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fase 2 - El Grimorio

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de sol a sol para su señor y viendo que no tiene<br />

suficiente para alimentar a sus hijos, acaba echándose<br />

al monte para meterse en algún mal negocio que<br />

no hará más que traerle más problemas de los que pueda encargarse,<br />

y así, acabará muerto, pasto de los lobos, maldito por<br />

una bruja, ahorcado por la justicia local, muerto de hambre,<br />

de frío o por una herida mal curada.<br />

Cuando juegues al Aquelarre tómatelo con calma. No tengas<br />

prisa por echarte a andar y sacar tu espada a pasear a la<br />

primera de cambio. Queda con los amigos en casa (o donde<br />

sea), monta una cena con productos del marrano y algo de<br />

vino (esto es opcional), al acabar haz los personajes, y<br />

cuando estén listos pon la banda sonora de <strong>El</strong> Nombre de la<br />

Rosa (también es opcional), relájate y prepárate a meterte<br />

en el increíble mundo del Aquelarre. Un mundo más real de<br />

lo que parece, real y cercano. Entre tirada y tirada veremos<br />

pasar a putas y reyes, a brujas y frailes, guerras y pestes, y<br />

de casi todo podremos salir con la tirada adecuada de<br />

dados. Deja que el Director de Juego te hable de esas mujeres<br />

que viven apartadas del resto del mundo, en una cabaña<br />

en aquellas montañas que no cruzan ningún camino.<br />

Visita la posada de Alvar el Honesto —así se llamaba<br />

cuando lo conocí—, desconfía de esas luces que se ven en<br />

el Camposanto a medianoche, no aceptes recoger manuscritos<br />

en ningún monasterio por San Joan, no aceptes la piedra<br />

negra de ese tipo con aspecto de desesperado, ¡ni<br />

aunque te la regale! En fin, esto es Aquelarre.<br />

Introduce tu tierra en tus partidas. Esa vieja historia que vienes<br />

escuchando desde que eras un crío bien podría encerrar un secreto<br />

que podrías compartir con tus jugadores en forma de<br />

aventura. Ese rincón de tu ciudad o pueblo, sí, ése en el que<br />

hace muchísimos años pasó algo de lo que se habló en toda la<br />

región, o quizá en toda la Península. O ese apartado lugar en<br />

la montaña, sí, ya sabes a cuál me refiero. ¡Ahí tienes tu partida<br />

de Aquelarre! Compártelo con tus amigos, haz que jueguen tus<br />

recuerdos. Llévales de la mano a tu particular visión del Aquelarre.<br />

Desde el más RRacional, con locas y enfermos en lugar<br />

de brujas y poseídos, leyendas para espantar a los niños y la<br />

cruel realidad del hambre, las enfermedades, las pestes, la servidumbre<br />

al señor feudal, hasta el aspecto más IRRacional, con<br />

espíritus en los bosques, criaturas demoníacas caprichosas,<br />

pactos con el Diablo, cuevas y lutines, el Gaueko…<br />

Tú decides.<br />

Si eres un veterano de mil batallas y ya conoces el Aquelarre,<br />

estás de enhorabuena. Este manual que tienes en las manos es<br />

una nueva edición del juego que nos encandiló hace años. Le<br />

hemos lavado la cara, hemos quitado aquí y puesto allá y ya<br />

ves el resultado. ¡Un Aquelarre nuevo, sí, sí, nuevo, oiga!<br />

Pero sin perder nada de su esencia. Si Aquelarre quieres, Aquelarre<br />

encontrarás.<br />

Si por el contrario eres un recién llegado, todo va a ser<br />

nuevo para ti, así que ándate con ojo: el Diablo ronda por<br />

estas páginas.<br />

MI AQUELARRE<br />

Por Juan Pablo Fernández<br />

Aquelarre. Esta palabra, que designa al decano de los juegos<br />

de rol españoles, evoca recuerdos diferentes a cada uno de los<br />

Pars X4: Ars Dramatica<br />

jugadores que se han sumergido en él y han buceado<br />

en el fantástico mundo que abría ante ellos. Algunos<br />

recordarán esos durísimos combates, en los<br />

que tras recibir dos golpes tuvieron que ser atendidos<br />

por el médico del grupo; otros se estremecerán<br />

al pensar en las poderosísimas entidades que se<br />

paseaban por la España medieval, ese ejército de demonios<br />

capitaneado por Lucifer, capaces de arrastrar al Infierno<br />

a cualquiera de los pecadores que poblaban ese oscuro<br />

mundo, con sólo desearlo; habrá quien recuerde con una sonrisa<br />

a esa carantoña con la que compartió una bota de vino, o<br />

a aquel pequeño duende que le jugó una mala pasada en<br />

aquella taberna dejada de la mano de Dios; y muchos recordarán<br />

con deleite aquella España medieval en la que las leyendas<br />

se hacían realidad y en la que las brujas eran tan<br />

capaces de invocar criaturas terribles como de sobrevolar el<br />

castillo del conde cabalgando sobre una escoba y lanzando terribles<br />

maldiciones sobre los que en él moraban.<br />

Sin embargo, yo siempre recordaré Aquelarre como el juego<br />

que me abrió los ojos, que me hizo saber que los españoles<br />

habíamos tenido un pasado, y que ese pasado había sido<br />

una realidad que, como diría el maestro Ricard, supera la<br />

ficción. Las luchas intestinas entre nobles, el hambre y las<br />

plagas de peste, el choque entre las diferentes culturas presentes<br />

en aquel tiempo en la Península, escondían mil y una<br />

historias tan verídicas como increíbles, historias tan emocionantes<br />

que no necesitaban apenas de componente fantástico<br />

para poder disfrutar de ellas. ¿Quién quiere luchar<br />

a muerte contra una mandrágora o huir de las iras de Guland<br />

cuando puede ser contratado para intentar liberar al<br />

rey Pedro I de su cautiverio en la cárcel de Toro, o acompañar<br />

al Gran Capitán en una de sus incursiones al reino de<br />

Granada?<br />

Aquelarre me hizo buscar libros de Historia para conocer los<br />

usos y costumbres de los españoles medievales, me hizo preguntarme<br />

cómo eran las puertas, qué eran las reglas de caballería,<br />

qué pasaba si uno se negaba a cumplirlas o qué excusa<br />

podía dar, cómo era la vida en un campamento, qué hacía la<br />

gente para divertirse, qué había que hacer para estudiar, por<br />

qué los nobles tenían tantas posesiones en las fronteras y por<br />

qué los reyes se esforzaban tanto en tener contenta a la alta nobleza.<br />

Y así, me enteré de que Alfonso XI había muerto de<br />

peste mientras sitiaba Gibraltar, del periplo de Enrique II por<br />

Francia y Aragón hasta que volvió a Castilla y mató a su hermanastro,<br />

el rey Pedro I, vengando así el asesinato de sus hermanos.<br />

Pero aprendí también que la historia la escriben los<br />

vencedores, y que el mismo rey Pedro fue llamado <strong>El</strong> Justiciero<br />

mientras gobernó Castilla, y <strong>El</strong> Cruel una vez que Enrique II<br />

subió al trono.<br />

En resumen, gracias a Aquelarre y a mi empecinada búsqueda<br />

de información para ambientar las partidas y ofrecer emocionantes<br />

aventuras a mis jugadores, he aprendido muchas cosas,<br />

y he comprobado el gran poder didáctico de los juegos de rol.<br />

Por eso, siempre que mis amigos me piden una aventura de<br />

Aquelarre, les hago partícipes de los hechos de la historia, intento<br />

trasladarles a ese Medievo en el que las gentes aún temían<br />

a un Dios más castigador que misericordioso; en el que<br />

la muerte era algo cotidiano, lo que hacía que la actitud ante<br />

ella fuera muy diferente a la actual; en el que había que mofarse<br />

de los condenados a la horca para dar a entender que<br />

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