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DÍA DE MERCADO<br />
Tiendas en la ciudad las hay, normalmente en la calle principal.<br />
Son casas corrientes, cuya planta baja ha sido habilitada como<br />
comercio, al igual que en los talleres de los artesanos gremios.<br />
Al igual que éstos, los viandantes ven lo que hay en el interior<br />
a través del amplio arco de las puertas, abiertas de par en par.<br />
Cosa buena, en un mundo donde ningún cartel serviría, ya que<br />
el común de las gentes ni sabe leer ni escribir. Estas tiendas a<br />
tiempo completo suelen ser escasas, ya que sirven para abastecer<br />
de objetos de lujo a los poderosos que pueden pagar los altos<br />
precios que por ellos se piden: piezas de lino finamente bordadas,<br />
pan blanco recién horneado, carne fresca, ni acecinada ni<br />
ahumada, y mil y una golosinas y caprichos más.<br />
Las más de las gentes, para su abasto, van el día de la semana<br />
que toca mercado a comprar todo lo que necesitarán a lo largo<br />
de ésta. <strong>El</strong> mercado suele alzarse más allá de los arrabales, salvo<br />
que tenga la ciudad plaza lo bastante amplia para albergarlo, ya<br />
que allí se compra y se vende de todo: desde caballerías hasta<br />
comida guisada o para guisar, pasando por lanas, paños y telas,<br />
ropa ya confeccionada (poca y de humilde calidad, que bien que<br />
se sabe que a buen seguro será de muerto, que los ricos se hacen<br />
hacer las ropas a medida y los pobres se las hacen ellos mismos,<br />
o las heredan de sus padres). También se encuentran joyas, carne<br />
curada, ya fuere ahumada o salada; animales menores vivos<br />
(ovejas, carneros, aves de corral) para sacrificar y comer cuando<br />
corresponda; abarcas y demás calzado; aperos de labranza y herramientas<br />
diversas, armas, cecina de vaca o de castrón, vino,<br />
trigo, legumbres… Todo lo que en su día parió Dios se puede<br />
comprar, vender y la mayor parte de las veces intercambiar en<br />
día de mercado, en alegre mescolanza y gran bullicio.<br />
LA FERIA<br />
Si esto les parecía a vuesas mercedes un caos que ni la torre de<br />
Babel superara, no han imaginado nada, pues nada es comparable<br />
a la Feria. Ésta suele celebrarse una vez al año (aunque en<br />
algunas ciudades se hace dos veces al año, una en primavera y<br />
otra a principios del otoño), muchas veces coincidiendo con la<br />
festividad del santo patrón de la ciudad. Suele durar unos<br />
quince días y, en ellos, la ciudad cambia: durante estos días los<br />
comerciantes que lleguen están exentos del pago de portes (especie<br />
de impuesto o tributo que se paga por las mercancías al<br />
entrar en una ciudad, y que sí se paga en día de mercado), lo<br />
cual hace que lleguen comerciantes de otras ciudades y reinos<br />
cargados con sus mejores productos. La ciudad es invadida por<br />
ellos: los comerciantes no sólo ocupan el espacio normalmente<br />
ocupado durante el mercado, sino que se extienden también a<br />
las calles y plazas circundantes. Tanto es el bullicio, que en Barcelona<br />
el mismo rey evita estar en la ciudad esos días, ya que<br />
los mercaderes invaden la plaza que está ante su palacio.<br />
Las ferias más importantes son las de Winchester y Stanford en<br />
Inglaterra; las de Brujas e Ypres en Flandes; las de Verona y<br />
Pars X2: Mores<br />
Comerciando en Intramuros<br />
lo que llega de Extramuros<br />
Milán en Italia. En la Península destacan las de Beja, Evora y<br />
Penamacor, en Portugal; las de Vich y Gerona, en Cataluña; las<br />
de Valladolid, Sahún, Cuenca, Cáceres, Sevilla, Mérida, Burgos<br />
y Palencia en Castilla. Mención aparte merece la de Medina del<br />
Campo, cuyos soportales de la plaza mayor albergan una de las<br />
ferias más importantes de toda Europa, atrayendo comerciantes<br />
de países lejanos con las más exóticas mercaderías.<br />
Una feria difiere de un mercado (aparte de en su volumen y en<br />
el exotismo de sus productos) en el aspecto: si en un mercado,<br />
como ha de ser para un día, muchas veces los puestos no tienen<br />
ni toldos ni tablas, sino que son poca cosa más que un manto<br />
sobre el que se expone la mercancía; en una feria, que ha de<br />
durar una semana o dos, son tiendas entoldadas, con buenas tablas<br />
con caballetes a modo de mesas donde se exponen las mercaderías<br />
de manera agradable para la vista. Se trata de que los<br />
puestos formen calles y de que las mercancías estén agrupadas<br />
según su género, a la manera de las calles gremiales, y no en<br />
abigarrada mescolanza como en los mercados.<br />
Otro elemento en el que se diferencian las ferias de los mercados<br />
es que los comerciantes venden y compran, normalmente al por<br />
mayor, para irse luego a otra feria distante a vender lo más caro<br />
posible y comprar barato. Este tipo de tratos, entre gentes del<br />
oficio, se suelen cerrar el último día, aunque se van apalabrando<br />
a lo largo de toda la feria. Si sale una oferta mejor, el que primero<br />
fijó el precio tiene la opción de pujar al alza o retirarse.<br />
A esto hay que añadir, que no podían faltar, los puestos de comida,<br />
los jugadores de ventaja o que no la necesitan para desplumar<br />
a incautos, los juglares que entretienen con sus<br />
chanzas a las gentes…, y las prostitutas que tratan de entremeterlos<br />
de otras maneras. No citaremos a los robabolsas, que<br />
ya los hay en el mercado, en la calle y en cualquier sitio donde<br />
haya más de tres personas juntas.<br />
LEYES DE MERCADO Y FERIA<br />
Al Concejo le interesa que haya comercio, faltaría más. Por eso,<br />
en días de mercado o feria no se impide la entrada en la población<br />
a ningún mercader, ni aunque hubiera restricciones a<br />
la entrada de viajeros (salvo en el caso de peligro de epidemia,<br />
por supuesto).<br />
A un mercader jamás se le incautarán como prenda de pago<br />
sus animales de transporte y, en caso de que fueran robadas<br />
sus mercaderías, la justicia tiene la obligación de intervenir con<br />
la mayor diligencia. Caso de no atraparse al ladrón, o no poder<br />
éste restituir lo robado, el Concejo de la población o el señor<br />
del lugar tendrá que indemnizar al mercader.<br />
<strong>El</strong> día de mercado, y sobre todo en tiempo de feria, el merino<br />
es prácticamente el dueño y señor de la ciudad, pues ha de<br />
mantener el orden en medio del caos y el tumulto de tanta<br />
compra y venta, y sobre todo entre tanta gente forastera que<br />
puede llegar a reunirse (especialmente en el caso de las ferias).<br />
Por ello, se alza la tienda del merino en el recinto,<br />
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