El universo imaginario de Robert Margerit - Biblioteca Virtual Miguel ...

LOS ESPACIOS PÚBLICOS: LAS PARTES DE LA CIUDAD
Subiendo al piso de arriba, entramos directamente en el taller de composición.
La primera vez que Margerit nos introduce en esta sala, todavía reina una cierta calma y
predomina la normalidad. El sonido de las linotipias es claro y fluido como el de la
lluvia que cae sobre el tejado a la hora en que compaginadores y redactores colaboran
en el montaje de las hojas regionales. En esta habitación que es cavidad de cavidades
todo está o protegido o en orden: las máquinas que se alinean contra la pared tienen,
además de otros componentes, «nido» y «techo», la platina consta de múltiples bandejas
que conservan la «materia» de cada página, las cajas contienen las letras que van
extrayendo los tipógrafos y en los habitáculos de cristal trabajan los correctores. Sin
embargo, la tranquilidad del 12 y el 14 de noviembre no es sino aparente, pues, tras el
exceso de amabilidad de Rivière para con Romain, se ocultan sus verdaderas
intenciones y, en el segundo caso, la tensión que Granger y Rivière van acumulando
aflora en forma de órdenes imperiosas y de sudor. Después de la agitación de la tarde, el
lento teclear de los silenciosos obreros que se encargan de las linotipias y el monótono
ruido de los motores que tampoco pueden descansar serenan los ánimos, pero el
nerviosismo del secretario de la redacción y la impaciencia del jefe de taller recaen
sobre los empleados que dependen de ellos y, progresivamente, el calor aumenta la
excitación hasta que el redactor jefe pone fin al sabotaje y el taller recobra su ritmo
habitual 684 .
En la misma planta, se hallan las tres salas de la redacción: la de información
general, la sección local y la regional. En las primeras 685 , la jerarquía está muy marcada:
el jefe domina el conjunto de la habitación, los redactores guardan las distancias y la
taquimecanógrafa tiene su mesa en un rincón junto al teléfono. En ambas se desarrolla
una actividad desbordante: las máquinas de escribir crepitan, los recortes de papel
inundan el suelo y nunca hay tiempo para conversaciones privadas. A medida que
avanza la jornada, la atmósfera se carga; sin embargo, el ambiente es más distendido en
el cuarto decorado con carteles turísticos y fotografías de chicas atractivas que en los
dominios de Picot, individuo con aires de dómine que, desde su cátedra, se dirige a sus
subordinados para aleccionarles con pedantes discursos 686 .
684
Ibídem, pp. 48, 53-55, 139 y 202-209.
685
La tercera no la describe.
686
La femme forte, pp. 20-22, 96-97 y 106-107.
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