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Diseño de libro Madame Bovary, portada, ilustraciones e interiores.

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Capítulo I

teles de la ciudad.

—¿Se ha decidido a quedarse? —añadió él.

—Sí —dijo ella—, y me he equivocado. No hay

que acostumbrarse a placeres que no podemos permitirnos

cuando tenemos a nuestro alrededor mil

exigencias...

—¡Oh!, me imagino...

—Pues usted no puede imaginárselo porque

no es una mujer.

Pero los hombres tenían también sus preocupaciones

y la conversación se encaminó a algunas

reflexiones filosóficas. Emma se extendió largamente

sobre la miseria de los afectos terrestres y el eterno

aislamiento en que el corazón permanece encerrado.

Para hacerse valer, o por una imitación ingenua

de aquella melancolía que provocaba la suya, el joven

declaró que se había aburrido prodigiosamente

durante todo el tiempo de sus estudios. El Derecho

procesal le irritaba, le atraían otras vocaciones, y

su madre no dejaba de atormentarle a todas horas.

Ellos precisaban cada vez más los motivos de su

dolor, y cada uno, a medida que hablaba, se exaltaba

un poco en esta confidencia progresiva. Pero a

veces se paraban a exponer completamente su idea,

y entonces trataban de imaginar una frase que, sin

embargo, pudiese traducirla. Emma no confesó su

pasión por otro; León no dijo que la había olvidado.

Quizás él ya no se acordaba de sus cenas después

del baile con mujeres vulgares, y ella no se

acordaba, sin duda, de las citas de antaño, cuando

corría por la mañana entre la hierba hacia el castillo

de su amante.

Los ruidos de la ciudad apenas llegaban hasta

ellos; y la habitación parecía pequeña, muy a

propósito para estrechar más su intimidad. Emma,

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