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fase 2 - El Grimorio

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Bueno, sólo uno pequeñito.<br />

Un humano normal acostumbrado a caminar puede<br />

cubrir sobre terreno plano unas ocho leguas diarias. Vienen a<br />

ser unos cuarenta kilómetros. Eso seis días por semana, con<br />

una carga alrededor de un veinte por ciento de su peso. <strong>El</strong> séptimo<br />

hay que descansar.<br />

Hazlos sudar un poco. ¿Qué ropa llevan? ¿En qué estación estamos?<br />

¿Febrero, con armadura completa dices, por la sierra? ¿Qué<br />

calzado llevan? ¿Llevan agua? Ah, pero…, ¿esperaban encontrar<br />

una fuente o riachuelo digamos cada diez kilómetros? ¿Y posadas?<br />

Y que tiren los dados. Y que pierdan algunos puntos. No es demasiado<br />

camino, incluso por las sendas de la época se puede hacer en<br />

un par de días…, si no cargas un equipo fuera de razón.<br />

Y es que no hay malos caminos. Hay malos caminantes. Os lo dice<br />

uno que, modestia aparte, de verdad que sabe algo del tema.<br />

<strong>El</strong> padre portero<br />

Fabula 3: Amoris Litterae ad Librum Quendam<br />

Lo de antes era un pequeño aperitivo. Para separar el grano<br />

de la paja. Ahora tenemos a nuestros valientes PJs a las puertas<br />

de San Miguel de Aralar, cargados únicamente con lo imprescindible.<br />

Que, bien pensado, es bien poco.<br />

Y un libro. Y es que, con un libro, nunca estás solo.<br />

En el pueblo —apenas un puñado de casas— nadie les podrá<br />

dar razón exacta de dónde están las brujas. Montaña arriba,<br />

señalan vagamente. En el santuario se lo dirán. Sí, las brujas<br />

bajan a veces por el pueblo, pero sólo cuando quieren. O<br />

cuando se las necesita.<br />

Hace ya más de mil años que los peregrinos viajan hasta San<br />

Miguel in Excelsis, el santuario de la cima del monte Artxueta,<br />

en la sierra de Aralar. Aún hoy en día, se levantan en la zona<br />

434 dólmenes y 198 túmulos. Aralar… ¿Ara y Altar? Quién<br />

sabe qué pensaban los sabios ancianos que le pusieron ese<br />

nombre hace más de mil años. Los nombres tienen poder. Porque<br />

llaman. Pero no hablemos hoy de magia básica.<br />

En la época de nuestro relato no existía la carretera asfaltada<br />

que sube al santuario. Una vez pasado el pueblo de San Miguel<br />

apenas sí hay una senda. Algún pastor cuida de sus ovejas.<br />

Un par de cazadores, armados de cuchillos, saludan<br />

amables. Estaban semiocultos entre las sombras de los árboles,<br />

al lado del camino. Si los PJs hubieran ido de uno en uno, los<br />

hubieran degollado para robarles la comida y las armas.<br />

Tal es la ley, aquí en el camino.<br />

Tanto pastores como cazadores les irán indicando la senda.<br />

Igual que las gentes del pueblo, afirman no saber dónde están<br />

las brujas. En algún lugar de la montaña. Sólo saben que,<br />

cuando hacen falta, aparecen. Es mejor buscarlas en el santuario,<br />

les dicen. Ahí se lo dirán.<br />

Por fin se aproximan los PJs al monasterio. La mole de piedra<br />

impresiona, en medio de las montañas. Un momento…,<br />

¿quién es ése? Un hombre les sonríe, sentado en un árbol seco,<br />

al lado del camino.<br />

—Saludos, peregrinos. Soy el padre Atarrabi —se presenta afable el<br />

hombre—. No me tengáis miedo. ¿Mi bastón? Oh, lo necesito para caminar<br />

—ríe, golpeando su bota izquierda con el recio palo—. Hace muchos,<br />

muchos años me hirieron en una pelea. Pero no hablemos de mí,<br />

que soy sólo el padre portero, aquí en Aralar. Vosotros…, vosotros estáis<br />

buscando , ¿verdad?<br />

Los PJs pueden optar por confiarle o no su misión.<br />

Es de suponer que querrán preguntarle por las brujas.<br />

No hay nadie más a la vista.<br />

Pero si un PJ intenta pasar… No podrá. Sin solución<br />

de continuidad, aparecerá caminando como diez<br />

metros atrás, en el camino. Acercándose ahora por la<br />

espalda a sus compañeros y al cura bonachón, que sigue<br />

sonriendo.<br />

Siempre cabe la posibilidad de que un PJ intente arreglar el<br />

problema al modo gordiano, es decir, partir por la mitad al<br />

viejo cura de un golpe de espada. Qué típica (y efectiva) respuesta<br />

a todo tipo de problemas. Si eso sucediera, Atarrabi levantaría<br />

su bastón y suavemente detendría cualquier brutal<br />

mandoblazo. <strong>El</strong> bastón del cura está ¿bendito? con el hechizo<br />

de Vara de la Justicia. Ni siquiera un arma-demonio puede<br />

romper esa guardia. Deja, oh DJ cruel, que tus chicos se diviertan<br />

un rato con las inútiles armas ante el trozo de palo, y aprovecha<br />

el momento para acercarte a la despensa a por más<br />

‟chuchis”. Cuando se cansen, continuamos con la historia.<br />

Nota: Vara de la Justicia es un nuevo nombre para un viejo truco.<br />

Ninguna bruja o mago digno de tal nombre saldrá al camino<br />

sin una. No es más que un nudoso bastón, con un ungüento<br />

de Arma Inquebrantable, un talismán de Arma Invicta, un<br />

talismán de Presteza y que ignora el daño y la protección que<br />

proceda de armas o armaduras mágicas o de demonios. Hace<br />

mucho tiempo que mis brujas lo llevan en todos los módulos,<br />

y es mano de santo. Un mísero caminante puede majar a<br />

palos al superguerrero de turno cubierto de hierro antes de<br />

que éste haya tenido tiempo de levantar la espada que le regaló<br />

el djinn. ¡Funciona! ¡De verdad!<br />

No, no —meneará la cabeza Atarrabi—. Ésta no es forma de pasar.<br />

Los buenos viajeros saben que el camino es a la vez cerradura y su<br />

propia llave. Que para un buen caminante el camino no tiene fin,<br />

pues es fin en sí mismo. Que el camino nunca termina hasta que termina,<br />

y entonces ya no es camino. No olvidéis esto, pues os hará<br />

falta…. Más tarde. En el camino. De momento, seguid el camino.<br />

Pero primero tendréis que pasar por mi puerta.<br />

La prueba de Atarrabi<br />

Atarrabi les plantea un acertijo. Una prueba. Es la puerta que<br />

les permitirá seguir el camino. Es como una ordalía, como un<br />

“paso honroso” pero sin ‟chati” a defender. Lo habrás visto en<br />

un montón de películas. Una típica ordalía es presentar una<br />

bolsa oscura que contiene bolas blancas y negras, y pedir al<br />

“condenado” que elija una sin mirar. Las bolas blancas y negras<br />

determinan, respectivamente, la salvación o condena. Dios hará,<br />

según la tradición, que si lo merecéis salga la bola.<br />

En nuestro caso, el cura les presenta seis bolas blancas y seis<br />

negras, y dos bolsas. Pedirá a uno de los personajes que saque<br />

una bola de una bolsa al azar, bolsas que mantendrá ocultas<br />

tras él, sujetando una con la izquierda y otra con la derecha.<br />

Tal es la puerta. Eso sí, antes les dejará disponer el número de<br />

bolas que deseen poner en cada bolsa (aunque, naturalmente,<br />

no sabrán cuál estará en la mano derecha y cual en la izquierda):<br />

por ejemplo, los PJs podrán decirle que una bolsa<br />

tenga cuatro blancas y dos negras, y en la otra, dos blancas y<br />

cuatro negras, pero no sabrán en qué mano las sostiene Atarrabi.<br />

Por tanto, ¿qué estrategia maximiza las probabilidades<br />

de que ésta sea blanca?<br />

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