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fase 2 - El Grimorio

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una gran bolsa de oro. Se dice que sus relaciones con<br />

Surgat no son tan malas como deberían ser entre un<br />

arcángel y un demonio superior y que en aquellas ocasiones<br />

en las que sus caminos se han cruzado han conseguido<br />

llegar ambos a un acuerdo sin pelear. Y es que, como ellos mismos<br />

dicen encogiéndose de hombros: “Son sólo negocios…”.<br />

SAMAEL<br />

Arcángel de la Guerra<br />

Conocido también como Uriel o Fanuel, su nombre significa<br />

“veneno (o fuego) de Dios”. En el Apocalipsis apócrifo de<br />

San Pedro se le cita como el ángel del arrepentimiento pues<br />

Samael, en los días de la rebelión de Lucifer, combatió al lado<br />

de éste último junto a su hermano gemelo Abigor, ya que<br />

ambos eran lugartenientes de Belzebuth, el señor infernal de<br />

la guerra. Pero tras la derrota de los partidarios de Lucifer y<br />

de su posterior destierro a los Infiernos, Samael decidió desertar<br />

y solicitar el perdón divino, huyendo del Infierno no<br />

sin antes haber robado la espada de Belzebuth, una espada<br />

UCHOS son los sabios que en el pasado nos hablaron<br />

Mde los ángeles: San Ambrosio, San Jerónimo, San<br />

Pablo, Santo Tomás de Aquino y, sobre todo, el patriarca<br />

Enoch (al menos, antes de que San Jerónimo<br />

lo desautorizase declarando apócrifos sus textos). Por desgracia,<br />

a menudo estos teólogos tienden a contradecirse entre sí.<br />

Para la descripción que presentamos aquí del ejército divino<br />

en el mundo de Aquelarre nos hemos basado en varias fuentes,<br />

tomando un poco de aquí y otro poco de allí. Consideraremos<br />

que esta descripción es válida (a grandes rasgos) para las tres<br />

grandes religiones medievales —judíos, musulmanes y cristianos—.<br />

Los textos consultados son las Jerarquías Celestiales de<br />

Dionisio, la Summa Teológica de Santo Tomás de Aquino y los<br />

dos libros de Enoch.<br />

Según estos autores, hay nueve tipos de ángeles, nueve órdenes<br />

angélicas situadas alrededor del Trono de Gloria<br />

donde está el Señor. Estos nueve grupos se subdividen en<br />

tres, según su mayor o menor cercanía a la Gloria Divina: la<br />

Tríada Superior, formada por serafines, querubines y tronos;<br />

la Tríada Intermedia, con dominaciones, virtudes y potestades;<br />

y la Tríada Inferior, donde están los principados, los ángeles<br />

propiamente dichos y los arcángeles, de los que<br />

hablamos en la sección anterior.<br />

LA TRÍADA SUPERIOR<br />

En ella se agrupan los seres angélicos destinados a servir directamente<br />

al Señor, que son los siguientes:<br />

SERAFINES<br />

Son los más cercanos a Dios de entre todas las criaturas de<br />

la Creación, seres de luz y pensamientos puros cuya única<br />

actividad es la de rodear el Trono Divino y cantar sin cesar<br />

la Gloria del Señor (el cántico hebreo Kadosh, kadosh, kadosh,<br />

que los cristianos tradujeron más o menos libremente<br />

Pars 1X: Angelicum Natura<br />

Jerarquía Celestial<br />

que había sido forjada con los fuegos primigenios<br />

de la Creación, extremadamente poderosa en<br />

manos de un ángel o un demonio. Desgraciadamente,<br />

Abigor salió en su persecución, y en el forcejeo<br />

que ambos mantuvieron la espada cayó a la<br />

Tierra, perdiéndose para siempre. Pero, aun sin la espada,<br />

Samael fue perdonado y al poco se le concedió el<br />

estatus de arcángel, así como el de general de las huestes<br />

angélicas. Fanático como todos los renegados, es implacable<br />

con los enemigos de Dios y desconoce totalmente el significado<br />

de la palabra ‟piedad”.<br />

Aunque puede adoptar cualquier apariencia, su aspecto favorito<br />

es el de un ser humano alto, de piel ligeramente azulada<br />

y cabellos dorados, muy largos. Sus ojos carecen de pupilas y<br />

no le gusta alzar la voz. Es él el que da fuerzas al combatiente<br />

embarcado en una lucha santa y el que destruye a los seres demoníacos,<br />

ya sea en persona o ayudado por alguna de las criaturas<br />

angélicas más feroces, como los naphaim, los hayyoth o<br />

los terribles malache habbalah.<br />

con el famoso Santo, santo, santo es el Señor, la Tierra está<br />

llena de su Gloria). Isaías, que dice haberlos visto, los describe<br />

como seres fulgurantes de seis alas y cuatro cabezas<br />

(Libro de Isaías 6, 2).<br />

Según Enoch, en un principio sólo fueron creados cuatro serafines,<br />

correspondientes a los cuatro extremos del mundo. <strong>El</strong><br />

principal entre ellos era el célebre Luzbel Helel ben Shahar, que<br />

se enfrentaría a Dios convirtiéndose en Lucifer o Satanás —tal<br />

y como se explica en el capítulo anterior—. Miguel (según<br />

Enoch, Gabriel) era otro de ellos, pero debido a la traición de su<br />

compañero fue destinado a un puesto más activo en la guerra<br />

entre el Cielo y el Infierno. Los otros dos serafines se llaman Kemuel<br />

y Natanael. No se sabe si el Señor ha creado más.<br />

QUERUBINES<br />

Su nombre procede de la palabra hebrea kerub, que según algunos<br />

significa “el que intercede”, aunque según otros sólo<br />

quiere decir “conocimiento”. Sea como fuere, fueron los querubines<br />

los que, según las tradiciones judía y cristiana, se ubicaron<br />

al este del Edén para custodiar el camino hacia el árbol<br />

de la Vida e igualmente fue un querubín, empuñando una espada<br />

llameante, el que expulsó a Adán y a Eva del Paraíso (Génesis<br />

3, 24).<br />

Ezequiel y, sobre todo, San Juan en su Apocalipsis nos hacen<br />

una cuidadosa descripción de estas criaturas: según parece tienen<br />

una sola cabeza, cuatro alas e innumerables ojos repartidos<br />

por todo el cuerpo, incluso por las alas, ya que son<br />

guardianes que todo lo ven (Apocalipsis 4, 8).<br />

TRONOS<br />

También conocidos por el nombre de ofanines o galgalines, Ezequiel<br />

y Enoch los describen como estelas o serpientes de fuego,<br />

tan brillantes como brasas, “carbones de fuego ardiente (...), los<br />

seres iban y venían como el rayo”. Su función en el orden celestial<br />

es la de servir como mensajeros de Dios, encargados<br />

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