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Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

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Madame Bovary

en el tercer estante? ¡habla, contesta, di algo!

—Yo no... sé —balbució el chico.

—¡Ah!, ¡no sabes! ¡Pues bien, yo sí que lo sé!

Has visto una botella de cristal azul, lacrada, con

cera amarilla, que contiene un polvo blanco, sobre

el cual yo había escrito ¡PELIGROSO! ¿y sabes lo

que había dentro?, ¡arsénico!, ¡y tú vas a tocar esto!,

¡a tomar un barreño que estaba al lado!

—¡Al lado! —exclamó la señora Homais juntando

las manos—. ¡Arsénico! ¡Podías envenenarnos

a todos!

Y los niños comenzaron a gritar, como si hubiesen

ya sentido en sus entrañas atroces dolores.

—¡O bien envenenar a un enfermo! —continuó el

boticario—. ¿Querías que yo fuese al banquillo de

los criminales a la Audiencia? ¿Verme conducido

al patíbulo? Ignoras el cuidado que pongo en las

manipulaciones, a pesar de que tengo una habilidad

extraordinaria. Frecuentemente me asusto a mí

mismo cuando pienso en mi responsabilidad, pues el

gobierno nos persigue, y la absurda legislación que

nos rige es como una verdadera espada de Damocles

que cuelga sobre nuestra cabeza.

Emma no pensaba ya en preguntar para qué

la llamaban, y el farmacéutico proseguía en frases

entrecortadas:

—¡Mira cómo agradeces las bondades que se

tienen contigo! ¡Mira cómo me pagas los cuidados

totalmente paternales que te prodigo! Porque sin mí,

¿dónde estarías?, ¿qué harías? ¿Quién te da de comer,

educación, vestido y todos los medios para que

un día puedas figurar con honor en las filas de la

sociedad? Pero para esto hay que remar duro, y hacer

lo que se dice callos en las manos. Trabajando

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