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fase 2 - El Grimorio

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76<br />

Aquelarre: Juego de rol demoníaco medieval<br />

continuación te ofrecemos una detallada descrip-<br />

Ación de cada una de las competencias que se utilizan<br />

en el juego —puedes ver un listado completo<br />

en la Hoja de Personaje—, para que sepas cómo utilizarlas<br />

y cuándo es necesario realizar una tirada por cada una<br />

de ellas. A no ser que se diga lo contrario en su descripción,<br />

cada competencia tiene un porcentaje base igual al valor que<br />

tengamos en la característica de la que depende, que es la que<br />

aparece junto al nombre de la competencia entre paréntesis.<br />

Algunas de las competencias se describen como Competencias<br />

de Armas de Villano, Soldado o Noble —de las que hablaremos<br />

largo y tendido en el capítulo de combate (págs. 128 y siguientes)—,<br />

aunque a todos los efectos se consideran como el resto de<br />

Competencias<br />

CONSILIUM ARBITRO: LA ALQUIMIA<br />

competencias: su porcentaje base se calcula igual y aumentan su<br />

valor mediante la experiencia de la misma forma.<br />

ALQUIMIA (CULTURA)<br />

Alchimia<br />

Con siglos de tradición a sus espaldas, la alquimia medieval<br />

es una extraña mescolanza de ciencia y filosofía, de química y<br />

astrología, de física y arte. <strong>El</strong> alquimista es capaz de rodearse<br />

en su laboratorio de alambiques y atanores para experimentar<br />

con los elementos y preparados más extraños del universo y,<br />

al mismo tiempo, reflexionar sobre la influencia de los astros,<br />

la existencia de los homúnculos, la creación de los autómatas<br />

Hay quien ve la alquimia como un método de transmutar el plomo en oro u algún tipo de práctica mágica, y lo curioso es<br />

que, aun equivocándose, tienen algo de razón. La alquimia ha estado presente en todas las culturas de la antigüedad desde<br />

el Egipto antiguo, a la Grecia clásica, pasando por Roma, India, China y los territorios del Islam. Este crisol de culturas ha<br />

conseguido enriquecer el arte, aportando cada civilización su particular influencia: el hermetismo, el neoplatonismo, las<br />

filosofías de la Grecia clásica, los misterios sagrados egipcios, la astrología babilónica, el gnosticismo y una variada teosofía.<br />

Se la ha conocido por multitud de nombres, tales como “la gran obra”, “el arte regio”, “la ciencia sagrada”, “la filosofía<br />

natural”, “el gran arte” o “ars magna”, por citar unos pocos, y en la Edad Media era practicada principalmente por gentes<br />

cultas, que tenían acceso a libros escritos en griego, latín o árabe y siempre con discreción y cierto secretismo, pues el<br />

pueblo llano, en su ignorancia, tenía a la alquimia como otra forma de brujería, por no hablar de la bula del papa Juan<br />

XXII, que tacha este arte como pernicioso (y eso que la leyenda negra decía que el pontífice era alquimista…).<br />

La alquimia, a diferencia de lo que piensen algunos, no es una ciencia, es un arte, es más, una filosofía. En ella se presenta<br />

al hombre, ser imperfecto al que Dios dota de herramientas para lograr recuperar el estado de gracia perdido. De esta<br />

forma, el alquimista debe ser un dios en miniatura con aquello que le rodea, y logrando traer la perfección a lo impuro,<br />

evolucionará a un estado superior. Para ello, se lanza a la práctica del arte, pudiendo elegir dos ramas: la gran obra, en la<br />

que se busca la transmutación de los metales impuros en puros, o la pequeña obra, en la cual el alquimista fija su vista en<br />

el mundo vegetal y sus propiedades, tratando de traer la perfección a la vida, en forma de salud y longevidad.<br />

Para lograr estas tareas, el alquimista se ayuda de herramientas tales como alambiques, redomas y otros componentes, siendo<br />

especialmente el atanor, el horno alquímico, símil del vientre materno que dará a luz la perfección. Con ellas, y conociendo<br />

que toda materia se divide en mercurio, azufre y sales, influenciada por el aspecto de los cuatro elementos primordiales y su<br />

relación con el macrocosmos, en forma de las influencias cosmológicas de los planetas, y sin olvidarnos de su parte fundamental,<br />

su quintaesencia, ese fragmento minúsculo de espíritu divino que confiere a la sustancia su verdadero ser, el alquimista,<br />

con paciencia infinita, dedica su vida a la práctica del arte. Si tiene suerte y la voluntad de Dios le acompaña, descubrirá pequeñas<br />

maravillas de la naturaleza o incluso alguno de sus más ocultos secretos, tales como la piedra filosofal, capaz de transmutar<br />

cualquier metal en oro, la panacea universal, una prodigiosa medicina capaz de curar cualquier enfermedad y alargar<br />

la vida o incluso crear vida, dando a luz a un auténtico homúnculo, un hombre artificial. Y no debe temer nada el hombre piadoso<br />

de estos prodigios, pues no son magia negra o brujería, son regalos que el Altísimo dejó ocultos en la naturaleza, a la<br />

espera de que los sabios los desentrañasen, como pruebas y peldaños de la escalera que les ha de llevar a los Cielos, junto a Él.<br />

Pero, como toda buena filosofía, no se salva de sus herejes. Existen los llamados “espagiristas”, que entienden el arte como<br />

una ciencia, despojándola de todo misticismo y relegándola a un efectivo método de obtención de medicinas. Y en el lado<br />

opuesto no nos olvidemos de las brujas, magos y hechiceros, que conocen la alquimia, pero no suelen entenderla de la misma<br />

manera que los auténticos iniciados en el arte (quizás por haber obtenido conocimiento de ella por fuentes o tutores poco adecuados<br />

como puede ser el mismísimo Diablo), pues despojan el arte de toda filosofía y objetivo, relegándola a un medio, eso<br />

sí extremadamente eficaz, de fabricar sus pociones, ungüentos y talismanes. Pero quizá ya he hablado demasiado sobre la<br />

obra. Si deseas saber más sobre ella, si es la voluntad del Altísimo, seguro que encuentras la senda apropiada que seguir…

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