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Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

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Madame Bovary

bonita, suplicó a la señora Bovary que le procurase

otra más cómoda. El médico, desde luego, volvió a

pagar los gastos de esta adquisición.

Así pues, el mozo de cuadra poco a poco volvió

a su oficio. Se le veía como antes recorrer el pueblo,

y cuando Carlos oía de lejos, sobre los adoquines,

el ruido seco de su palo, tomaba rápidamente otro

camino.

Fue el señor Lheureux, el comerciante, quien

se encargó del pedido; esto le dio ocasión de tratar a

Emma. Hablaba con ella de las nuevas mercancías

de París, de mil curiosidades femeninas, se mostraba

muy complaciente, y nunca reclamaba dinero.

Emma se entregaba a esa facilidad de satisfacer

todos sus caprichos. Así, quiso adquirir, para

regalársela a Rodolfo, una fusta muy bonita que había

en Rouen en una tienda de paraguas.

El señor Lheureux, a la semana siguiente, se

la puso sobre la mesa.

Pero al día siguiente se presentó en su casa

con una factura de doscientos setenta francos sin

contar los céntimos. Emma se vio muy apurada:

todos los cajones del escritorio estaban vacíos, se

debían más de quince días a Lestiboudis, dos trimestres

a la criada, muchas otras cosas más, y

Bovary esperaba con impaciencia el envío del señor

Derozerays, que tenía costumbre, cada año, de pagarle

por San Pedro.

Al principio Emma consiguió liberarse de

Lheureux; por fin éste perdió la paciencia: le perseguían,

todo el mundo le debía, y, si no recuperaba

algo, se vería obligado a retirarle todas las mercancías

que la señora tenía.

—¡Bueno, lléveselas! —dijo Emma.

—¡Oh!, ¡es de broma! —replicó él—. Sólo la

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