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garganta. Luce túnica amplia y oscura, de buen paño y<br />
con el cuello y los puños de las mangas forrados de armiño,<br />
lo que denota a las claras que es cristiano, y no judío<br />
ni moro. Es Estebanillo quien sirve el vino, aunque él conserva las<br />
formas de no sentarse hasta que no lo haga algún noble portador de<br />
espada o un clérigo, que superiores en rango son de él. Sólo entonces<br />
se dará acomodo, y tras mirar con ojos de ave de presa al grupo por él<br />
reunido les explicará:<br />
“Vuesas mercedes andan con preguntas, como es de natural, pero tengo<br />
todas las respuestas. Para ello he de presentarme, así que lo haré: maese<br />
Manuel me llaman, y tal soy, ni más ni menos, que carezco de apellidos<br />
ilustres, por ser mi casa bajuna. Por mercader me tengo, y negocios hago,<br />
pero siempre a la buena vera del Señor, que no practico la usura como<br />
hacen esos enjuínos que mataron a Cristo.<br />
Buscando negocio me fijé en torre vieja, casi en ruinas, que se encuentra<br />
en las cercanías, junto a un riachuelo que podría agrandarse con escaso<br />
esfuerzo. Olfateé oro, pues bien fácil que sería convertir la torre en molino<br />
de agua uniéndole un aspa de madera que el río moviera y una rueda de<br />
moler en su interior. Tan fácil, que me extrañó que nadie lo hubiera hecho<br />
antes. ¡Iluso de mí! Siendo como son estas tierras feudo de la orden de Santiago,<br />
a los santiaguistas me fui, y previo pago de una sustanciosa donación<br />
para su santa causa conseguí permiso para levantar molino y moler harina,<br />
quedando entendido que ellos se quedarían con una parte de la misma,<br />
pues bien saben vuesas mercedes que los molinos son propiedad feudal, y<br />
nunca se venden, siempre se arriendan.<br />
Ya me parecía que lo más difícil del negocio estaba hecho cuando,<br />
¡pobre de mí! Me encontré con algo que, forastero que soy en esta tierra,<br />
desconocía: los del lugar temen las ruinas de la torre por considerarlas<br />
malditas, y ni a fuerza de todos los dineros del mundo lograría<br />
yo que se acercasen a trabajar para convertirlo en molino, y mucho<br />
menos que me vendiesen el grano o me comprasen luego la harina que<br />
allí fabricara. Caía en la desesperación cuando supe que había forasteros<br />
como yo, que no temen las supersticiones del lugar. Pues puedo<br />
jurarles que por mucho que he recorrido las ruinas, tanto de noche<br />
como de día, no he encontrado fantasma alguno, y sigo sano y salvo.<br />
Necesito de gentes que demuestren que tal superstición es falsa, y así<br />
se lo hagan ver a los naturales del lugar. Éste es el negocio que os<br />
quiero proponer, y por el cual 60 monedas de plata por persona estoy<br />
dispuesto a pagar. ¿Os place el trato?”<br />
Si a los personajes les parece poco el pago lo elevará a 90 de inmediato.<br />
Para conseguir que llegue a 120 habrá que hacer tirada confrontada<br />
de Comerciar y ganarla (maese Manuel tiene 90% en<br />
dicha competencia, así que deseo suerte al personaje que lo intente).<br />
Si el margen es ancho (más de 50 de diferencia), puede llegar<br />
a 150 monedas, y no más, que va a la ruina. Ni que decir tiene que<br />
el pago se hará una vez concluido el trabajo, y no antes, que maese<br />
Manuel no se va a mover, mientras que los personajes pueden irse<br />
cuando quieran. Esto último NO es negociable.<br />
Si alguien hace tirada de Empatía para ver si el mercader oculta<br />
algo, el Director de Juego le pondrá secretamente una dificultad<br />
de Imposible (es decir, restarle -75% puntos al valor de su competencia).<br />
Lo más fácil es que la falle, por lo que se le podrá decir,<br />
honradamente:<br />
Dice la verdad, y ninguna agañaza oculta.<br />
En el caso harto difícil de que le saliera tirada buena, se le dirá en<br />
privado:<br />
Te parece que algo esconde…, pero no sabrías decir qué. Algo más hay de<br />
lo que dice.<br />
Nada impide que los personajes hagan las preguntas que quieran<br />
a maese Manuel. Algunas de las más probables son:<br />
a ¿Dónde está la torre que queréis convertir en molino?<br />
Fabula 2: Fabula de Umbris<br />
A veinte minutos del pueblo, cruzando un bosquecillo que<br />
se encuentra al sur. Una vez atravesados los árboles, bien<br />
que se ve. No hay pérdida alguna.<br />
a ¿De dónde sois, maese Manuel?<br />
De una pequeña aldea llamada Madrid. Luego he residido<br />
en muchos lugares, buscando hacer fortuna, y no me ha ido<br />
mal, pero tampoco tan bien como desearía. Creo que por fin aquí,<br />
en Bullas, me ha sonreído la suerte… si tenéis éxito.<br />
a ¿A quién se le puede preguntar sobre los rumores de la superstición?<br />
A cualquiera en el pueblo, aunque donde más se desatan las lenguas,<br />
ni que decir tiene, es en la taberna.<br />
Por cierto, el vino de la jarra está realmente bueno, si alguno se decide<br />
a probar. De hecho, será la firma del negocio, el brindar todos<br />
juntos, tanto maese Manuel como los personajes. Si algún personaje<br />
es judío o musulmán en secreto,… ¡a ver cómo se las compone!<br />
II. CHISMORREOS<br />
Si los personajes y maese Manuel cierran el acuerdo, a los primeros<br />
les toca cumplir con lo pactado. Todos en la población saben de la<br />
leyenda, que es cuento viejo, de los que se cuentan a los niños para<br />
que no se alejen en demasía de lugar poblado. Y como creen en<br />
ella, si se les menta a cielo abierto se santiguarán y cerrarán la boca,<br />
que no es cosa de mentar a los muertos así como así. Sólo Estebanillo<br />
—que por ser natural de la zona sabe la historia, y siente que<br />
es servir a su señor contársela a los personajes— y gentes reunidas<br />
en la taberna —que ya se sabe que el vino desata las lenguas—, podrán<br />
relatarla:<br />
“Esa vieja torre por la que preguntáis está doblemente maldita, que la alzaron<br />
manos paganas, los romanos, y la maldijeron enemigos de la fe, los<br />
moros. Pues cercana a ella escondió un príncipe musulmán sus tesoros,<br />
matando luego a los esclavos que habían cavado el escondrijo. Él mismo<br />
murió luego a manos de los cristianos, y sus riquezas quedaron sin amo...,<br />
pero protegidas por las almas en pena de los que allí murieron, comandadas<br />
por el diablo de moro, que no dejará que nadie se acerque a su riqueza…”.<br />
Será necesaria una tirada de <strong>El</strong>ocuencia (o de Mando, si el que la<br />
realiza es de nivel social superior al de campesino o villano) para<br />
arrancar un trozo más jugoso de la verdad:<br />
“Lo cierto es que nunca le hicimos demasiado caso a la leyenda (que por<br />
aquí las hay, y todas las que uno quiera, y a veces uno se encuentra con<br />
una y se la merienda, o cosas peores) pero hace unos meses Pedro Ramales,<br />
῾el del Jornalero’, nos vino jurando y perjurando que era historia muy<br />
cierta, que él mismo había visto los fantasmas. Y como él era el que menos<br />
se creía la leyenda de la maldición (aunque no en lo de los tesoros, ojo) y<br />
como ha estado enfermo desde aquella noche…, pues nos lo creímos, que<br />
estas cosas son graciosas hasta que dejan de hacer gracia…”<br />
Los personajes han de enterarse de esta información a toda costa para<br />
pasar a lo siguiente, que es buscar al tal Pedro. Por ello, como Director<br />
de Juego, dales un poco de manga ancha, y da por buena casi cualquier<br />
cosa que se les ocurra: desde una tirada por Seducción (con un miembro<br />
del sexo opuesto, claro está) hasta invitar a rondas (dando bonificadores<br />
a la tirada correspondiente cuando más bebida ande la<br />
víctima). Esperemos que a ningún bruto se le ocurra recurrir al Tormento,<br />
pero bueno, las competencias están para ser usadas…<br />
III. LA VERDAD<br />
Sea como fuere, los personajes habrán salido del anterior apartado<br />
con un nombre: Pedro Ramales. Cualquiera del pueblo<br />
al que se le pregunte puede dar datos sobre él, sin necesidad<br />
de tirada alguna:<br />
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