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fase 2 - El Grimorio

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Tres Años Después<br />

<strong>El</strong> viejo soldado de la guardia miró con ojo crítico al grupo de cuatro viajeros que cruzó las puertas de<br />

Pontevedra al atardecer. Uno era, sin duda, un señor y un guerrero que, aunque lucía jubón acolchado,<br />

bien cerca tenía la loriga de malla, sujeta en la grupa del caballo. Con todo, uno de los jóvenes de la<br />

milicia le cerró el paso, haciendo que el viejo pusiera los ojos en blanco.<br />

—¡Hay que pagar derecho de paso para entrar en la ciudad!<br />

—No si se es noble —le contestó el señor con voz queda—. Lope de Navarrete es mi nombre y ellos son<br />

mi séquito —y sin decir más azuzó el caballo, de modo que el muchacho tuvo que apartarse de un salto<br />

para no ser arrollado.<br />

—¡Pero qué se habrá creído!...<br />

—Déjalo estar, zagal. Estando en las puertas verás pasar a muchas gentes y pronto reconocerás a quién<br />

debes sangrar y quién es mejor dejar en paz… y éstos son de los últimos.<br />

—¡Creo que no es ni siquiera noble! ¡No llevaba espada al cinto!<br />

—No, llevaba un saif moro. Es más ligero que nuestros aceros, pero mata igual o mejor.<br />

—¿Y los que lo acompañaban? ¡Uno a todas luces era un judío, el otro parecía un hombre de armas<br />

portando bien visible una ballesta, que es arma maldita por Dios, y el tercero era mancebo tan hermoso<br />

que parecía mujer!<br />

—Y quizá lo fuera… —gruñó el viejo.<br />

—¡Pero una mujer vistiendo de hombre es gran ofensa a los ojos de Dios! —protestó el joven.<br />

—Mira. Hace como diez años pasó por estas mismas puertas un grupo parecido. Aquella misma noche<br />

entraron en la judería y fueron al cementerio, al Campa dos Xueus. No se les volvió a ver. Se dijo que<br />

buscaban el Sello de Salomón para Fabrique, uno de los hermanos de Pedro el Cruel. Eran de la misma<br />

pasta que éstos… hazme caso. No te cruces en su camino. No vayas a tu propio funeral.<br />

* * *<br />

Ignotus miró a su alrededor. ¿Así que esto es el Infierno?, pensó. Porque no puede ser el Cielo, con<br />

mi vida. No daba tanto miedo. Sonrió amargo entre los colmillos. Había visto en la Tierra sitios<br />

mucho peores.<br />

Una alegre tos a su espalda le sacó de sus reflexiones.<br />

—Así que..., aquí es donde termina mi historia —dijo, ahora algo asustado.<br />

—No —rió Bileto—. Tu historia permanecerá por siempre.

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