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fase 2 - El Grimorio

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406<br />

EL ORIGEN DE LA UNIVERSIDAD:<br />

LAS ESCUELAS MONACAL Y<br />

CATEDRALICIA<br />

A San Isidoro de Sevilla hay que echarle las culpas de este nido<br />

de pecadores llamado Universidad (o Estudio General). Él,<br />

muy justamente llamado “<strong>El</strong> más Ilustre Pedagogo”, ideó el modelo<br />

básico de la enseñanza. Dedicada esencialmente a la formación<br />

de clérigos, gira en torno a un obispo o abad y está<br />

situada en un monasterio o catedral. A los escolares se les enseña<br />

primero a leer y a escribir y, a continuación, a aprenderse<br />

de memoria los salmos y los himnos litúrgicos. Sólo entonces<br />

pueden empezar el aprendizaje de las siete artes: Gramática,<br />

Retórica, Dialéctica, Aritmética, Geometría, Música y Astronomía.<br />

Al cumplir los dieciocho años se les interroga sobre su<br />

vocación: si desean seguir la carrera clerical continúan con el<br />

estudio de las Sagradas Escrituras, los dogmas, la moral, disciplinas<br />

eclesiásticas y el Derecho Canónico, como bien reza<br />

en sus libros Sententiae y Etimologiae. Los que renuncian a los<br />

votos se integran en el mundo laico, con una formación privilegiada<br />

que les permite ser desde escribanos (que no es poco)<br />

hasta cronistas y secretarios de señores y reyes. Las más afamadas<br />

escuelas monacales y catedralicias de la Península se<br />

encuentran en Toledo, Sigüenza, Burgo de Osma, Palencia,<br />

León, Santiago de Compostela, Calahorra, Ripoll, Vich, Montserrat<br />

y Tarragona.<br />

LA UNIVERSIDAD MEDIEVAL<br />

Aquelarre: Juego de rol demoníaco medieval<br />

Universidades y Estudiantes<br />

Aunque las escuelas monacales y catedralicias coexisten durante<br />

toda la Edad Media con las universidades, la creación<br />

de éstas pronto se convierte en una necesidad: el ansia de<br />

saber, que apoyan los intelectuales citando nada menos que<br />

a San Agustín (“Si los filósofos paganos, sobre todo los platónicos,<br />

han formulado verdades útiles para nuestra fe, no<br />

solamente no hay que temer a esas verdades, sino que es<br />

preciso arrancarlas para nuestro uso a esos ilegítimos detentadores”),<br />

hace que las escuelas se queden pequeñas y<br />

haya que buscar, ya en el seno de las ciudades, recintos de<br />

enseñanza en condiciones para desempeñar la docencia a<br />

más de un puñado de estudiantes (aunque el dicho popular<br />

rece que el Diablo sólo enseña a siete estudiantes a la vez<br />

porque es imposible que mayor número de alumnos presten<br />

atención). A pesar de su carácter claramente urbanita, la enseñanza<br />

no pierde el amparo eclesiástico, ya que el matrimonio<br />

favorece tanto a los profesores y los estudiantes<br />

como a la Iglesia: los primeros, se rigen por la justicia eclesiástica<br />

(más amiga de penitencias que de patíbulos) y la segunda,<br />

porque sigue así monopolizando, de algún modo, la<br />

cultura. Y el que controla el saber, controla lo que se debe<br />

decir…, y lo que es mejor callar y olvidar. Y no digamos<br />

más, que ya está dicho todo.<br />

Los estudiantes inician los estudios a los quince o dieciséis<br />

años (aunque es normal que asistan alumnos de<br />

mayor edad) y es obligatorio que hayan aprendido, bien<br />

por un preceptor privado bien por una escuela catedralicia<br />

o monacal, a leer y escribir. Los cursos son de once<br />

meses, de octubre a septiembre, y en las clases se usa un<br />

método de aprendizaje básicamente oral (recordemos que<br />

la imprenta no está inventada y, por lo tanto, un libro es<br />

un objeto de lujo extremadamente caro). Las clases están<br />

muy reglamentadas e imitan el método de las escuelas catedralicias.<br />

Se inician a las seis o las siete de la mañana,<br />

cuando el maestro lee un texto y lo comenta, muchas<br />

veces planteando un problema. A esta parte se la llama<br />

Expositio o Quaestio, y suele durar hasta las nueve. Luego<br />

lo discute con los alumnos, que han de tomar parte activa<br />

en el debate (Disputatio), hasta llegar entre todos a una<br />

conclusión (Sententia, Conclusio) a la que se suele llegar en<br />

un par de horas. Luego se procede a una nueva lectura y<br />

vuelta a empezar hasta la hora de la comida. Tras ella, una<br />

nueva lectura. Ni que decir tiene que los estudiantes han<br />

de memorizar lo aprendido, y la mejor manera es enzarzarse<br />

entre ellos en ardientes disputas sobre diferentes teorías,<br />

para mejor aprender a discurrir y retener los<br />

conocimientos.<br />

En la Facultad de Artes se cursan los estudios que se dan<br />

en las escuelas catedralicias, ahora ya divididos en dos<br />

grandes grupos: el Trivium (Gramática, Dialéctica y Retórica)<br />

y Quadrivium (Aritmética, Geometría, Astronomía y<br />

Música). <strong>El</strong> dominio de estas asignaturas es obligatorio<br />

antes de pasar a las escuelas llamadas mayores (Medicina,<br />

Teología y Leyes). <strong>El</strong> tiempo de docencia no es el mismo<br />

para todas, sino que es, respectivamente, cuatro, cinco y<br />

seis años. Una vez pasado ese tiempo el estudiante puede<br />

optar al título de bachiller en la materia que ha elegido,<br />

para lo cual ha de lograr la aprobación de un profesor y<br />

del rector de la Universidad, convenciéndoles en una<br />

charla privada (auténtico examen oral, aunque en ocasiones<br />

ser hijo de fulano o mengano ayuda mucho, en especial<br />

si se lleva al examen una bolsa bien llena) de que ya<br />

dispone de los conocimientos necesarios. Luego, un día<br />

normal de clase, sube a la tribuna en lugar del profesor y<br />

da él la materia. Una vez lograda la aprobación, hay que<br />

pagar las tasas y celebrar un banquete con sus amigos: en<br />

Salamanca, por ejemplo, el banquete consistía en sacrificar<br />

un ternero, y con su sangre, ya bastante borrachos, el<br />

nuevo bachiller y sus compañeros escribían en las paredes<br />

el nombre del nuevo aprobado. Tal costumbre se sigue haciendo<br />

hoy en día, aunque, evidentemente, ya no con sangre<br />

de vaca.<br />

CONVERTIRSE EN PROFESOR<br />

Lograr la licentia ubique docendi (más comúnmente, la licenciatura)<br />

que le permita dar clases ya es algo más complicado<br />

para el estudiante. Hija del Medievo, la Universidad<br />

está estructurada como un gremio más. Los maestros universitarios<br />

(universitas magistrorum) se reservan el derecho

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