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fase 2 - El Grimorio

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Cachorro de León<br />

Ignotus no tuvo problemas en instalarse cómodamente en la corte<br />

de León. La memoria de los reyes, príncipes y cortesanos correveidiles<br />

que les ríen las gracias es corta, pero la de los consejeros<br />

que desde la sombra mueven los hilos del poder es larga, y el<br />

nombre del guerrero de las dos espadas aún pesaba para los que<br />

en verdad valían.<br />

Una vez acomodado, Ignotus se dedicó a estudiar al hijo de su amigo.<br />

Contempló, desde lejos, sus intentos de medrar en los ambientes<br />

cortesanos, sus pequeñas e infantiles intrigas, y también sus hazañas<br />

en las tabernas. Vio con gusto que sus apuestas no eran tanto<br />

por dinero como por locuras de juventud, y no pudo evitar reírse<br />

cuando lo vio zamparse un lechón entero.<br />

—¡Tan magro como es, y menudas tragaderas que gasta! —no pudo<br />

menos que musitar para sí.<br />

Fue testigo de sus proezas para hacerse notar ante el rey, tanto a<br />

la hora de participar en una cacería para obtener carne fresca para<br />

la mesa real como a la hora de regatear por un jubón, hazaña más<br />

difícil aún si cabe, que los mercaderes son presa más esquiva que<br />

las bestias a la hora de soltar prenda, nunca en mejor caso dicho…<br />

Hubo cosas en sus haceres que le molestaron, como que prefiriera<br />

compartir media habitación supuestamente limpia con desconocido<br />

que dormir al raso, trabajo al que Ignotus, por sus viajes, andaba<br />

muy acostumbrado, que nunca cogió pulgas ni piojos ajenos durmiendo<br />

sobre la hierba, envuelto en su capa y abrazado a su espada.<br />

Otras le sorprendieron agradablemente, como que frecuentara no<br />

sólo la compañía de cortesanos lameculos sino de gente humilde, como<br />

un simple herrero, y no tuviera miedo de ensuciarse las manos para<br />

ayudarle en su labor, y aun de aceptar su amistad. Otras compañías<br />

del muchacho le gustaron menos, como la de ese judío, Bonishah que<br />

se llamaba, con el que se fue a un cementerio a buscar no sé qué<br />

cosa, que no podía ser buena, pues todos los hechizos que requieren<br />

restos humanos son de magia negra. Además, el judío disimulaba<br />

su condición y su credo para visitar la biblioteca de un monasterio,<br />

que ganas le dieron a Ignotus de decirles a los buenos monjes hacia<br />

donde rezaba el fulano, o de dejarle solo con una de esas criaturas<br />

que se alimentan de los muertos, a ver si le daba un bocado estando<br />

vivo. Pero el soldado viejo barruntó para sí que mal podría decidir<br />

de qué pasta estaba hecho el muchacho si intervenía en sus negocios<br />

y en sus compañías, así que dejó el asunto como estaba.<br />

De igual modo no movió un solo músculo cuando, en una feria, detectó<br />

a una mozuela que se arrimaba a la vera de Lope más de lo<br />

que debiera, sin duda atraída por el calor de su bolsa más que por<br />

el de su corazón. Trató de aligerarle de su peso, y a fe de Dios que<br />

lo consiguió, aunque el mozo, bien avisado, se dio cuenta dello; sin<br />

embargo, en el forcejeo, no sólo no recuperó sus dineros, sino que se<br />

ganó, de postres, una buena patada en la espinilla, que por lo mucho<br />

que saltó al parecer doliole no poco.<br />

Pars 2: De Re Ludica<br />

Se empecinó el mozo en buscar a la ladrona, y decidió<br />

Ignotus ponérselo fácil, a ver si su naturaleza era cruel<br />

o simplemente justiciera. Por ello, hizo sus averiguaciones<br />

y se las hizo llegar a Lope de labios de un tercero,<br />

un mendigo que por unas monedas sabía cuándo<br />

hablar y cuándo callar. Acompañó el jodido judío al cortesano<br />

en su aventura, y en verdad que dieron con la moza, que<br />

al tratar de escapar casi le deja las turmas escabechadas al mozo,<br />

aunque éste, más avisado, logró salvar sus partes más por suerte<br />

que por otra cosa.<br />

Y entonces sucedió. Estaban forcejeando los tres, la ladrona, el judío<br />

y Lope, cuando de las sombras del callejón salió una criatura que<br />

en verdad no era del mundo de los hombres. Se cagó en las calzas<br />

el judío, demostrando que vocación para tratar con demonios, a decir<br />

verdad, tenía poca, pero más templanza demostraron sus compañeros:<br />

la ladronzuela le tiró una daga, que si bien no le acertó, sí<br />

que sirvió para distraer a la criatura. Lope, por su parte, agarró<br />

del brazo a su anonadado amigo, decidiendo que era mejor salir por<br />

piernas que quedarse a hacer preguntas sobre qué era esa cosa…<br />

La “cosa” en cuestión abrió las alas: la noche era su elemento y por<br />

fin tenía a su presa al alcance de las garras. Entonces se decidió a<br />

intervenir Ignotus, cerrándole el paso a la criatura. Ésta rugió de<br />

nuevo, agitando sus alas, pero poca mella hizo en el curtido soldado.<br />

Entonces la bestia se agazapó, dispuesta a atacar, e Ignotus, sin<br />

moverse, desenvainó apenas un palmo la espada que llevaba colgada<br />

a la espalda, la que nunca mostraba, pues siempre solía usar la que<br />

le herraba el cinto. La sacó apenas unos dedos, pero fue bastante.<br />

Un rayo de luz salió de la espada, hiriendo en los ojos a la criatura,<br />

que desplegó las alas no para atacar, sino para huir. Algo siseó en<br />

el aire, pero Ignotus se apresuró en tapar nuevamente su segunda<br />

espada, y alejarse de allí.<br />

Al cabo de un poco, para sorpresa de Ignotus, fue Lope el que empezó<br />

a seguirle los pasos. Por fin reunió ganas y redaños para suplicarle<br />

que lo adoptara como tutor, pues había oído historias sobre él, que<br />

buenas mañas se daba en la corte y fuera de ella, y que quería<br />

aprender de él.<br />

Ignotus no respondió inmediatamente, aunque sintió el calor de la<br />

satisfacción en su cuerpo. ¡Era ése un metal bien dispuesto para ser<br />

forjado!<br />

L igual que ocurre en cualquier otro juego —de<br />

Arol o de lo que sea—, Aquelarre también posee sus<br />

reglas, un puñado de normas que rigen el universo<br />

en el que se van a mover nuestros personajes<br />

y que les permitirán interaccionar con él. Como<br />

comprobarás en breve, son reglas poco complejas y muy<br />

sencillas de utilizar, pero que pueden ajustarse sin demasiados<br />

problemas a la mayor parte de las situaciones en las<br />

que se verán envueltos nuestros personajes, por muy extravagantes<br />

que sean.<br />

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