte ePaper, die Google liebt.

Capítulo VIII

—¡Las copas! —sopló Homais.

—Al menos si estuviéramos en la ciudad tendríamos

la solución de las manos de cerdo rellenas.

—¡Cállate!... ¡A la mesa, doctor!

Le pareció bien, después de los primeros bocados,

dar algunos detalles sobre la catástrofe:

—Al principio se presentó una sequedad en la

faringe, después dolores insoportables en el epigastrio,

grandes evacuaciones.

—¿Y cómo se ha envenenado?

—No lo sé, doctor, y ni siquiera sé muy bien

dónde ha podido procurarse ese ácido arsenioso.

Justino, que llegaba entonces con una pila de

platos, empezó a temblar.

—¿Qué tienes? —dijo el farmacéutico.

El joven ante esta pregunta dejó caer todo por

el suelo con un gran estrépito.

—¡Imbécil! —exclamó Homais—, ¡zopenco!,

¡pedazo de burro!

Pero de repente, recobrándose:

—He querido, doctor, intentar un análisis,

y en primer lugar he metido delicadamente en su

tubo...

—Mejor habría sido —dijo el cirujano— meterle

los dedos en la garganta.

Su colega se callaba, pues hacía un momento

había recibido confidencialmente una fuerte reprimenda

a propósito de su vomitivo, de suerte que este

bueno de Canivet, tan arrogante y locuaz cuando lo

del pie zopo, estaba ahora muy modesto; sonreía continuamente,

con gesto de aprobación. Homais se esponjaba

en su orgullo de anfitrión, y el recuerdo de la

aflicción de Bovary contribuía vagamente a su placer

por una compensación egoísta que se hacía a sí mismo.

Además, la presencia del doctor le entusiasmaba.

529

Hurra! Ihre Datei wurde hochgeladen und ist bereit für die Veröffentlichung.

Erfolgreich gespeichert!

Leider ist etwas schief gelaufen!