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fase 2 - El Grimorio

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394<br />

Aquelarre: Juego de rol demoníaco medieval<br />

L contrario que el resto de sus vecinos, Portugal<br />

Acomienza el siglo XIII sumida en la paz, ya que<br />

décadas antes habían terminado su particular Reconquista<br />

y el reino no poseía enemigos al otro<br />

lado de sus fronteras. Claro que estas cosas no suelen<br />

durar, como ahora veremos. Dionisio I dedica, por tanto,<br />

sus esfuerzos a fortalecer las instituciones del reino, a construir<br />

castillos, a fundar la marina portuguesa y a viajar por<br />

todo el territorio, lo que en un rey de su época era cosa bastante<br />

rara. Hasta le da tiempo a<br />

cultivar la escritura y dejar<br />

para la posteridad libros de<br />

caza y de poesía; incluso se<br />

anima a arrancarse de trovador,<br />

como si la corte fuera una<br />

boda gitana. Además, fue uno<br />

de los pocos reinos que protegió<br />

a los caballeros templarios<br />

cuando éstos fueron perseguidos<br />

por toda Europa y transformó<br />

la orden del Temple<br />

portuguesa en la orden de<br />

Cristo, a la que restituyó todas<br />

las posesiones templarias que<br />

poseían en el reino.<br />

Cuando muere en 1325, el reino<br />

pasa a manos de Alfonso IV, su<br />

único hijo legítimo —bastardos<br />

tuvo algunos, que está visto que<br />

entre trova y trova…—, con quien<br />

se empieza a liar la traca nada más<br />

sentarse en el trono. Y es que Alfonso<br />

le tenía manía a uno de sus hermanastros,<br />

el ilegítimo Alfonso Sanches, y pensaba<br />

que su padre prefería al bastardo antes<br />

que a él, así que en cuanto muere papá, Alfonso<br />

IV le ordena al Sanches que haga las maletas y que se<br />

largue en el primer carromato que pase camino de Castilla,<br />

desde donde se dedicó a planear más de una vez quitarle<br />

el trono a su hermanastro, aunque ninguna de sus tentativas<br />

terminó de cuajar.<br />

<strong>El</strong> segundo incidente lo tiene cuando su hija, María, que es esposa<br />

de Alfonso XI de Castilla, le viene con el cuento a papuchi<br />

de que su marido no le hace ni puñetero caso, con lo que le da<br />

otro arrebato al padre y le declara la guerra a Castilla, una contienda<br />

que durará cuatro años y que la terminará la misma que<br />

la empezó, su hija María, quien consigue que los dos reinos<br />

firmen un tratado de paz. En los últimos años de su reinado,<br />

Alfonso IV vuelve a liarla en Portugal —le llaman <strong>El</strong> Bravo<br />

por algo—, pero esta vez por culpa de su hijo Pedro, el heredero<br />

del reino, que a pesar de estar ya casado y más que casado,<br />

se había enamorado hasta las cachas de Inés de<br />

Reino de Portugal<br />

Castro, doncella de su madre, con quien no tuvo sólo los hijos<br />

que le vino en gana sino que cuando murió su legítima, Pedro<br />

se negó a casarse con otra que no fuera doña Inés, lo que colmó<br />

ya el vaso de la paciencia de su padre, quien ordenó que la de<br />

Castro fuera asesinada en 1355. La reacción de su hijo no se<br />

hizo esperar: se monta su propio ejército y le devasta al padre<br />

medio reino hasta que consigue reconciliarse con él, quizá por<br />

darle una alegría antes de su muerte, que acontece poco después,<br />

en 1357.<br />

Lo que nadie se esperaba es<br />

que cuando el hijo se coronó<br />

como Pedro I de Portugal,<br />

montara la que montó: para<br />

empezar, anunció que se<br />

había casado en secreto años<br />

atrás con Inés y que, por<br />

tanto, la fallecida era reina de<br />

Portugal. Y no sólo eso, señores,<br />

que aún hay más, ya que<br />

encima mandó exhumar el cadáver<br />

de su amante, sentarlo<br />

a su lado en la sala del trono,<br />

coronarla y obligar a todos<br />

sus súbditos que pasaran,<br />

uno a uno, a besar su esquelética<br />

mano. Luego, como no<br />

podía ser menos, ordenó que<br />

los asesinos de Inés fueran<br />

ejecutados. Está claro que<br />

Pedro se ganó el sobrenombre<br />

de <strong>El</strong> Cruel a pulso y en pocos<br />

días (como ven, el apelativo estaba<br />

de moda en aquellos años entre los<br />

reyes).<br />

Pedro I muere en 1367 —para alivio de muchos<br />

de sus súbditos, pues fue un reinado un tanto<br />

despótico— y deja la corona en manos de su hijo, Fernando<br />

I, apodado <strong>El</strong> Hermoso, aunque muchos lo llaman<br />

<strong>El</strong> Inconsciente pues se encarga, él solito, de llevar a Portugal<br />

a dos guerras seguidas contra Castilla, y no gana ninguna<br />

el buen hombre. La primera tiene lugar cuando<br />

Enrique de Trastámara mata a su hermanastro Pedro I de<br />

Castilla, momento que aprovecha el portugués para dejar<br />

caer que, bueno, que él desciende directa y legítimamente<br />

del rey Sancho IV, y que tiene más derecho a sentarse en el<br />

trono de Castilla que el bastardo de Trastámara. Y claro, si<br />

tenemos en cuenta que el susodicho bastardo se había pegado<br />

más de diez años de guerra civil contra su hermanastro<br />

para conseguir la corona, podemos entender por qué<br />

le dice al portugués que si quieres arroz, Catalina, y que<br />

se vaya a dar la tabarra a otro reino. Y tras dos intentonas<br />

de Fernando I de someter a Castilla mediante incursiones

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