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Cachorro de León<br />
Ignotus no tuvo problemas en instalarse cómodamente en la corte<br />
de León. La memoria de los reyes, príncipes y cortesanos correveidiles<br />
que les ríen las gracias es corta, pero la de los consejeros<br />
que desde la sombra mueven los hilos del poder es larga, y el<br />
nombre del guerrero de las dos espadas aún pesaba para los que<br />
en verdad valían.<br />
Una vez acomodado, Ignotus se dedicó a estudiar al hijo de su amigo.<br />
Contempló, desde lejos, sus intentos de medrar en los ambientes<br />
cortesanos, sus pequeñas e infantiles intrigas, y también sus hazañas<br />
en las tabernas. Vio con gusto que sus apuestas no eran tanto<br />
por dinero como por locuras de juventud, y no pudo evitar reírse<br />
cuando lo vio zamparse un lechón entero.<br />
—¡Tan magro como es, y menudas tragaderas que gasta! —no pudo<br />
menos que musitar para sí.<br />
Fue testigo de sus proezas para hacerse notar ante el rey, tanto a<br />
la hora de participar en una cacería para obtener carne fresca para<br />
la mesa real como a la hora de regatear por un jubón, hazaña más<br />
difícil aún si cabe, que los mercaderes son presa más esquiva que<br />
las bestias a la hora de soltar prenda, nunca en mejor caso dicho…<br />
Hubo cosas en sus haceres que le molestaron, como que prefiriera<br />
compartir media habitación supuestamente limpia con desconocido<br />
que dormir al raso, trabajo al que Ignotus, por sus viajes, andaba<br />
muy acostumbrado, que nunca cogió pulgas ni piojos ajenos durmiendo<br />
sobre la hierba, envuelto en su capa y abrazado a su espada.<br />
Otras le sorprendieron agradablemente, como que frecuentara no<br />
sólo la compañía de cortesanos lameculos sino de gente humilde, como<br />
un simple herrero, y no tuviera miedo de ensuciarse las manos para<br />
ayudarle en su labor, y aun de aceptar su amistad. Otras compañías<br />
del muchacho le gustaron menos, como la de ese judío, Bonishah que<br />
se llamaba, con el que se fue a un cementerio a buscar no sé qué<br />
cosa, que no podía ser buena, pues todos los hechizos que requieren<br />
restos humanos son de magia negra. Además, el judío disimulaba<br />
su condición y su credo para visitar la biblioteca de un monasterio,<br />
que ganas le dieron a Ignotus de decirles a los buenos monjes hacia<br />
donde rezaba el fulano, o de dejarle solo con una de esas criaturas<br />
que se alimentan de los muertos, a ver si le daba un bocado estando<br />
vivo. Pero el soldado viejo barruntó para sí que mal podría decidir<br />
de qué pasta estaba hecho el muchacho si intervenía en sus negocios<br />
y en sus compañías, así que dejó el asunto como estaba.<br />
De igual modo no movió un solo músculo cuando, en una feria, detectó<br />
a una mozuela que se arrimaba a la vera de Lope más de lo<br />
que debiera, sin duda atraída por el calor de su bolsa más que por<br />
el de su corazón. Trató de aligerarle de su peso, y a fe de Dios que<br />
lo consiguió, aunque el mozo, bien avisado, se dio cuenta dello; sin<br />
embargo, en el forcejeo, no sólo no recuperó sus dineros, sino que se<br />
ganó, de postres, una buena patada en la espinilla, que por lo mucho<br />
que saltó al parecer doliole no poco.<br />
Pars 2: De Re Ludica<br />
Se empecinó el mozo en buscar a la ladrona, y decidió<br />
Ignotus ponérselo fácil, a ver si su naturaleza era cruel<br />
o simplemente justiciera. Por ello, hizo sus averiguaciones<br />
y se las hizo llegar a Lope de labios de un tercero,<br />
un mendigo que por unas monedas sabía cuándo<br />
hablar y cuándo callar. Acompañó el jodido judío al cortesano<br />
en su aventura, y en verdad que dieron con la moza, que<br />
al tratar de escapar casi le deja las turmas escabechadas al mozo,<br />
aunque éste, más avisado, logró salvar sus partes más por suerte<br />
que por otra cosa.<br />
Y entonces sucedió. Estaban forcejeando los tres, la ladrona, el judío<br />
y Lope, cuando de las sombras del callejón salió una criatura que<br />
en verdad no era del mundo de los hombres. Se cagó en las calzas<br />
el judío, demostrando que vocación para tratar con demonios, a decir<br />
verdad, tenía poca, pero más templanza demostraron sus compañeros:<br />
la ladronzuela le tiró una daga, que si bien no le acertó, sí<br />
que sirvió para distraer a la criatura. Lope, por su parte, agarró<br />
del brazo a su anonadado amigo, decidiendo que era mejor salir por<br />
piernas que quedarse a hacer preguntas sobre qué era esa cosa…<br />
La “cosa” en cuestión abrió las alas: la noche era su elemento y por<br />
fin tenía a su presa al alcance de las garras. Entonces se decidió a<br />
intervenir Ignotus, cerrándole el paso a la criatura. Ésta rugió de<br />
nuevo, agitando sus alas, pero poca mella hizo en el curtido soldado.<br />
Entonces la bestia se agazapó, dispuesta a atacar, e Ignotus, sin<br />
moverse, desenvainó apenas un palmo la espada que llevaba colgada<br />
a la espalda, la que nunca mostraba, pues siempre solía usar la que<br />
le herraba el cinto. La sacó apenas unos dedos, pero fue bastante.<br />
Un rayo de luz salió de la espada, hiriendo en los ojos a la criatura,<br />
que desplegó las alas no para atacar, sino para huir. Algo siseó en<br />
el aire, pero Ignotus se apresuró en tapar nuevamente su segunda<br />
espada, y alejarse de allí.<br />
Al cabo de un poco, para sorpresa de Ignotus, fue Lope el que empezó<br />
a seguirle los pasos. Por fin reunió ganas y redaños para suplicarle<br />
que lo adoptara como tutor, pues había oído historias sobre él, que<br />
buenas mañas se daba en la corte y fuera de ella, y que quería<br />
aprender de él.<br />
Ignotus no respondió inmediatamente, aunque sintió el calor de la<br />
satisfacción en su cuerpo. ¡Era ése un metal bien dispuesto para ser<br />
forjado!<br />
L igual que ocurre en cualquier otro juego —de<br />
Arol o de lo que sea—, Aquelarre también posee sus<br />
reglas, un puñado de normas que rigen el universo<br />
en el que se van a mover nuestros personajes<br />
y que les permitirán interaccionar con él. Como<br />
comprobarás en breve, son reglas poco complejas y muy<br />
sencillas de utilizar, pero que pueden ajustarse sin demasiados<br />
problemas a la mayor parte de las situaciones en las<br />
que se verán envueltos nuestros personajes, por muy extravagantes<br />
que sean.<br />
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