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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—Sospecho que ha enro<strong>la</strong>do a varios ayudantes. Probablemente<br />

iba a reunirse con ellos para po<strong>de</strong>r atacar todos a <strong>la</strong> vez.<br />

—Humm —rezongó Genzaemon—. Eso parece probable.<br />

También significa que no tardarán mucho en llegar.<br />

Jürozaemon se separó <strong>de</strong>l grupo y or<strong>de</strong>nó a los hombres<br />

que volvieran a sus puestos.<br />

—Si Musashi ataca cuando estamos diseminados así, po<strong>de</strong>mos<br />

per<strong>de</strong>r <strong>la</strong> primera escaramuza —les advirtió—. No sabemos<br />

cuántos hombres traerá consigo, pero no pue<strong>de</strong>n ser muchos.<br />

Nos atendremos a nuestro p<strong>la</strong>n original.<br />

—Él tiene razón. No <strong>de</strong>bemos bajar <strong>la</strong> guardia.<br />

—Es fácil cometer un error cuando estás cansado <strong>de</strong> esperar.<br />

¡Tened cuidado!<br />

—¡A vuestros puestos!<br />

Los hombres se dispersaron gradualmente. <strong>El</strong> mosquetero<br />

volvió a insta<strong>la</strong>rse en <strong>la</strong>s ramas más altas <strong>de</strong>l pino.<br />

Kojiró, al observar que Genjiró permanecía rígidamente en<br />

pie con <strong>la</strong> espalda apoyada en el tronco, le preguntó:<br />

—¿Tienes sueño?<br />

—¡No! —replicó resueltamente el muchacho.<br />

Kojiró le dio unas palmadas en <strong>la</strong> cabeza.<br />

—Con este frío se te han puesto los <strong>la</strong>bios azules. Puesto<br />

que eres el representante <strong>de</strong> <strong>la</strong> Casa Yoshioka, tienes que ser<br />

valiente y fuerte. Ten un poco más <strong>de</strong> paciencia y verás algunas<br />

cosas interesantes. —Dicho esto, se alejó, no sin antes añadir—:<br />

Ahora tengo que encontrar un buen sitio para mí.<br />

La luna había viajado con Musashi <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> hondonada entre<br />

<strong>la</strong>s colinas <strong>de</strong> Shiga y Uryü, don<strong>de</strong> había <strong>de</strong>jado a Otsü.<br />

Ahora el astro se hundía <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>la</strong> montaña, mientras que un<br />

gradual movimiento hacia arriba <strong>de</strong> <strong>la</strong>s nubes que <strong>de</strong>scansaban<br />

sobre <strong>la</strong>s treinta y seis cumbres anunciaba que el mundo pronto<br />

iniciaría su actividad cotidiana.<br />

Musashi apresuró el paso. Directamente bajo sus pies, vislumbró<br />

el tejado <strong>de</strong> un templo, y pensó que su <strong>de</strong>stino ya no estaba<br />

lejos. Alzó <strong>la</strong> vista y reflexionó que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> muy poco su espíritu<br />

se uniría a <strong>la</strong>s nubes en su vuelo hacia el cielo. Para el universo,<br />

<strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> un solo hombre apenas tendría más importancia que<br />

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