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Bueno, sólo uno pequeñito.<br />
Un humano normal acostumbrado a caminar puede<br />
cubrir sobre terreno plano unas ocho leguas diarias. Vienen a<br />
ser unos cuarenta kilómetros. Eso seis días por semana, con<br />
una carga alrededor de un veinte por ciento de su peso. <strong>El</strong> séptimo<br />
hay que descansar.<br />
Hazlos sudar un poco. ¿Qué ropa llevan? ¿En qué estación estamos?<br />
¿Febrero, con armadura completa dices, por la sierra? ¿Qué<br />
calzado llevan? ¿Llevan agua? Ah, pero…, ¿esperaban encontrar<br />
una fuente o riachuelo digamos cada diez kilómetros? ¿Y posadas?<br />
Y que tiren los dados. Y que pierdan algunos puntos. No es demasiado<br />
camino, incluso por las sendas de la época se puede hacer en<br />
un par de días…, si no cargas un equipo fuera de razón.<br />
Y es que no hay malos caminos. Hay malos caminantes. Os lo dice<br />
uno que, modestia aparte, de verdad que sabe algo del tema.<br />
<strong>El</strong> padre portero<br />
Fabula 3: Amoris Litterae ad Librum Quendam<br />
Lo de antes era un pequeño aperitivo. Para separar el grano<br />
de la paja. Ahora tenemos a nuestros valientes PJs a las puertas<br />
de San Miguel de Aralar, cargados únicamente con lo imprescindible.<br />
Que, bien pensado, es bien poco.<br />
Y un libro. Y es que, con un libro, nunca estás solo.<br />
En el pueblo —apenas un puñado de casas— nadie les podrá<br />
dar razón exacta de dónde están las brujas. Montaña arriba,<br />
señalan vagamente. En el santuario se lo dirán. Sí, las brujas<br />
bajan a veces por el pueblo, pero sólo cuando quieren. O<br />
cuando se las necesita.<br />
Hace ya más de mil años que los peregrinos viajan hasta San<br />
Miguel in Excelsis, el santuario de la cima del monte Artxueta,<br />
en la sierra de Aralar. Aún hoy en día, se levantan en la zona<br />
434 dólmenes y 198 túmulos. Aralar… ¿Ara y Altar? Quién<br />
sabe qué pensaban los sabios ancianos que le pusieron ese<br />
nombre hace más de mil años. Los nombres tienen poder. Porque<br />
llaman. Pero no hablemos hoy de magia básica.<br />
En la época de nuestro relato no existía la carretera asfaltada<br />
que sube al santuario. Una vez pasado el pueblo de San Miguel<br />
apenas sí hay una senda. Algún pastor cuida de sus ovejas.<br />
Un par de cazadores, armados de cuchillos, saludan<br />
amables. Estaban semiocultos entre las sombras de los árboles,<br />
al lado del camino. Si los PJs hubieran ido de uno en uno, los<br />
hubieran degollado para robarles la comida y las armas.<br />
Tal es la ley, aquí en el camino.<br />
Tanto pastores como cazadores les irán indicando la senda.<br />
Igual que las gentes del pueblo, afirman no saber dónde están<br />
las brujas. En algún lugar de la montaña. Sólo saben que,<br />
cuando hacen falta, aparecen. Es mejor buscarlas en el santuario,<br />
les dicen. Ahí se lo dirán.<br />
Por fin se aproximan los PJs al monasterio. La mole de piedra<br />
impresiona, en medio de las montañas. Un momento…,<br />
¿quién es ése? Un hombre les sonríe, sentado en un árbol seco,<br />
al lado del camino.<br />
—Saludos, peregrinos. Soy el padre Atarrabi —se presenta afable el<br />
hombre—. No me tengáis miedo. ¿Mi bastón? Oh, lo necesito para caminar<br />
—ríe, golpeando su bota izquierda con el recio palo—. Hace muchos,<br />
muchos años me hirieron en una pelea. Pero no hablemos de mí,<br />
que soy sólo el padre portero, aquí en Aralar. Vosotros…, vosotros estáis<br />
buscando , ¿verdad?<br />
Los PJs pueden optar por confiarle o no su misión.<br />
Es de suponer que querrán preguntarle por las brujas.<br />
No hay nadie más a la vista.<br />
Pero si un PJ intenta pasar… No podrá. Sin solución<br />
de continuidad, aparecerá caminando como diez<br />
metros atrás, en el camino. Acercándose ahora por la<br />
espalda a sus compañeros y al cura bonachón, que sigue<br />
sonriendo.<br />
Siempre cabe la posibilidad de que un PJ intente arreglar el<br />
problema al modo gordiano, es decir, partir por la mitad al<br />
viejo cura de un golpe de espada. Qué típica (y efectiva) respuesta<br />
a todo tipo de problemas. Si eso sucediera, Atarrabi levantaría<br />
su bastón y suavemente detendría cualquier brutal<br />
mandoblazo. <strong>El</strong> bastón del cura está ¿bendito? con el hechizo<br />
de Vara de la Justicia. Ni siquiera un arma-demonio puede<br />
romper esa guardia. Deja, oh DJ cruel, que tus chicos se diviertan<br />
un rato con las inútiles armas ante el trozo de palo, y aprovecha<br />
el momento para acercarte a la despensa a por más<br />
‟chuchis”. Cuando se cansen, continuamos con la historia.<br />
Nota: Vara de la Justicia es un nuevo nombre para un viejo truco.<br />
Ninguna bruja o mago digno de tal nombre saldrá al camino<br />
sin una. No es más que un nudoso bastón, con un ungüento<br />
de Arma Inquebrantable, un talismán de Arma Invicta, un<br />
talismán de Presteza y que ignora el daño y la protección que<br />
proceda de armas o armaduras mágicas o de demonios. Hace<br />
mucho tiempo que mis brujas lo llevan en todos los módulos,<br />
y es mano de santo. Un mísero caminante puede majar a<br />
palos al superguerrero de turno cubierto de hierro antes de<br />
que éste haya tenido tiempo de levantar la espada que le regaló<br />
el djinn. ¡Funciona! ¡De verdad!<br />
No, no —meneará la cabeza Atarrabi—. Ésta no es forma de pasar.<br />
Los buenos viajeros saben que el camino es a la vez cerradura y su<br />
propia llave. Que para un buen caminante el camino no tiene fin,<br />
pues es fin en sí mismo. Que el camino nunca termina hasta que termina,<br />
y entonces ya no es camino. No olvidéis esto, pues os hará<br />
falta…. Más tarde. En el camino. De momento, seguid el camino.<br />
Pero primero tendréis que pasar por mi puerta.<br />
La prueba de Atarrabi<br />
Atarrabi les plantea un acertijo. Una prueba. Es la puerta que<br />
les permitirá seguir el camino. Es como una ordalía, como un<br />
“paso honroso” pero sin ‟chati” a defender. Lo habrás visto en<br />
un montón de películas. Una típica ordalía es presentar una<br />
bolsa oscura que contiene bolas blancas y negras, y pedir al<br />
“condenado” que elija una sin mirar. Las bolas blancas y negras<br />
determinan, respectivamente, la salvación o condena. Dios hará,<br />
según la tradición, que si lo merecéis salga la bola.<br />
En nuestro caso, el cura les presenta seis bolas blancas y seis<br />
negras, y dos bolsas. Pedirá a uno de los personajes que saque<br />
una bola de una bolsa al azar, bolsas que mantendrá ocultas<br />
tras él, sujetando una con la izquierda y otra con la derecha.<br />
Tal es la puerta. Eso sí, antes les dejará disponer el número de<br />
bolas que deseen poner en cada bolsa (aunque, naturalmente,<br />
no sabrán cuál estará en la mano derecha y cual en la izquierda):<br />
por ejemplo, los PJs podrán decirle que una bolsa<br />
tenga cuatro blancas y dos negras, y en la otra, dos blancas y<br />
cuatro negras, pero no sabrán en qué mano las sostiene Atarrabi.<br />
Por tanto, ¿qué estrategia maximiza las probabilidades<br />
de que ésta sea blanca?<br />
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