El universo imaginario de Robert Margerit - Biblioteca Virtual Miguel ...

LOS ESPACIOS PÚBLICOS: EL ÁMBITO PÚBLICO
La instalación de la guillotina convierte estos recintos en espacios de castigo en
los que los espectadores más exaltados acrecientan el padecimiento físico y moral de los
condenados. Frente a las plazas en las que habitualmente desemboca la multitud, la
place de la Révolution levanta una barrera de uniformes que acorrala a Luis XVI poco
antes de ser ajusticiado e impide que la muchedumbre se acerque a él hasta que no le
hayan cortado la cabeza: tensión primero y después una mezcla de luto y de euforia
colectiva. Con el Terror, algunas plazas se tiñen de rojo; la hoja del cuchillo nacional
pierde brillo y la población deja de asistir a las cruentas matanzas que se llevan a cabo
por todo el país. La acumulación de sensaciones visuales, táctiles, olfativas y auditivas
produce repulsión. Como Crono o Saturno, las plazas de la Revolución se transforman
en insaciables monstruos que devoran sin ningún escrúpulo.
En las obras margeritianas, envolvente y suelo confieren identidad a las plazas.
A menudo, el edificio principal define su función: así, los parisienses acuden a la place
de l’Hôtel de Ville a informarse o a reivindicar sus derechos o los campesinos se reúnen
al pie de la iglesia del pueblo. Otras veces son los árboles, una escultura o un
monumento los que constituyen el punto de referencia principal: una tumba o una
pirámide restan importancia a las construcciones circundantes, una estatua puede
aparecer como el único foco de interés, un arco erigido en honor de todos los ejércitos
de una nación desempeña el papel de hito de toda una ciudad o bien instalaciones
provisionales acaparan la atención de los ciudadanos. Espacio cívico por definición, en
tanto que encrucijada, la plaza también puede marcar el final de una etapa de la vida de
un personaje y el comienzo de otra nueva.
Asomados a ella, los espacios políticos propiamente dichos, por lo general,
tampoco son acogedores ni tranquilos. Por lo que respecta al poder legislativo, los
edificios que preservan los privilegios del Antiguo Régimen separan de manera
ostensible a los representantes del pueblo del clero y de la nobleza: grupos bien
diferenciados por su indumentaria y por el lugar que ocupan subrayan las desigualdades
sociales existentes. Y, en la franja del Tercer Estado, engalanados hombres de ciudad y
campesinos con frac guardan igualmente las distancias. El barroquismo de las fachadas,
la decoración recargada del interior, la pompa de las primeras asambleas y los discursos
grandilocuentes deslumbran y humillan. Algunas puertas se cierran para impedir el
acceso de los delegados menos distinguidos, pero el fervor patriótico facilita la entrada a
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