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Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

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Capítulo VIII

mismo...

—¡Déjeme ya tranquilo! —contestó el recaudador`,

¡si no pasa nada!

—Tranquilícense —dijo el boticario, cuando

volvió junto a sus amigos.— El señor Binet me ha

asegurado que se habían tomado las medidas. No

caerá ninguna pavesa. Las bombas están llenas.

Vámonos a dormir.

—En verdad, me hace falta —dijo la señora

Homais, que bostezaba notablemente—; pero no importa,

hemos tenido un buen día para nuestra fiesta.

Rodolfo repitió en voz baja y con mirada tierna:

—¡Oh, sí, muy bueno!

Y después de despedirse, se dieron la espalda.

Dos días después, en Le Fanal de Rouen salió

un gran artículo sobre los comicios.

Homais lo había compuesto, inspirado, al día

siguiente:

«¿Por qué esos arcos, esas flores, esas guirnaldas?

Adónde corría aquel gentío, como las olas

de un mar embravecido, bajo los torrentes de un sol

tropical que extendía su calor sobre nuestros barbechos.»

Después hablaba de la condición de los campesinos.

Ciertamente, el gobierno hacía mucho, pero

no bastante. «¡Ánimo!, le decía; son indispensables

mil reformas, llevémoslas a cabo.» Después, hablando

de la llegada del consejero, no olvidaba «el aire

marcial de nuestra milicia», ni «nuestras más vivarachas

aldeanas», ni «los ancianos calvos, especie

de patriarcas que estaba n allí, y algunos de los

cuales, restos de nuestras inmortales fuerzas, sentían

todavía latir sus corazones al varonil redoble

del tambor». Él se nombraba de los primeros entre

los miembros del jurado, a incluso recordaba en una

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