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fase 2 - El Grimorio

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sensación constante de ahogo al luchar por respirar<br />

y tragar a la vez el agua. La mayor o menor resistencia<br />

a este método se medía en jarras de agua. A<br />

mayor número, mayor resistencia.<br />

a <strong>El</strong> potro: Se colocaba al reo en una mesa. En ella se amarraban<br />

sus extremidades con sogas a una rueda o bastidor. Al<br />

ser éstas tensadas, estiraban las extremidades causando un<br />

horrible dolor. En ocasiones se sufrían gravísimos desgarros<br />

de tejido. Normalmente se medía la resistencia por las<br />

vueltas dadas. Éste era el instrumento de tortura mas comúnmente<br />

utilizado.<br />

a La prueba del fuego: Se inmovilizaba al reo sobre una camilla,<br />

cepo o mesa móvil, se le descalzaba y se le untaban<br />

los pies con grasa. Seguidamente se le acercaba un brasero<br />

u hoguera que lo abrasaba. De cuando en cuando se colocaba<br />

una pantalla entre el fuego y los pies del reo, lo que<br />

daba un momento de descanso que permitía al inquisidor<br />

reemprender el interrogatorio.<br />

Como ves, las pruebas de Dios o de Fe (ordalías) que se dieron<br />

en Europa, como la del hierro al rojo —en la que se obligaba<br />

al acusado a mantener sujeto un hierro al rojo durante nueve<br />

pasos, luego se le sellaba la mano en un saco que no se abriría<br />

durante tres días con sus respectivas noches después, y si la<br />

mano aparecía sin daño, era inocente—, no llegaron a Aragón<br />

ni más tarde al resto de la Península.<br />

La prueba del crimen de herejía quedaba constatada mediante<br />

la confesión del reo, que debía reafirmarse al día siguiente de la<br />

tortura de su culpabilidad. Si no lo hacía, se le recordaba que podían<br />

volver a repetirse los pasos anteriores. Si aun así no confesaba,<br />

se estudiaban las pruebas obtenidas y las palabras de los<br />

testigos, y un consejo formado por religiosos —en ocasiones clérigos<br />

seculares— y jurisconsultos deliberaban para obtener sentencia,<br />

que posteriormente era el poder civil el encargado de<br />

ejecutarla. Esta ejecución de la pena, dio pie años más tarde a los<br />

llamados ‟autos de fe”, que se hicieron mucho más famosos en<br />

los siglos siguientes, con la Inquisición moderna.<br />

LOS AUTOS DE FE<br />

Llamados también sermo generalis, los autos de fe simbolizaban<br />

el triunfo de la fe sobre el pecado. La demostración pública del<br />

castigo que aguarda a los pecadores. En estos eventos, se leían<br />

las sentencias a los acusados y se procedía a la ejecución de la<br />

pena ante una muchedumbre expectante, a manos de la justicia<br />

secular. Durante la primera época, que es la que nos interesa,<br />

eran sin duda una auténtica cuestión de fe. Autos de fe<br />

rigurosos, austeros y sobrios, nada que ver con los autos de siglos<br />

venideros con la presencia de los reyes, altos cargos eclesiásticos,<br />

la gente agolpada en las plazas pidiendo a gritos la<br />

relajación de los condenados.<br />

Estos autos se realizaban normalmente en plazas o iglesias, bajo<br />

la mirada de los inquisidores y los representantes de la justicia<br />

laica. En ellos, se revelaban las condenas imputables, así que<br />

hasta ese momento, el ajusticiado no sabía a qué se iba a enfrentar.<br />

No así, los condenados a muerte, que ya lo sabían de la noche<br />

anterior.<br />

Los autos podían ser privados (también llamados “autillos”) o<br />

públicos, según se permitiera o no la presencia de espectadores.<br />

Pars X3: Societates<br />

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