Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
408<br />
LA CIUDAD OS HARÁ LIBRES<br />
Frente al poder de la nobleza y el clero, el rey empieza a otorgar<br />
Cartas y Fueros de Población. Los que vivan en ciudad (y ciudad<br />
es, no nos engañemos, todo poblado con una muralla a su alrededor<br />
que la defienda) contará con la protección del rey. O dicho<br />
de otro modo, para que nos entendamos bien y claro: a cambio<br />
de buenos dineros en concepto de impuesto real el monarca autoriza<br />
a grupos de nobles segundones, de comerciantes enriquecidos<br />
y a una muchedumbre que acude esperanzada por las<br />
nuevas promesas de libertad, a permitirles armarse y defenderse<br />
contra el poder feudal. Cara a cara y bajo su amparo. Ya no habrá<br />
señores y vasallos. Ya se puede alzar la mirada frente al noble,<br />
por muy alto que sea su título y muy bajuno nuestro nacimiento.<br />
Los mismos ciudadanos se entrenan para defender sus casas de<br />
cualquier enemigo, sea de dentro o de fuera, creando milicias<br />
concejiles que el rey puede usar para ir a la guerra. Y quien dice<br />
el rey, dice el poderoso que otorga la carta de población: por ello,<br />
podemos distinguir entre ciudades de realengo (controladas por<br />
el rey, como Burgos); ciudades de abadengo, dependientes del<br />
abad de un monasterio (Sahagún); ciudades de señorío, dependientes<br />
de un señor laico (Benavente); o ciudades de señorío episcopal,<br />
dependientes de un obispo (Palencia). Y claro está, hasta<br />
dentro de la aparente igualdad de las ciudades hay clases…<br />
BURGUESES Y VILLANOS<br />
Aquelarre: Juego de rol demoníaco medieval<br />
Ciudades, Villas, Pueblos y Aldeas<br />
Y es que, ¿quién vive en una ciudad? Pues todo el que en ella<br />
quiera y pueda estar, juntos y algo revueltos, pero tampoco en<br />
demasía:<br />
a Hijos segundones de la nobleza, que crean sus propios linajes<br />
patricios, reclutando a caballeros e hidalgos a su servicio.<br />
a También hay, pues no podía ser de otro modo, religiosos:<br />
clero diverso de iglesia y monasterio, de lo que harto se ha<br />
hablado antes, exentos de impuestos como los otros.<br />
a Y en la escala inferior, los que dan razón de ser a la ciudad:<br />
mercaderes enriquecidos por sus muchos negocios, maestros<br />
gremiales, gentes que se han abierto camino hasta llegar<br />
a lo más alto que su condición de plebeyo puede<br />
aspirar, que viven en palacetes muchas veces más ricos y<br />
lujosos que los de los nobles, y que las más de las veces acabarán<br />
emparentándose con ellos, que ya se ha dicho que la<br />
alta cuna, cuando está sin dineros, suele agachar la cabeza<br />
y sonreírle al dinero, aunque sea bajuno y represente la<br />
dote de joven casadera y plebeya... o incluso (lo que es más<br />
grave) que sea hijo de burgués el que enmaride con linaje<br />
superior, a cambio de que los dineros del padre saneen las<br />
apuradas deudas del suegro. A ésos se les llama burgueses,<br />
por motivos que antes ya se han explicado, y aun caballeros<br />
o señores burgueses los llaman quienes los adulan, títulos<br />
que, aunque no se merecen, las más de las veces se les permiten,<br />
pues si no por nacimiento, sí por riqueza a la verdadera<br />
nobleza rondan.<br />
a Y claro está, los más en la ciudad son los que trabajan, más para<br />
unos y otros que para sí mismos, y para diferenciarlos se les<br />
llama villanos, que si en un principio significó “el que habita en<br />
villa”, ahora es mote con tinte despectivo: villano es el que trabaja<br />
para los gremios, en la construcción de edificios, limpiando<br />
los pozos ciegos que sustituyen a las cloacas romanas, quitando<br />
el barro y el estiércol de las escasas calles y plazas empedradas<br />
y, en suma, el que realiza las mil y una tareas viles que se pueden<br />
encontrar en una ciudad, y en verdad que hay muchas.<br />
Villano también es, aunque apenas llegue al título, que para<br />
él le queda grande, el campesino que vive en los arrabales,<br />
fuera de los muros de la ciudad, y que cultiva los campos (que<br />
a veces son hasta suyos, aunque las más de las veces pertenezcan<br />
a la ciudad o a algún terrateniente, en cuyo caso ni villano<br />
es, que se le llama pechero) que proveen mercados y, a través<br />
de éstos, a las mesas donde se comen.<br />
Y no hablaremos de mendigos reales o fingidos, de simples<br />
vagos o de avispados truhanes, que siempre está el que trata<br />
de vivir del sudor ajeno y, no pudiendo hacerlo por su nacimiento<br />
o su buen hacer, lo hace con su perfidia. Que muchos<br />
de los pobres y lisiados no son sino pícaros y, por ello, en muchos<br />
municipios, se les da placa de plomo que han de llevar al<br />
cuello, para así estar bien identificados. En otras ciudades,<br />
como Barcelona, sólo pueden pedir limosna a las puertas de<br />
las iglesias, a la entrada o salida de la misa diaria, para animar<br />
a la piedad y la devoción, o en lugares concretos (siguiendo<br />
con el ejemplo de Barcelona, en la plaza de Santa Anna).<br />
ORGANIZACIÓN MUNICIPAL<br />
Al no haber, como en el castillo, señor principal al que obedecer,<br />
administra la ciudad el Concejo o Regimiento, grupo de notables<br />
elegidos entre los más poderosos de la población, que no se iba a<br />
esperar que gobernasen aquéllos que tienen estiércol entre los<br />
dedos. Se llama a esto Concejo Cerrado, para diferenciarlo de los<br />
tiempos antiguos, cuando los que poblaban la ciudad eran pocos<br />
y las jerarquías se diluían, y se nombraban los representantes en<br />
“Concejo abierto” o Asamblea. Tiempos pasados y peores, anteriores<br />
a estos tiempos buenos, donde todo el mundo sabe lo que<br />
le toca y lo que debe y a quién debe. Así pues, es entre la oligarquía<br />
de la ciudad (los omes buenos, dicen las cartas de población<br />
castellanas, homes honrats dicen las catalanas) los que eligen a los<br />
gobernantes de la ciudad. <strong>El</strong> número de éstos varía según cada<br />
población, y no necesariamente es en función del tamaño de ésta:<br />
en Burgos hay 16, en Palencia 12, en Barcelona 5. Entre los miembros<br />
del consejo (regidores los llaman) se eligen los alcaldes, que<br />
pueden ser uno, dos, cuatro, a veces hasta seis, como pasó un<br />
tiempo en Burgos. De todos modos, es el rey (o quien tenga bajo<br />
su amparo la ciudad) el que ha de confirmar los cargos, la mayor<br />
parte de las veces un puro trámite. Alcaldes y regidores reciben<br />
una pequeña paga por el tiempo que dedican a su comunidad<br />
(normalmente, dos reuniones a la semana) pero son cargos más<br />
ansiados por el poder que comportan: son ellos los que mantienen<br />
el control sobre los cultivos de los pecheros, los que gravan<br />
con impuestos ésta o aquella mercadería que entra en la ciudad