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Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

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Capítulo V

—Francamente —añadió él—, está bien pagada.

Emma cobró la mitad del dinero inmediatamente,

y cuando fue a liquidar su cuenta, el comerciante

le dijo:

—Me apena, palabra de honor, verla deshacerse

de golpe y porrazo de una cantidad tan importante

como ésta.

Entonces ella miró los billetes de banco, y

pensando en el número ilimitado de citas que representaban

aquellos dos mil francos:

—¡Cómo!, ¡cómo! —balbució.

—¡Oh! —replicó Lheureux, en tono bonachón—,

en las facturas se puede meter lo que se

quiera. ¿Acaso no sé yo lo que es gobernar una casa?

Y la miraba fijamente mientras sostenía en la

mano dos largos papeles que hacía resbalar entre

sus uñas. Por fin, abriendo su cartera, extendió sobre

la mesa cuatro letras de cambio de mil francos

cada una.

—Firme esto — le dijo—, y quédese con todo.

Ella protestó escandalizada.

—Pero si yo le doy el sobrante —dijo descaradamente

el señor Lheureux —, ¿no le hago un favor?

Y tomando una pluma, escribió al pie de la

cuenta: «Recibido de Madame Bovary cuatro mil

francos.»

—¿Qué le preocupa si va a cobrar dentro de

seis meses el resto de la venta de su barraca, y yo

le aplazo el vencimiento de la última letra para después

del pago?

Emma se embrollaba un poco en sus cálculos,

le tintineaban los oídos como si alrededor de ella

sonaran sobre el suelo monedas de oro que caían

de sacos rotos. Finalmente, Lheureux le explicó que

un amigo suyo, Vinçart, banquero en Rouen, iba a

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