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se relacionaban, cómo nacían, crecían y morían.<br />
Me encanta este —por llamarlo desde mi desconocimiento—<br />
subgénero de la Historia, y mi colección<br />
de juegos de rol lo atestigua, desde Aquelarre a La<br />
Llamada de Cthulhu, pasando por <strong>El</strong> Capitán Alatriste, Comandos<br />
de Guerra, Ars Magica o La Leyenda de los Cinco Anillos,<br />
entre otros. Todos ellos son juegos de rol históricos, o casi<br />
mejor, juegos de simulación histórica con una pizca, en algunos<br />
casos, de fantasía.<br />
Pero hay cosas que son difícilmente transferibles a un juego,<br />
difícilmente imitables.<br />
Por ejemplo, estamos acostumbrados a leer libros o ver películas<br />
que utilizan la Historia, pero la disfrazan con nuestra<br />
realidad: extraen los hechos de la época y nos los embellecen<br />
o empobrecen utilizando nuestra propia escala de valores.<br />
Por ejemplo, en la verdadera Edad Media llegaba la Semana<br />
Santa y cogían a un judío, lo arrastraban a una iglesia y le<br />
daban una soberana paliza que podía acabar con la vida del<br />
individuo: y los que estaban allí, llevarían a sus mujeres y<br />
niños al espectáculo y esa noche se acostarían tan felices.<br />
Esta simple (o no tan simple) demostración de cerrazón y fanatismo<br />
nos demuestra que estamos hablando de un sistema<br />
de valores totalmente alejado del nuestro. Si alguien hiciera<br />
una película sobre el asunto que he mencionado, tendría que<br />
rebajar un poco el tono si quiere recuperar el dinero en taquilla,<br />
pues nadie va a meterse en una cine a ver a veinte<br />
desharrapados inflando a hostias a un hebreo y encima terminando<br />
como los héroes del film (a no ser que se le ponga<br />
música de John Williams, que ése es capaz de hacer llorar a<br />
Lucifer con una de sus sintonías).<br />
Con esto no quiero decir que fueran tiempos violentos, xenófobos<br />
o equivocados: eran, simplemente, tiempos diferentes,<br />
y no podemos verlos o juzgarlos desde nuestra perspectiva.<br />
Para nosotros (o para la mayoría de nosotros) sería algo inconcebible<br />
hacerle eso a una persona simplemente por ser judía o<br />
de cualquier otra raza, pero ellos, si pudieran vernos por un<br />
agujerito, se horrorizarían de algunas cosas que nosotros hacemos<br />
y ellos no pueden entender (por ejemplo, la pérdida de<br />
la tradición oral, de los valores de solidaridad entre vecinos o<br />
de la hospitalidad con los viajeros, que estaba bastante más<br />
desarrollada que en nuestros tiempos).<br />
Bueno, que estoy dando rodeos. Retomemos el tema: que<br />
Aquelarre es un juego medieval, y por tanto histórico, que<br />
se basa en referencias históricas y en hechos concretos de<br />
nuestro pasado, y sinceramente, esa posibilidad de coger a<br />
tus jugadores por el pescuezo y lanzarlos al barro medieval,<br />
salpicando de mierda todo lo que creían que es correcto,<br />
es algo que me gusta hacer notar en mis partidas<br />
(aunque no siempre puedo conseguirlo, naturalmente, pero<br />
espero ir mejorando con los años). También me gusta dejar<br />
caer algún acontecimiento histórico aunque sea de refilón<br />
—claro que los brutos de mis jugadores, veterinarios, químicos,<br />
electrónicos y arqueólogos ellos, ni siquiera se enteren,<br />
los muy...—, o utilizar términos concretos utilizados<br />
Pars X4: Ars Dramatica<br />
en la Edad Media (que si las chimeneas son fumeros,<br />
que si los zaguanes son casas-puerta, etc.),<br />
pero por debajo de todo ello, se encuentra la<br />
principal de mis intenciones: esto no es el Medievo<br />
de Robin Hood con sus calzas verdes, sino<br />
el del olor a caballo y putrefacción.<br />
Lo segundo que intento potenciar es lo demoníaco: entiéndase<br />
por demoníaco cosas tales como la fantasía, la<br />
imaginación y la leyenda que envuelve el pasado y presente<br />
de nuestra geografía (y de más allá), un imaginario colectivo<br />
que ha demostrado ser tan poderoso y fuerte como los elfos<br />
ñoñas y los enanos cejijuntos de la mitología celta y nórdica.<br />
Si le echáis un vistazo a buena parte de juegos de rol fantásticos<br />
del mercado, veréis que no inventan nada nuevo<br />
(ogros, hadas, duendes, vampiros, hombres lobo, orcos, sprites,<br />
pixies, demonios y mil etcéteras más), pero en Aquelarre<br />
tenemos un bestiario que da forma al juego y lo anima (es la<br />
sal en las lentejas, el chorizo en las migas, el vinagre en la<br />
ensalada, y la mosca en la sopa): se acabaron los gnomos de<br />
gorro apuntado, ya que estamos hablando de demonios tan<br />
hijoputas como su puñetero padre; las hadas son tan capaces<br />
de darte una bendición como de dejarte estéril de por vida,<br />
pero hagan lo que hagan, siempre lo harán con una sonrisa<br />
en la boca; los demonios no se conformarán con darte un<br />
papel en blanco y pincharte suavemente el dedo para que<br />
firmes, no señor: se bajarán los pantalones y te pedirán que<br />
les beses directamente el culo (si no, no hay trato); los juglares<br />
no cantarán al filo de tu ventana hasta que se harten, sino<br />
que aprovecharán cualquier descuido para meterse en tu<br />
cama, hacerte un bombo y cuando nazca lo que tenga que<br />
nacer, busca ahora al trovador, que se fue hace meses a por<br />
especias a la India.<br />
Y eso, amigos míos, me llega al corazón, ya que es la historia<br />
gamberra y negra que he mamado desde pequeño, la España<br />
(o el Estado de las Comunidades, como queráis, que me es<br />
igual) de Mortadelo y Filemón, la de los renglones torcidos de<br />
Dios, la de “la letra con sangre entra”, la del enano de <strong>El</strong> Ferrol,<br />
la de la Inquisición española (una de tantas, pero con más mala<br />
fama que otras), la de Superlópez, la del Geyperman Funcionario<br />
(que a las tres dice que ya no juega), la de Reconquista y<br />
reina con camisa de cuatro años, la de judíos go away, la de<br />
Puerto Hurraco y salto de mata, la de los Desastres de la Guerra,<br />
la de la Autonomía de campanario de Iglesia, la del tocino<br />
en los bigotes y mondadientes de oro, la de “no meneallo y<br />
tira palante, que ya nos las arreglaremos”, la del arrierieto<br />
somos. En resumen, como decía el escritor, la España de la estirpe<br />
de Caín (y no, no hablo de vampiritos).<br />
Eso, queridos, es mi Aquelarre, y no lo cambio ni por dos<br />
Tierras Medias, tres Dungeons & Dragons y cuatro Mundos<br />
de Tinieblas con regalo de una bolsa de dados nacarados<br />
con chispitas de libélulas. Y es que es el único juego donde<br />
mis jugadores se pueden meter rápidamente en el papel:<br />
sólo tienen que rememorar su yo anterior y sacar su peor<br />
mala baba.<br />
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