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Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

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Capítulo VI

Se detuvo como temiendo hacer alguna tontería.

—Y no digo nada de los pagarés firmados por

el señor, uno de setecientos francos y otro de trescientos.

En cuanto a sus pequeños anticipos, a los

intereses, es para no acabar, uno se pierde, ¡ya no

quiero saber nada!

Emma lloraba, incluso le llamó «su buen señor

Lheureux». Pero él se escudaba siempre en aquel

bribón de Vinçart. Por otra parte, él no tenía un

céntimo, nadie le pagaba ahora, lo explotaban, un

pobre tendero como él no podía hacer anticipos.

Emma se callaba, y el señor Lheureux, que mordisqueaba

las barbas de una pluma, se sintió, sin

duda, preocupado por aquel silencio, pues dijo:

—Si al menos uno de estos días tuviera algunos

ingresos... yo podría...

—Además —dijo ella—, en cuanto cobre lo de

Barueville...

—¿Cómo?...

Y al enterarse de que Langlois no había pagado

todavía, pareció muy sorprendido.

Después, con una voz melosa:

—Y usted y yo podemos convenir, ¿dice usted?

—¡Oh, lo que usted quiera!

—Entonces él cerró los ojos para reflexionar,

escribió algunas cifras, y declarando que se perjudicaría

mucho, que el asunto era escabroso, y que

se «sacrificaba», dictó cuatro pagarés de doscientos

cincuenta francos cada uno, espaciados los unos de

los otros en un mes de vencimiento.

—¡Ojalá Vinçart se digne escucharme! De todos

modos, esto está decidido, yo no pierdo el tiempo,

soy claro como el agua.

Después le enseñó con indiferencia varias

mercancías nuevas, ninguna de las cuales, según

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