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fase 2 - El Grimorio

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DÍA DE MERCADO<br />

Tiendas en la ciudad las hay, normalmente en la calle principal.<br />

Son casas corrientes, cuya planta baja ha sido habilitada como<br />

comercio, al igual que en los talleres de los artesanos gremios.<br />

Al igual que éstos, los viandantes ven lo que hay en el interior<br />

a través del amplio arco de las puertas, abiertas de par en par.<br />

Cosa buena, en un mundo donde ningún cartel serviría, ya que<br />

el común de las gentes ni sabe leer ni escribir. Estas tiendas a<br />

tiempo completo suelen ser escasas, ya que sirven para abastecer<br />

de objetos de lujo a los poderosos que pueden pagar los altos<br />

precios que por ellos se piden: piezas de lino finamente bordadas,<br />

pan blanco recién horneado, carne fresca, ni acecinada ni<br />

ahumada, y mil y una golosinas y caprichos más.<br />

Las más de las gentes, para su abasto, van el día de la semana<br />

que toca mercado a comprar todo lo que necesitarán a lo largo<br />

de ésta. <strong>El</strong> mercado suele alzarse más allá de los arrabales, salvo<br />

que tenga la ciudad plaza lo bastante amplia para albergarlo, ya<br />

que allí se compra y se vende de todo: desde caballerías hasta<br />

comida guisada o para guisar, pasando por lanas, paños y telas,<br />

ropa ya confeccionada (poca y de humilde calidad, que bien que<br />

se sabe que a buen seguro será de muerto, que los ricos se hacen<br />

hacer las ropas a medida y los pobres se las hacen ellos mismos,<br />

o las heredan de sus padres). También se encuentran joyas, carne<br />

curada, ya fuere ahumada o salada; animales menores vivos<br />

(ovejas, carneros, aves de corral) para sacrificar y comer cuando<br />

corresponda; abarcas y demás calzado; aperos de labranza y herramientas<br />

diversas, armas, cecina de vaca o de castrón, vino,<br />

trigo, legumbres… Todo lo que en su día parió Dios se puede<br />

comprar, vender y la mayor parte de las veces intercambiar en<br />

día de mercado, en alegre mescolanza y gran bullicio.<br />

LA FERIA<br />

Si esto les parecía a vuesas mercedes un caos que ni la torre de<br />

Babel superara, no han imaginado nada, pues nada es comparable<br />

a la Feria. Ésta suele celebrarse una vez al año (aunque en<br />

algunas ciudades se hace dos veces al año, una en primavera y<br />

otra a principios del otoño), muchas veces coincidiendo con la<br />

festividad del santo patrón de la ciudad. Suele durar unos<br />

quince días y, en ellos, la ciudad cambia: durante estos días los<br />

comerciantes que lleguen están exentos del pago de portes (especie<br />

de impuesto o tributo que se paga por las mercancías al<br />

entrar en una ciudad, y que sí se paga en día de mercado), lo<br />

cual hace que lleguen comerciantes de otras ciudades y reinos<br />

cargados con sus mejores productos. La ciudad es invadida por<br />

ellos: los comerciantes no sólo ocupan el espacio normalmente<br />

ocupado durante el mercado, sino que se extienden también a<br />

las calles y plazas circundantes. Tanto es el bullicio, que en Barcelona<br />

el mismo rey evita estar en la ciudad esos días, ya que<br />

los mercaderes invaden la plaza que está ante su palacio.<br />

Las ferias más importantes son las de Winchester y Stanford en<br />

Inglaterra; las de Brujas e Ypres en Flandes; las de Verona y<br />

Pars X2: Mores<br />

Comerciando en Intramuros<br />

lo que llega de Extramuros<br />

Milán en Italia. En la Península destacan las de Beja, Evora y<br />

Penamacor, en Portugal; las de Vich y Gerona, en Cataluña; las<br />

de Valladolid, Sahún, Cuenca, Cáceres, Sevilla, Mérida, Burgos<br />

y Palencia en Castilla. Mención aparte merece la de Medina del<br />

Campo, cuyos soportales de la plaza mayor albergan una de las<br />

ferias más importantes de toda Europa, atrayendo comerciantes<br />

de países lejanos con las más exóticas mercaderías.<br />

Una feria difiere de un mercado (aparte de en su volumen y en<br />

el exotismo de sus productos) en el aspecto: si en un mercado,<br />

como ha de ser para un día, muchas veces los puestos no tienen<br />

ni toldos ni tablas, sino que son poca cosa más que un manto<br />

sobre el que se expone la mercancía; en una feria, que ha de<br />

durar una semana o dos, son tiendas entoldadas, con buenas tablas<br />

con caballetes a modo de mesas donde se exponen las mercaderías<br />

de manera agradable para la vista. Se trata de que los<br />

puestos formen calles y de que las mercancías estén agrupadas<br />

según su género, a la manera de las calles gremiales, y no en<br />

abigarrada mescolanza como en los mercados.<br />

Otro elemento en el que se diferencian las ferias de los mercados<br />

es que los comerciantes venden y compran, normalmente al por<br />

mayor, para irse luego a otra feria distante a vender lo más caro<br />

posible y comprar barato. Este tipo de tratos, entre gentes del<br />

oficio, se suelen cerrar el último día, aunque se van apalabrando<br />

a lo largo de toda la feria. Si sale una oferta mejor, el que primero<br />

fijó el precio tiene la opción de pujar al alza o retirarse.<br />

A esto hay que añadir, que no podían faltar, los puestos de comida,<br />

los jugadores de ventaja o que no la necesitan para desplumar<br />

a incautos, los juglares que entretienen con sus<br />

chanzas a las gentes…, y las prostitutas que tratan de entremeterlos<br />

de otras maneras. No citaremos a los robabolsas, que<br />

ya los hay en el mercado, en la calle y en cualquier sitio donde<br />

haya más de tres personas juntas.<br />

LEYES DE MERCADO Y FERIA<br />

Al Concejo le interesa que haya comercio, faltaría más. Por eso,<br />

en días de mercado o feria no se impide la entrada en la población<br />

a ningún mercader, ni aunque hubiera restricciones a<br />

la entrada de viajeros (salvo en el caso de peligro de epidemia,<br />

por supuesto).<br />

A un mercader jamás se le incautarán como prenda de pago<br />

sus animales de transporte y, en caso de que fueran robadas<br />

sus mercaderías, la justicia tiene la obligación de intervenir con<br />

la mayor diligencia. Caso de no atraparse al ladrón, o no poder<br />

éste restituir lo robado, el Concejo de la población o el señor<br />

del lugar tendrá que indemnizar al mercader.<br />

<strong>El</strong> día de mercado, y sobre todo en tiempo de feria, el merino<br />

es prácticamente el dueño y señor de la ciudad, pues ha de<br />

mantener el orden en medio del caos y el tumulto de tanta<br />

compra y venta, y sobre todo entre tanta gente forastera que<br />

puede llegar a reunirse (especialmente en el caso de las ferias).<br />

Por ello, se alza la tienda del merino en el recinto,<br />

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