El universo imaginario de Robert Margerit - Biblioteca Virtual Miguel ...

LOS ESPACIOS PÚBLICOS: EL ÁMBITO PÚBLICO
que, mientras dura la batalla, se encierran en sus hogares y después salen a contemplar
el desolador panorama: regueros de sangre, montones de cadáveres, farolas destrozadas,
muros agujereados, etc. Más adelante, callejones y avenidas rebosan de refugiados que
vuelven de Waterloo. Y, tras haber transitado por oscuros callejones de trazado
intrincado –como anteriormente lo hicieron los defensores de las ideas republicanas–,
los partidarios de la restauración monárquica burbujean por los paseos más concurridos.
Otros dédalos esconden relaciones ilícitas que las buenas costumbres no
permiten sacar a la luz: las avenidas están vedadas; por eso, quienes se saltan dicha
prohibición reciben amargas indicaciones –que revelan la hiprocresía y la estrechez de
miras de la sociedad– en una calleja lóbrega y angosta. Y empinadas cuestas simbolizan
tanto la desmesurada ambición de algunos diputados como el calvario de aquellos que
van a ser guillotinados, la degradación militar, el derrumbamiento político o la
ascensión y la caída social sucesivas. Además, céntricas calles se animan por la noche:
con el espectacular traslado de todos los enseres de los despachos de la Convención y
con la claridad que dispensan las farolas de las vías principales de la capital. Y por el
día fascinan con la elegancia y la belleza de las mujeres.
Algunas desembocan en una plaza o nudo en el que, más que converger las
calzadas de las vías principales, confluye el itinerario vital de numerosos personajes.
Punto de llegada –y, en contadas ocasiones, también zona de paso–, la plaza
margeritiana reúne a diversos individuos que, para siempre o por un breve espacio de
tiempo, unen sus destinos. Además de cerrada, suele ser cuadrada y la imaginación del
autor pocas veces recurre a símbolos místicos para configurarla: en su concepción
predominan las estructuras heroicas y también están presentes las sintéticas o
diseminatorias.
Rodeados de acantilados de edificios, estos mares cerrados reciben caudales de
gente que, procedentes de varios cauces, se hacen cada vez más densos: agua turbia o
turbulenta que, pese a ser retenida por los muros de dichos embalses, se agita, cuando
menos, por debajo. Remolinos, monstruos que emergen del fondo, mareas que suben y
bajan perturban la calma de los alrededores. Una convocatoria política, una celebración
ancestral en la que el instinto pagano y las prácticas religiosas más crueles nos trasladan
al tiempo de la orgía, de la transgresión y del caos de los orígenes o una fiesta popular
454