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fase 2 - El Grimorio

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Ollogoven anime varios saqueos a juderías y aljamas,<br />

para que una vez apagados los incendios y enterrados<br />

los cadáveres, la reina imponga leves castigos<br />

a los culpables y se embolse la indemnización que se les debía a<br />

los judíos supervivientes. Además, por si se les ocurre protestar,<br />

ordena que la aljama de Pamplona sea cercada por un muro:<br />

como ven, los nazis no inventaron nada.<br />

En 1349, Juana II pasa a mejor vida y le deja el reino a su hijo<br />

Carlos II, al que los franceses le pusieron de sobrenombre <strong>El</strong><br />

Malo, más que nada porque desde que llega al poder intenta por<br />

todos los medios meter su cuchara en todos los platos: se alía<br />

con Inglaterra en contra de Francia, intenta recuperar Champaña<br />

y durante la Guerra de los Dos Pedros y la guerra civil castellana,<br />

confabula un día con un bando y<br />

al día siguiente con el otro. Al<br />

final, lo único que consigue es<br />

que todos se enemisten con Navarra,<br />

hasta tal punto que su hijo<br />

llega a ser tomado como rehén<br />

por los franceses y Enrique II de<br />

Castilla se le presenta un buen día<br />

ante las puertas de Pamplona<br />

acompañado de un nutrido ejército<br />

y le saca a Carlos quince plazas<br />

navarras, “por las molestias<br />

ocasionadas”, lo que acaba de<br />

raíz con tanta veleidad del rey navarro<br />

—y es que un sopapo a<br />

tiempo…—. Muere en 1387, y tal<br />

y como ordena en su testamento,<br />

el médico judío Samuel Trigo embalsama<br />

su cuerpo no sin antes<br />

extraerle el corazón y los intestinos:<br />

el cuerpo fue enterrado en<br />

Pamplona, las entrañas en Roncesvalles<br />

y el corazón en la iglesia de<br />

Ujúe. Está claro que, hasta muerto, quería<br />

estar en misa y repicando.<br />

Le sucede su hijo Carlos III, el que estuvo preso<br />

en Francia, que parece que ha aprendido la lección<br />

de no meterse donde no le llaman a uno y decide parlamentar<br />

con todo Cristo;nunca mejor dicho, pues además<br />

de hacer las paces con Francia, Inglaterra, Castilla y Aragón, lo<br />

hace con el papado —hasta ese extremo de discordia había llegado<br />

su padre—, olvidándose de ampliar el reino a costa de varapalos,<br />

pues había quedado claro que no estaba Navarra en<br />

condiciones de guerrear con sus vecinos. Muere en 1425 dejándole<br />

el reino a su hija Blanca I, a la que no interesaban muchos<br />

estas cosas de gobernar y reinar, pues deja dichos asuntos en<br />

manos de su marido, el por entonces infante Juan de Aragón,<br />

con quien tiene un hijo, Carlos de Viana.<br />

Blanca I de Navarra muere en 1441 y deja bien clarito en su testamento<br />

que Navarra pase a manos de su hijo Carlos, pero su marido,<br />

Juan, dice que no lleva las gafas de leer y que no entiende lo<br />

que dice ahí, que él seguirá siendo rey de Navarra y no hay más<br />

que hablar. Así que entre que su padre se ha pasado la sucesión<br />

por donde te dije y que, encima, se ha vuelto a casar con una tal<br />

Juana Enríquez a la que no puede ni ver —sentimiento mutuo,<br />

por cierto—, su hijo pilla un enfado de tres pares de narices y poco<br />

a poco el reino se va dividiendo en dos bandos: por un lado, los<br />

Pars X1: Chronicae<br />

beamonteses, que apoyan a Carlos y, por otro, los agramonteses,<br />

que apoyan a su padre.Además, como no<br />

consiguen ponerse de acuerdo, en 1451 se arremangan<br />

las camisas y se lían a tortas en Aibar, donde Carlos<br />

de Viana es hecho prisionero por su papá. Al final, Juan<br />

—que será todo lo que queramos que sea, pero sigue<br />

siendo su padre— lo libera y una vez coronado como Juan<br />

II de Aragón tras la muerte de su hermano Alfonso V, nombra<br />

a Carlos gobernador de Cataluña. Pero lo que parecía final feliz<br />

se transforma de nuevo en tragicomedia pues, antes de que el de<br />

Viana llegue a Barcelona, su madrastra, Juana Enríquez, convence<br />

al padre de que Carlos está muy envalentonado y que puede ser<br />

peligroso tenerlo por ahí suelto, con lo que Juan II lo vuelve a encerrar,<br />

una medida que enfada<br />

hasta tal punto a los catalanes que<br />

en cuanto llega su hijo a la ciudad,<br />

lo reciben con todos los honores y<br />

lo declaran, por su cuenta y<br />

riesgo, heredero universal ya no<br />

sólo de la corona de Navarra sino<br />

también de la de Aragón. Claro<br />

que nadie contaba con que poco<br />

más de tres meses después de llegar<br />

a Barcelona, Carlos de Viana<br />

muere, casualmente, de una enfermedad,<br />

explicación ésta que no<br />

convence a los catalanes que, con<br />

la mosca detrás de la oreja, aseguran<br />

que menos enfermedades y<br />

más venenos es lo que hay por<br />

medio, y culpan de todo a Juana<br />

Enríquez y, de carambola, al propio<br />

Juan II, declarando la guerra<br />

al rey, al que le costará sangre,<br />

sudor y años detenerla finalmente,<br />

como ya comentamos al hablar de la<br />

corona de Aragón.<br />

Tras la muerte de Carlos de Viana, Juan<br />

II se vuelca en sus problemas aragoneses,<br />

dejando como gobernadora de Navarra a su<br />

hija Leonor, que firma algún que otro acuerdo de<br />

paz con los beamonteses. Esto parece que no sentó<br />

muy bien a su padre, que creía que la hija le estaba ninguneando,<br />

así que también se enzarza en disputas con ella, llegando<br />

a mandar asesinar al principal consejero de Leonor, ni<br />

más ni menos que al obispo de Pamplona. Al final, las aguas<br />

vuelven a su cauce: Leonor es declarada gobernadora perpetua<br />

de Navarra y, tras la muerte de su padre en 1479, es designada<br />

como reina, lo que no le sirvió ya de mucho, pues quince<br />

días después de ser coronada, muere en Tudela, dejando el<br />

reino en manos de su nieto, Francisco I de Foix, que no llega<br />

ni a reinar pues hasta su muerte, cuatro años después, los<br />

asuntos del reino quedaron en manos de su madre, Magdalena<br />

de Francia, que continuó ejerciendo la regencia cuando su hija,<br />

Catalina de Foix —hermana de Francisco— se convirtió también<br />

en reina de Navarra, teniendo que sufrir un reinado que<br />

se vio constantemente amenazado por las maniobras francesas<br />

y aragonesas para anexionarse su territorio. Finalmente, Fernando<br />

II de Aragón invade Navarra y fuerza a las Cortes para<br />

que lo declaren rey. <strong>El</strong> pequeño reino perdía ya para siempre<br />

su independencia.<br />

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