El universo imaginario de Robert Margerit - Biblioteca Virtual Miguel ...

LOS ESPACIOS PÚBLICOS: LAS PARTES DE LA CIUDAD
evoca el ambiente de molicie que reina por las tardes en este extremo de la isla: Antoine
contempla extasiado las floridas copas de los árboles, los azulejos multicolores y los
mármoles transparentes de las terrazas que miran al «más hermoso de los mares»;
observa fascinado a la multitud que pasea exquisitamente ataviada y aspira el
embriagador perfume que exhalan las flores cuando caen. Menos sensual, el segundo
pasaje nos muestra una atmósfera menos distendida en la que las inquisitivas preguntas
de don Gusman, sus hipócritas cumplidos, el brillo de sus ojos, sus dientes y sus joyas
y la presencia de algunos miembros de su séquito incomodan al protagonista, quien, a
pesar de comprobar que el medio transforma al secretario del virrey 705 , sigue
desconfiando de él 706 .
La tercera escena difiere mucho de las anteriores: transcurre por la noche el día
de la fiesta de los Locos y en ella se confunden, por un lado, el rumor de las olas que
rompen contra las balaustradas y los sones de diversas músicas y, por otro, el
movimiento expansivo del mar y el de la masa humana que afluye para bailar en las
terrazas. Como en la mayor parte de los espacios públicos de la ciudad, el desorden que
prepara para la vuelta a la normalidad rompe barreras; sin embargo, no todo está
permitido durante las 24 horas que dura la fiesta. De ahí que, para mayor seguridad, los
caballeros de fortuna se escondan bajo los árboles para preparar su huída: frente a las
zonas iluminadas del jardín, en las que los hombres y las mujeres que se divierten
ocultan su identidad tras un disfraz o una simple máscara, la sombra de una alameda
brinda mayor protección a los perseguidos por la justicia 707 .
Si nos retrotraemos a los primeros años de la Edad Contemporánea, en París
encontramos numerosos ejemplos de doble signo; si bien, en la tetralogía revolucionaria
los jardines semi-privados de Tivoli y el Bois de Boulogne conservan la función que
originariamente se asigna a estos terrenos. Como sitio de recreo, el primero es una
especie de refugio arcádico que además responde a las nuevas formas de sociabilidad
urbana 708 . Esta propiedad privada, ahora abierta al público, preserva la intimidad de
705
«Le sécretaire du vice-roi n’était plus là l’espèce de rat de cabinet qui nous avait reçus dans son nid
si bien caché, ni le vieillard sans façons –et même sans gêne– de l’Alcazar».
706
Op. cit., pp. 212, 245-246 y 252-254.
707
Ibídem, pp. 284-287.
708
A este respecto, véanse el artículo de Edward Baker: «Larra, los jardines públicos y la sociabilidad
burguesa», Revista de Occidente, (Madrid), nº 12, (mzo.-abr. 1982), pp. 46-51, que habla de la
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