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Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

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Capítulo II

comprado hace un rato a una mendiga.

Carlos cogió las violetas, y refrescando en

ellas sus ojos completamente enrojecidos de tanto

llorar las olía delicadamente. Ella se las quitó bruscamente

de la mano y fue a ponerlas en un vaso de

agua.

A1 día siguiente la señora Bovary madre, ella

y su hijo lloraron mucho.

Emma, con el pretexto de que tenía que dar

órdenes, desapareció.

Pasado ese día, tuvieron que tratar juntos de

los problemas del luto. Se fueron a sentar, con los

cestillos de la labor, a orilla del agua, bajo el cenador.

Carlos pensaba en su padre, y se extrañaba

de sentir tanto afecto por este hombre a quien hasta

entonces había creído no querer sino medianamente.

La viuda pensaba en su marido. Los peores

días de antaño le parecían ahora envidiables.

Todo se borraba bajo la instintiva añoranza de una

tan larga convivencia; y de vez en cuando, mientras

empujaba la aguja, una gruesa lágrima se deslizaba

por su nariz y se mantenía suspendida un momento.

Emma pensaba que hacía apenas cuarenta

y ocho horas estaban juntos, lejos del mundo, completamente

ebrios, no teniendo bastantes ojos para

contemplarse. Trataba de volver a captar los más

imperceptibles detalles de aquella jornada desaparecida.

Pero la presencia de la suegra y del marido

la molestaba. Habría querido no oír nada, no ver

nada, a fin de no perturbar la intimidad de su amor

que se iba perdiendo, por más que ella hiciera, bajo

las sensaciones exteriores.

Estaba descosiendo el forro de un vestido, cuyos

retales se esparcían a su alrededor; la señora

Bovary madre, sin levantar los ojos, hacía crujir sus

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