El universo imaginario de Robert Margerit - Biblioteca Virtual Miguel ...

LOS ESPACIOS PÚBLICOS: LAS PARTES DE LA CIUDAD
aquellos que acuden para hablar de su vida privada o para admirar la obra del hombre y
de la naturaleza y ofrece distracciones que se adaptan a los gustos de la época: «[...] Ils
admirèrent les cascades, s’assirent au bord du ruisseau, écoutèrent les orchestres en
regardant les jeux des baladins. Ils burent du lait crémeux à la laiterie imitée de Trianon
[...]». Vegetación, agua clara y leche cremosa son los elementos fundamentales de este
hortus conclusus concebido por un hacedor humano a imagen del paraíso. Aun cercada
y sometida, la naturaleza es asimismo fuente de goce estético 709 ; en cambio, el Bois de
Boulogne tan sólo sirve de refrescante cobijo a ociosos individuos que, cumpliendo los
preceptos del carpe diem, buscan la sombra de los árboles para pasar la tarde, mientras,
en otros puntos de la ciudad, otros habitantes de la capital se comportan de manera más
cívica 710 .
Por lo que respecta al jardín de las Tullerías, observamos que, dada su ubicación
y su categoría, a menudo constituye el escenario de acontecimientos históricos
importantes o bien sirve de marco a episodios en los que la realidad y la ficción se
confunden. La primera vez que el narrador se detiene a describirlo nos ofrece una
imagen atroz del mismo: las flores y las ramas destrozadas por las balas, las estatuas
mutiladas, los montones de uniformes de los Suizos muertos cerca del Gran Estanque,
los trozos de muebles, porcelanas u otros objetos arrojados por las ventanas del palacio,
el humo del incendio sofocado por los bomberos, los sobrecogedores gritos de dolor que
profieren los malheridos y el Dies irae procedente de la capilla dan testimonio de la
matanza que aquí tuvo lugar el 10 de agosto de 1792 711 .
Más adelante, los espléndidos brotes de los castaños representan las esperanzas
de vencer a las potencias extranjeras que abrigan los revolucionarios y, a pesar de que,
cuando los árboles ya están en flor, todavía no se han cumplido, comprobamos que,
transformación de la función social de ciertos espacios señoriales y de las formas de ocio de la burguesía
española, y el ensayo de Hans-Jürgen Gawoll: «El paseo», Revista de Occidente, nº 160, p. 93, donde
comenta que la Revolución abre los jardines a un público mucho más extenso dado que, a partir de
entonces, todos los estratos sociales tienen acceso a los antiguos cotos de la nobleza.
709 El profesor Rosario Assunto: Ontología y teleología del jardín, Madrid: Tecnos, 1991, pp. 41-49,
insiste en el goce visual que procuran los productos de la naturaleza cuando están bellamente dispuestos y
considera que el jardín es el lugar idóneo para la formación estética del individuo, ya que le permite
cultivarse y refinarse en el sentir, en el pensar, en la forma de comportarse.
710 La Révolution I, pp. 401-402 y La Révolution III, p. 508.
711 La Révolution II, p. 230.
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