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El universo imaginario de Robert Margerit - Biblioteca Virtual Miguel ...

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LOS ESPACIOS PÚBLICOS: LAS PARTES DE LA CIUDAD<br />

<strong>de</strong>partamento en las dos cámaras previstas por la constitución <strong>de</strong>l año III para ejercer el<br />

po<strong>de</strong>r legislativo 607 .<br />

En La terre aux loups, <strong>Margerit</strong> nos a<strong>de</strong>ntra en la zona <strong>de</strong> mayor concentración<br />

<strong>de</strong> cafés <strong>de</strong> la capital <strong>de</strong> principios <strong>de</strong>l siglo XIX. Las galerías <strong>de</strong>l Palais-Royal siguen<br />

dando cobijo a los partidarios <strong>de</strong> la monarquía, si bien, en junio <strong>de</strong> 1815 éstos ya no<br />

tienen que disfrazar sus i<strong>de</strong>as. Según Richard Sennet 608 los clientes que se sentaban en<br />

las terrazas lo hacían más para mirar a la gente que pasaba que para conspirar, pero lo<br />

cierto es que el coronel Montalbert se abstiene <strong>de</strong> frecuentar este rincón <strong>de</strong> París<br />

siempre que pue<strong>de</strong>, pues recuerda que cada vez que tenía que ir a buscar a un<br />

compañero al Lemblin se veía envuelto en refriegas promovidas por oficiales realistas.<br />

Tras la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> Waterloo, los <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> la restauración monárquica se sienten<br />

fortalecidos: provocan abiertamente a los soldados <strong>de</strong> Napoleón y exhiben la cruz <strong>de</strong><br />

San Luis con orgullo, mientras sus mujeres agitan pañuelos <strong>de</strong> un blanco agresivo. <strong>El</strong><br />

alborozo <strong>de</strong> fuera contrasta más que nunca con la tranquilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro, ya que, salvo<br />

el tintineo <strong>de</strong> un vaso o una taza y las conversaciones en voz baja <strong>de</strong> señores mayores y<br />

<strong>de</strong> algunas parejas, en el interior <strong>de</strong>l Lemblin sólo se escucha el silencio. En este<br />

espacio público tan íntimo el autor sitúa la escena en la que Lucien y Violette vuelven a<br />

encontrarse, coquetean y unen sus <strong>de</strong>stinos tácitamente. <strong>El</strong> local al que el protagonista<br />

entra enfurecido por los <strong>de</strong>spropósitos proferidos por sus adversarios se torna agradable<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que percibe el perfume <strong>de</strong> la joven y, cuando ella le confiesa,<br />

discreta aunque francamente, sus sentimientos, la oscuridad que inunda la sala se hace<br />

cómplice <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>seos. <strong>El</strong> pasado, el presente y el futuro <strong>de</strong> ambos concurren en este<br />

café que, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> estar ligado a la intriga <strong>de</strong> la novela, nos instruye sobre las nuevas<br />

formas <strong>de</strong> sociabilidad urbana y burguesa 609 .<br />

Situado en un contexto histórico muy diferente, el mundo <strong>de</strong> los cafés que<br />

conoce el protagonista <strong>de</strong> La Malaquaise es más variopinto. A excepción <strong>de</strong>l refugio<br />

habitual <strong>de</strong> los alumnos <strong>de</strong> Bellas Artes, que <strong>Margerit</strong> <strong>de</strong>scribe para subrayar el<br />

contraste existente entre la atmósfera viciada <strong>de</strong> los salones literarios y el ambiente<br />

agradable <strong>de</strong> las terrazas que <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n un olor estival a menta y anís y, al final <strong>de</strong>l día,<br />

607 La Révolution III, p. 396 y La Révolution IV, pp. 263-265.<br />

608 Carne y piedra, p. 367.<br />

609 Op. cit., pp. 91 y 95-101.<br />

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