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Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

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Madame Bovary

su parecer, era digna de Madame.

—¡Cuando pienso que tengo aquí un vestido a

siete sueldos el metro, y buen tinte garantizado! ¡Sin

embargo, hay quien se traga el anzuelo!, a la gente

no se le cuenta la verdad, puede usted creerme —

queriendo por esta confesión de pillería para con los

otros convencerla por completo de su probidad.

Después la llamó otra vez para enseñarle tres

varas de guipur que había encontrado recientemente.

—¡Es bonito! —decía Lheureux—; se lleva mucho

ahora para cabeceras de sillones, es la moda.

Y más pronto que un escamoteador envolvió

la tela de guipur en un papel azul y la puso en manos

de Emma.

—Al menos, que yo sepa...

—¡Ah!, después —replicó él, dándole la espalda.

Aquella misma noche Emma instó a Bovary

para que escribiera a su madre a fin de que le enviase

enseguida todo lo que le quedaba de su herencia.

La suegra contestó que ya no tenía nada; la liquidación

se había cerrado, y les quedaba, además de

Barneville, seiscientas libras de renta, que ella les

mandaría puntualmente.

Entonces Madame extendió facturas a dos o

tres clientes, y pronto utilizó ampliamente este procedimiento,

que le daba buen resultado. Tenía siempre

cuidado de añadir una postdata:

«No diga nada a mi marido, ya sabe que es

orgulloso... Dispénseme... Su servidora...»

Hubo algunas reclamaciones; pero ella las interceptó.

Para sacar dinero, empezó a vender sus guantes

y sus sombreros viejos, la vieja chatarra; y regateaba

con sagacidad, pues su sangre campesina la empujaba

a la ganancia.

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