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Aquelarre: Juego de rol demoníaco medieval<br />
L contrario que el resto de sus vecinos, Portugal<br />
Acomienza el siglo XIII sumida en la paz, ya que<br />
décadas antes habían terminado su particular Reconquista<br />
y el reino no poseía enemigos al otro<br />
lado de sus fronteras. Claro que estas cosas no suelen<br />
durar, como ahora veremos. Dionisio I dedica, por tanto,<br />
sus esfuerzos a fortalecer las instituciones del reino, a construir<br />
castillos, a fundar la marina portuguesa y a viajar por<br />
todo el territorio, lo que en un rey de su época era cosa bastante<br />
rara. Hasta le da tiempo a<br />
cultivar la escritura y dejar<br />
para la posteridad libros de<br />
caza y de poesía; incluso se<br />
anima a arrancarse de trovador,<br />
como si la corte fuera una<br />
boda gitana. Además, fue uno<br />
de los pocos reinos que protegió<br />
a los caballeros templarios<br />
cuando éstos fueron perseguidos<br />
por toda Europa y transformó<br />
la orden del Temple<br />
portuguesa en la orden de<br />
Cristo, a la que restituyó todas<br />
las posesiones templarias que<br />
poseían en el reino.<br />
Cuando muere en 1325, el reino<br />
pasa a manos de Alfonso IV, su<br />
único hijo legítimo —bastardos<br />
tuvo algunos, que está visto que<br />
entre trova y trova…—, con quien<br />
se empieza a liar la traca nada más<br />
sentarse en el trono. Y es que Alfonso<br />
le tenía manía a uno de sus hermanastros,<br />
el ilegítimo Alfonso Sanches, y pensaba<br />
que su padre prefería al bastardo antes<br />
que a él, así que en cuanto muere papá, Alfonso<br />
IV le ordena al Sanches que haga las maletas y que se<br />
largue en el primer carromato que pase camino de Castilla,<br />
desde donde se dedicó a planear más de una vez quitarle<br />
el trono a su hermanastro, aunque ninguna de sus tentativas<br />
terminó de cuajar.<br />
<strong>El</strong> segundo incidente lo tiene cuando su hija, María, que es esposa<br />
de Alfonso XI de Castilla, le viene con el cuento a papuchi<br />
de que su marido no le hace ni puñetero caso, con lo que le da<br />
otro arrebato al padre y le declara la guerra a Castilla, una contienda<br />
que durará cuatro años y que la terminará la misma que<br />
la empezó, su hija María, quien consigue que los dos reinos<br />
firmen un tratado de paz. En los últimos años de su reinado,<br />
Alfonso IV vuelve a liarla en Portugal —le llaman <strong>El</strong> Bravo<br />
por algo—, pero esta vez por culpa de su hijo Pedro, el heredero<br />
del reino, que a pesar de estar ya casado y más que casado,<br />
se había enamorado hasta las cachas de Inés de<br />
Reino de Portugal<br />
Castro, doncella de su madre, con quien no tuvo sólo los hijos<br />
que le vino en gana sino que cuando murió su legítima, Pedro<br />
se negó a casarse con otra que no fuera doña Inés, lo que colmó<br />
ya el vaso de la paciencia de su padre, quien ordenó que la de<br />
Castro fuera asesinada en 1355. La reacción de su hijo no se<br />
hizo esperar: se monta su propio ejército y le devasta al padre<br />
medio reino hasta que consigue reconciliarse con él, quizá por<br />
darle una alegría antes de su muerte, que acontece poco después,<br />
en 1357.<br />
Lo que nadie se esperaba es<br />
que cuando el hijo se coronó<br />
como Pedro I de Portugal,<br />
montara la que montó: para<br />
empezar, anunció que se<br />
había casado en secreto años<br />
atrás con Inés y que, por<br />
tanto, la fallecida era reina de<br />
Portugal. Y no sólo eso, señores,<br />
que aún hay más, ya que<br />
encima mandó exhumar el cadáver<br />
de su amante, sentarlo<br />
a su lado en la sala del trono,<br />
coronarla y obligar a todos<br />
sus súbditos que pasaran,<br />
uno a uno, a besar su esquelética<br />
mano. Luego, como no<br />
podía ser menos, ordenó que<br />
los asesinos de Inés fueran<br />
ejecutados. Está claro que<br />
Pedro se ganó el sobrenombre<br />
de <strong>El</strong> Cruel a pulso y en pocos<br />
días (como ven, el apelativo estaba<br />
de moda en aquellos años entre los<br />
reyes).<br />
Pedro I muere en 1367 —para alivio de muchos<br />
de sus súbditos, pues fue un reinado un tanto<br />
despótico— y deja la corona en manos de su hijo, Fernando<br />
I, apodado <strong>El</strong> Hermoso, aunque muchos lo llaman<br />
<strong>El</strong> Inconsciente pues se encarga, él solito, de llevar a Portugal<br />
a dos guerras seguidas contra Castilla, y no gana ninguna<br />
el buen hombre. La primera tiene lugar cuando<br />
Enrique de Trastámara mata a su hermanastro Pedro I de<br />
Castilla, momento que aprovecha el portugués para dejar<br />
caer que, bueno, que él desciende directa y legítimamente<br />
del rey Sancho IV, y que tiene más derecho a sentarse en el<br />
trono de Castilla que el bastardo de Trastámara. Y claro, si<br />
tenemos en cuenta que el susodicho bastardo se había pegado<br />
más de diez años de guerra civil contra su hermanastro<br />
para conseguir la corona, podemos entender por qué<br />
le dice al portugués que si quieres arroz, Catalina, y que<br />
se vaya a dar la tabarra a otro reino. Y tras dos intentonas<br />
de Fernando I de someter a Castilla mediante incursiones