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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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Shoyu se levantó, miró a su alre<strong>de</strong>dor y l<strong>la</strong>mó a <strong>la</strong>s muchachas<br />

que acompañaban a <strong>la</strong>s cortesanas y estaban tocando música<br />

en <strong>la</strong> habitación contigua:<br />

—¿Está Rin'ya ahí?<br />

La misma Rin'ya le respondió.<br />

—Ven aquí un momento. Eres tú quien atien<strong>de</strong> a Yoshino<br />

Dayü, ¿no es cierto? ¿Por qué no está aquí? Dile que ha venido<br />

Funabashi y que <strong>de</strong>be presentarse en seguida. Si <strong>la</strong> traes contigo,<br />

te haré un regalo.<br />

Un tanto perpleja, Rin'ya se quedó mirándole con los ojos<br />

muy abiertos, pero al cabo <strong>de</strong> un momento asintió. Ya mostraba<br />

signos <strong>de</strong> que llegaría a ser una gran belleza, y era casi seguro<br />

que en <strong>la</strong> próxima generación sería <strong>la</strong> sucesora <strong>de</strong> <strong>la</strong> famosa<br />

Yoshino. Pero sólo tenía once años. Apenas había salido al pasillo<br />

y cerrado <strong>la</strong> puerta corre<strong>de</strong>ra, cuando batió palmas y l<strong>la</strong>mó<br />

a voz en grito:<br />

—¡Úneme, Tamami, Itonosuke! ¡Mirad afuera!<br />

Las tres muchachas salieron corriendo y empezaron a palmotear<br />

y chil<strong>la</strong>r alegremente, encantadas al ver <strong>la</strong> nieve que<br />

había empezado a caer.<br />

Los hombres se asomaron para ver a qué obe<strong>de</strong>cía aquel<strong>la</strong><br />

conmoción y, excepto a Shóyü, les divirtió ver a <strong>la</strong>s jóvenes<br />

asistentas char<strong>la</strong>ndo excitadamente sobre si <strong>la</strong> nieve cuajaría y<br />

el suelo estaría b<strong>la</strong>nco por <strong>la</strong> mañana. Rin'ya, ya olvidada su<br />

misión, salió al jardín para jugar con <strong>la</strong> nieve.<br />

Impaciente, Shóyü envió a una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cortesanas en busca<br />

<strong>de</strong> Yoshino Dayü.<br />

Cuando <strong>la</strong> mujer regresó, le susurró al oído:<br />

—Yoshino ha dicho que estaría encantada <strong>de</strong> reunirse contigo,<br />

pero su visitante no se lo permitiría.<br />

—¡No se lo permitiría! ¡Eso es ridículo! Hay aquí otras mujeres<br />

que pue<strong>de</strong>n verse obligadas a obe<strong>de</strong>cer <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> sus<br />

clientes, pero Yoshino pue<strong>de</strong> hacer lo que le p<strong>la</strong>zca. ¿O acaso<br />

últimamente se <strong>de</strong>ja comprar por dinero?<br />

—¡Oh, no! Pero el visitante con quien se encuentra esta noche<br />

es especialmente testarudo. Cada vez que el<strong>la</strong> le dice que le<br />

gustaría marcharse, él insiste con obstinación en que se que<strong>de</strong>.<br />

—Humm. Supongo que nunca ninguno <strong>de</strong> sus clientes <strong>de</strong>sea<br />

que se marche. ¿Quién está con el<strong>la</strong> esta noche?<br />

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