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EL ORIGEN DE LA UNIVERSIDAD:<br />
LAS ESCUELAS MONACAL Y<br />
CATEDRALICIA<br />
A San Isidoro de Sevilla hay que echarle las culpas de este nido<br />
de pecadores llamado Universidad (o Estudio General). Él,<br />
muy justamente llamado “<strong>El</strong> más Ilustre Pedagogo”, ideó el modelo<br />
básico de la enseñanza. Dedicada esencialmente a la formación<br />
de clérigos, gira en torno a un obispo o abad y está<br />
situada en un monasterio o catedral. A los escolares se les enseña<br />
primero a leer y a escribir y, a continuación, a aprenderse<br />
de memoria los salmos y los himnos litúrgicos. Sólo entonces<br />
pueden empezar el aprendizaje de las siete artes: Gramática,<br />
Retórica, Dialéctica, Aritmética, Geometría, Música y Astronomía.<br />
Al cumplir los dieciocho años se les interroga sobre su<br />
vocación: si desean seguir la carrera clerical continúan con el<br />
estudio de las Sagradas Escrituras, los dogmas, la moral, disciplinas<br />
eclesiásticas y el Derecho Canónico, como bien reza<br />
en sus libros Sententiae y Etimologiae. Los que renuncian a los<br />
votos se integran en el mundo laico, con una formación privilegiada<br />
que les permite ser desde escribanos (que no es poco)<br />
hasta cronistas y secretarios de señores y reyes. Las más afamadas<br />
escuelas monacales y catedralicias de la Península se<br />
encuentran en Toledo, Sigüenza, Burgo de Osma, Palencia,<br />
León, Santiago de Compostela, Calahorra, Ripoll, Vich, Montserrat<br />
y Tarragona.<br />
LA UNIVERSIDAD MEDIEVAL<br />
Aquelarre: Juego de rol demoníaco medieval<br />
Universidades y Estudiantes<br />
Aunque las escuelas monacales y catedralicias coexisten durante<br />
toda la Edad Media con las universidades, la creación<br />
de éstas pronto se convierte en una necesidad: el ansia de<br />
saber, que apoyan los intelectuales citando nada menos que<br />
a San Agustín (“Si los filósofos paganos, sobre todo los platónicos,<br />
han formulado verdades útiles para nuestra fe, no<br />
solamente no hay que temer a esas verdades, sino que es<br />
preciso arrancarlas para nuestro uso a esos ilegítimos detentadores”),<br />
hace que las escuelas se queden pequeñas y<br />
haya que buscar, ya en el seno de las ciudades, recintos de<br />
enseñanza en condiciones para desempeñar la docencia a<br />
más de un puñado de estudiantes (aunque el dicho popular<br />
rece que el Diablo sólo enseña a siete estudiantes a la vez<br />
porque es imposible que mayor número de alumnos presten<br />
atención). A pesar de su carácter claramente urbanita, la enseñanza<br />
no pierde el amparo eclesiástico, ya que el matrimonio<br />
favorece tanto a los profesores y los estudiantes<br />
como a la Iglesia: los primeros, se rigen por la justicia eclesiástica<br />
(más amiga de penitencias que de patíbulos) y la segunda,<br />
porque sigue así monopolizando, de algún modo, la<br />
cultura. Y el que controla el saber, controla lo que se debe<br />
decir…, y lo que es mejor callar y olvidar. Y no digamos<br />
más, que ya está dicho todo.<br />
Los estudiantes inician los estudios a los quince o dieciséis<br />
años (aunque es normal que asistan alumnos de<br />
mayor edad) y es obligatorio que hayan aprendido, bien<br />
por un preceptor privado bien por una escuela catedralicia<br />
o monacal, a leer y escribir. Los cursos son de once<br />
meses, de octubre a septiembre, y en las clases se usa un<br />
método de aprendizaje básicamente oral (recordemos que<br />
la imprenta no está inventada y, por lo tanto, un libro es<br />
un objeto de lujo extremadamente caro). Las clases están<br />
muy reglamentadas e imitan el método de las escuelas catedralicias.<br />
Se inician a las seis o las siete de la mañana,<br />
cuando el maestro lee un texto y lo comenta, muchas<br />
veces planteando un problema. A esta parte se la llama<br />
Expositio o Quaestio, y suele durar hasta las nueve. Luego<br />
lo discute con los alumnos, que han de tomar parte activa<br />
en el debate (Disputatio), hasta llegar entre todos a una<br />
conclusión (Sententia, Conclusio) a la que se suele llegar en<br />
un par de horas. Luego se procede a una nueva lectura y<br />
vuelta a empezar hasta la hora de la comida. Tras ella, una<br />
nueva lectura. Ni que decir tiene que los estudiantes han<br />
de memorizar lo aprendido, y la mejor manera es enzarzarse<br />
entre ellos en ardientes disputas sobre diferentes teorías,<br />
para mejor aprender a discurrir y retener los<br />
conocimientos.<br />
En la Facultad de Artes se cursan los estudios que se dan<br />
en las escuelas catedralicias, ahora ya divididos en dos<br />
grandes grupos: el Trivium (Gramática, Dialéctica y Retórica)<br />
y Quadrivium (Aritmética, Geometría, Astronomía y<br />
Música). <strong>El</strong> dominio de estas asignaturas es obligatorio<br />
antes de pasar a las escuelas llamadas mayores (Medicina,<br />
Teología y Leyes). <strong>El</strong> tiempo de docencia no es el mismo<br />
para todas, sino que es, respectivamente, cuatro, cinco y<br />
seis años. Una vez pasado ese tiempo el estudiante puede<br />
optar al título de bachiller en la materia que ha elegido,<br />
para lo cual ha de lograr la aprobación de un profesor y<br />
del rector de la Universidad, convenciéndoles en una<br />
charla privada (auténtico examen oral, aunque en ocasiones<br />
ser hijo de fulano o mengano ayuda mucho, en especial<br />
si se lleva al examen una bolsa bien llena) de que ya<br />
dispone de los conocimientos necesarios. Luego, un día<br />
normal de clase, sube a la tribuna en lugar del profesor y<br />
da él la materia. Una vez lograda la aprobación, hay que<br />
pagar las tasas y celebrar un banquete con sus amigos: en<br />
Salamanca, por ejemplo, el banquete consistía en sacrificar<br />
un ternero, y con su sangre, ya bastante borrachos, el<br />
nuevo bachiller y sus compañeros escribían en las paredes<br />
el nombre del nuevo aprobado. Tal costumbre se sigue haciendo<br />
hoy en día, aunque, evidentemente, ya no con sangre<br />
de vaca.<br />
CONVERTIRSE EN PROFESOR<br />
Lograr la licentia ubique docendi (más comúnmente, la licenciatura)<br />
que le permita dar clases ya es algo más complicado<br />
para el estudiante. Hija del Medievo, la Universidad<br />
está estructurada como un gremio más. Los maestros universitarios<br />
(universitas magistrorum) se reservan el derecho