El universo imaginario de Robert Margerit - Biblioteca Virtual Miguel ...

LOS ESPACIOS PÚBLICOS: LAS PARTES DE LA CIUDAD
cierran sus puertas. Tanto la selección que practican las familias de antiguo abolengo
como la vanidad con que los nuevos ricos admiten al protagonista subestiman su valía:
los unos, erigiendo un muro infranqueable y los otros, facilitándole demasiado la tarea.
De cualquier forma, ambos mundos representan dos etapas de la ascensión social del
hijo del tío Artigues, quien, humillado, prepara su venganza contra ambos 651 . A
diferencia de él, Philippe evita los salones que, con pretensiones literarias, le persiguen
incesantemente, ya que le importa poco la opinión que los demás tienen de él y procura
alejarse de la mediocridad circundante 652 .
Desde siempre, el salón ha asegurado a los escritores su admisión en las esferas
de la celebridad, de ahí que participar en dichas manifestaciones sociales sea, como dice
Roger Chartier, una necesidad para los que quieren hacer carrera 653 . La Malaquaise nos
muestra algunas instantáneas del siglo XX en las que vemos a una asistencia que, en su
mayoría, trata de crearse una posición o de prosperar profesionalmente. El comienzo y
el final de la novela se sitúan en estos ambientes y, en ambos casos, el personaje que los
describe es bastante crítico. En primer lugar, asistimos al cóctel que da Gallimard en los
salones de la rue de l’Université para inaugurar la nueva temporada literaria. El escritor
va sorteando escollos y remolinos hasta llegar al hueco en el que se refugia Josette.
Desde aquí, ambos observan a la ruidosa multitud que oculta el horizonte: «[...] depuis
des “gens de lettres”, mangés de mites et de misère, qui dataient du Symbolisme,
jusqu’aux fringants ténors de la littérature mondaine, vedettes de Paris-Match, d’Elle,
du Petit Echo de la Mode et de France-Soir» y constatan la ausencia de los «pontífices»
de la literatura, que nunca bajan de las alturas. Por si sus comentarios no hubieran sido
lo suficientemente explícitos, el narrador califica de absurdas estas reuniones en las que
la concurrencia habla por hablar y da vueltas «como un oso en una jaula». En estas
fiestas no caben la discusión intelectual ni el más mínimo intercambio de ideas; a lo
651 Les Amants, p. 56.
652 Le vin des vendangeurs, p. 403.
653 En Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII: los orígenes culturales de la
Revolución francesa, Barcelona: Gedisa, 1995, p. 175, este autor se refiere a la esfera literaria del siglo
XVIII, pero podríamos decir lo mismo de otras épocas y de otro tipo de salones, pues, por ejemplo, en la
segunda mitad del siglo XIX sólo alcanzaban la fama aquellos pintores que lograban exponer sus obras en
los locales habilitados para tal fin por la burguesía, siempre y cuando esta clase social viera plasmados
sus criterios morales, sociales y religiosos en sus lienzos; véase Jean-Paul Crespelle: La época de los
impresionistas, pp. 49-50.
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