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fase 2 - El Grimorio

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Carmela Rodrigo<br />

Jonás abrió la puerta al joven cortesano que tan fieros aldabonazos daba<br />

en el portón, y recibió de lleno un soberano golpe con tranca de buena<br />

madera de roble, que le torció para siempre la mandíbula y lo hizo caer<br />

cuan largo era. La monja entró a grandes trancos, gritando con su ensordecedor<br />

vozarrón:<br />

—¡A ver! Las que sean rameras normales y los pecadores, que se<br />

vayan. Los que ya han estado en el Infierno porque de él vienen…<br />

¡Que se queden!<br />

—Y esto es lo que ella entiende por una “entrada discreta” —gruñó Lope.<br />

Putas y clientes la miraron espantados, tomándola por loca (que no lo<br />

era) y por peligrosa (que eso sí que lo era, y en grado sumo). Ninguno<br />

osó moverse, y la religiosa pasó la mirada de uno en uno, hasta que se<br />

quedó mirando fijo a una de las rameras, la más hermosa de todas.<br />

—Te reconozco. ¡Engendro de Satán! ¡Muestra tu verdadero rostro para<br />

que todos vean tu maldad!<br />

La mujer se transformó al instante, para sorpresa de todos, empezando<br />

por ella misma. Ya no era joven y hermosa, sino una vieja de aspecto<br />

repugnante, encorvada por una corcova torcida y apoyada en un nudoso<br />

bastón. Cojeó hacia ellos, disimulando con una sonrisa desdentada la<br />

rabia de haber sido tan pronto descubierta. Empezaron a burbujear criaturas<br />

monstruosas desde las sombras, el aire se llenó del metálico olor de<br />

la magia, y la vieja rió y dijo:<br />

—¡Yo también te conozco, Recareda Ibarreñez! ¿Has dejado por fin al<br />

castrado de tu Dios para suplicar el perdón de mi amo por las muchas<br />

faltas que le has causado? ¿Por ello me traes como presente a este mocito,<br />

que tiene algo que es mío?<br />

—Él no lo tiene —dijo una voz calmosa, en el umbral—. Lo tengo yo.<br />

Ignotus jugueteaba con un trozo de cuerda, para gran sorpresa de Lope,<br />

A palabra demonio viene de daimon, transcripción la-<br />

Ltina de la palabra griega con la que se denominaba a<br />

una especie de geniecillo o espíritu protector que todo<br />

ser humano llevaba consigo durante su vida. Personajes<br />

ilustres, como Sócrates, el padre del racionalismo occidental,<br />

hacían referencia a menudo a su daimon y a los múltiples<br />

servicios que les reportaba. <strong>El</strong> que una palabra que en principio<br />

designaba a un protector del hombre sirva hoy día para nombrar<br />

a su principal enemigo no es algo que debiera asombrarnos:<br />

los judíos, anclados en un monoteísmo feroz y monolítico,<br />

no vacilaron en considerar a las deidades de los pueblos vecinos<br />

como parte de esa horda de ángeles caídos que habían sido expulsados<br />

del Cielo y se habían hecho adorar como dioses en la<br />

Tierra. Esto explica la gran profusión de demonios y engendros<br />

que pululan en la demonología clásica, y de los cuales verás una<br />

buena muestra en estas páginas.<br />

EL DIABLO HEBREO<br />

Ya en las mismas Sagradas Escrituras podemos encontrar una<br />

referencia al propio Lucifer, concretamente en el segundo ver-<br />

Pars 8: Rerum Demoni<br />

que bien sabía que el objeto maléfico lo portaba él.<br />

—Creo que lo llamáis ”nudo maléfico” y, si con tanta saña<br />

lo has buscado, quiere decir que está listo para ser usado…<br />

Sólo hay que atar algo que pertenezca a la persona a la que<br />

se quiera maldecir, pronunciar las palabras adecuadas y…<br />

La meiga estaba como hipnotizada, mirando con odio y fascinación<br />

al viejo guerrero. Dio un par de pasos más, ignorando a la religiosa<br />

y al joven cortesano, y alzando la mano sarmentosa aulló:<br />

—¡Algo portas que me ciega! ¡Pero siento el poder aquí, muy cerca! ¡Dámelo,<br />

y vuestra muerte será rápida!<br />

Más rápido fue Lope, que ante un empujón de Recareda sacó el cordel<br />

bueno del bolsillo, y lo anudó en torno al bastón de la meiga. Alguien<br />

recitó entonces unas palabras, que sonaron claras por encima de los gritos<br />

y aullidos. Lope nunca recordó qué palabras fueron. Sólo que no parecían<br />

humanas.<br />

Y la meiga quedó paralizada.<br />

Quizá por la magia, quizá por la sorpresa, quizá por la oración. Quizá<br />

por todo, quizá por nada. Pero fue suficiente para que Lope le cercenara<br />

la cabeza limpiamente de un certero espadazo.<br />

La cabeza rodó hasta sus pies. Los ojos, aún con vida, lo miraron. Y sus<br />

labios se movieron susurrando una última palabra:<br />

—Agaliaretph…<br />

USTO ahora, en el medio del camino de este ma-<br />

Jnual, llega el momento de hablar del Infierno y de<br />

sus habitantes, del Diablo y sus sirvientes, de los demonios<br />

y sus atribuciones. Seguid pues mis pisadas,<br />

pues aquí mismo, al pie de este monte, se encuentra una<br />

puerta en cuyo dintel se puede leer la siguiente advertencia:<br />

“¡Perded toda esperanza los que entráis!”.<br />

La Imagen del Diablo<br />

sículo del capítulo catorce del Libro de Isaías: “¡Cómo has caído<br />

de los cielos, Lucero, hijo de la aurora! ¡Has sido abatido a tierra,<br />

dominador de naciones”. Pero existen otras muchas tradiciones<br />

hebreas que amplían esta leyenda, pues Lucifer no es<br />

otra cosa que un ángel de gran poder, un ser orgulloso cuyo<br />

pecado ha sido considerarse mayor y más poderoso que el<br />

mismo Dios, llegando incluso a desafiarlo colocando su trono<br />

por encima de las estrellas de Jehová. Lo que ocurre a continuación<br />

es conocido por todos: Lucifer es precipitado al Seol<br />

(el Infierno hebreo) junto a todos los ángeles que le han seguido<br />

en su rebelión.<br />

Y es que, pese a todas sus ansias de grandeza, el Diablo hebreo<br />

está totalmente supeditado a la Divinidad: no tiene ningún<br />

poder sobre aquéllos que están protegidos por Jehová. La enseñanza<br />

es sencilla: siguiendo la Ley de Dios piadosamente se<br />

está protegido por Él, ya que se cumple el pacto de la Alianza.<br />

No seguir los Mandamientos de Dios equivale a romper dicha<br />

Alianza y, por consiguiente, a caer bajo el poder del Diablo.<br />

Vemos a Lucifer, pues, como el reverso de la bondad divina:<br />

no es otra cosa más que la espada de Damocles de todo<br />

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