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Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

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Capítulo VIII

Agronómica de Rouen, lo que me ha valido el honor

de ser recibido entre sus miembros, sección de agricultura,

clase de pomología; pues bien, si mi trabajo

hubiese sido publicado...

Pero el boticario se paró, tan preocupada parecía

la señora Lefrançois.

—¡Ahí los tiene! —decía ella—, ¡no se comprende!,

¡una tarea semejante!

Y con unos movimientos de hombros que estiraban

sobre su pecho las mallas de su chaqueta de

punto, señalaba con las dos manos la taberna de su

rival, de donde salían en aquel momento canciones.

—Por lo demás, no va a durar mucho —añadió

ella—; antes de ocho días, todo habrá terminado.

—Homais se echó atrás estupefacto. Ella bajó

sus tres escalones, y hablándole al oído:

—¡Cómo!, ¿no sabe usted? Le van a embargar

esta semana. Es Lheureux quien lo pone en venta.

Le ha acribillado de pagarés.

—¡Qué espantosa catástrofe! —exclamó el boticario,

que siempre tenía palabras adecuadas para

todas las circunstancias imaginables.

La mesonera se puso, pues, a contarle esta

historia que había sabido por Teodoro, el criado del

señor Guillaumin, y, aunque detestaba a Tellier,

censuraba a Lheureux. Era un embaucador, un rastrero.

—¡Ah, fíjese! —dijo ella—, allí está en el mercado;

saluda a Madame Bovary, que lleva un sombrero

verde. Y va del brazo del señor Boulanger.

—¡Madame Bovary! —dijo Homais—. Voy enseguida

a ofrecerle mis respetos. Quizás le gustará

tener un sitio en el recinto, bajo el peristilo.

Y sin escuchar a la señora Lefranrçois, que le

llamaba de nuevo para contarle más cosas, el far-

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