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Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

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Capítulo XII

fusta.

—Pero bueno, le diré al señor que me la devuelva.

—¡No!, ¡no! —dijo ella.

—¡Ah!, te he cogido! —pensó Lheureux.

Y, seguro de su descubrimiento, salió repitiendo

a media voz, y con su pequeño silbido habitual:

—¡Está bien!, ¡ya veremos!, ¡ya veremos!

Emma estaba pensando cómo salir del apuro,

cuando la cocinera que entraba dejó sobre la

chimenea un rollito de papel azul, de parte del señor

Derozerays. Emma saltó encima, lo abrió. Había

quince napoleones. Era el importe de la cuenta.

Oyó a Carlos por la escalera; echó el oro en el fondo

de su cajón y cogió la llave.

Tres días después, Lheureux se presentó de

nuevo.

—Voy a proponerle un arreglo —dijo él—; si

en vez de la cantidad convenida, usted quisiera tomar...

—¡Aquí la tiene! —dijo ella poniéndole en la

mano catorce napoleones.

El tendero quedó estupefacto. Entonces, para

disimular su desencanto, se extendió en excusas y

en ofrecimientos de servicios que Emma rechazó totalmente;

después ella se quedó unos minutos palpando

en el bolsillo de su delantal las dos monedas

de cien sueldos que le había devuelto. Prometía economizar,

para devolver después...

«¡Ah, bah! —pensó ella—, ya no se acordará más de

esto.»

Además de la fusta con empuñadura roja, Rodolfo

había recibido un sello con esta divisa: Amor

nel cor además, un echarpe para hacerse una bufanda

y, finalmente, una petaca muy parecida a la

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