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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—Sí, pero supongo que he estado <strong>de</strong>masiado satisfecho <strong>de</strong><br />

mí mismo. No he tenido en cuenta que otros hombres también<br />

saben luchar. Si soy tan inmaduro como lo <strong>de</strong>mostré ayer,<br />

¿cómo podré jamás establecer una escue<strong>la</strong> propia? Antes que<br />

vivir pobre y verte hambrienta, preferiría partir mi bastón por<br />

<strong>la</strong> mitad y olvidarme <strong>de</strong>l asunto.<br />

—Nunca habías perdido hasta ahora, y has tenido bastantes<br />

encuentros. Tal vez el dios <strong>de</strong> Ontake quiso que perdieras ayer<br />

para darte una lección. Pue<strong>de</strong> que fuese un castigo por tener<br />

<strong>de</strong>masiada confianza en ti mismo. Abandonar el bastón para<br />

cuidar mejor <strong>de</strong> mí no es <strong>la</strong> manera <strong>de</strong> hacerme feliz. Cuando<br />

ese ronin se <strong>de</strong>spierte, <strong>de</strong>safíale. Si vuelves a per<strong>de</strong>r, entonces<br />

será el momento <strong>de</strong> que rompas tu bastón y olvi<strong>de</strong>s tus<br />

ambiciones.<br />

Musashi regresó a su habitación para pensar en lo que acababa<br />

<strong>de</strong> oír. Si Gonnosuke le <strong>de</strong>safiaba, tendría que luchar, y si<br />

luchaba, sabía que ganaría. Gonnosuke se quedaría anonadado<br />

y a su madre se le partiría el corazón. Llegó a <strong>la</strong> conclusión<br />

<strong>de</strong> que lo único que podía hacer era evitar el encuentro.<br />

Abrió sigilosamente <strong>la</strong> puerta que daba a <strong>la</strong> terraza y salió.<br />

<strong>El</strong> sol matinal <strong>de</strong>rramaba una luz b<strong>la</strong>ncuzca entre los árboles.<br />

En el ángulo <strong>de</strong>l patio, cerca <strong>de</strong> un almacén, estaba <strong>la</strong> vaca, agra<strong>de</strong>cida<br />

por <strong>la</strong> llegada <strong>de</strong> otro día y <strong>la</strong> hierba que crecía bajo sus<br />

pezuñas. Musashi se <strong>de</strong>spidió en silencio <strong>de</strong>l animal, se internó<br />

entre los árboles alineados para proteger a <strong>la</strong> granja <strong>de</strong>l viento y<br />

siguió un camino que serpenteaba a través <strong>de</strong> los campos.<br />

De día el monte Koma era visible <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> cima al pie. Las<br />

nubes eran innumerables, pequeñas y algodonosas, cada una<br />

<strong>de</strong> forma diferente, todas el<strong>la</strong>s impulsadas por <strong>la</strong> brisa.<br />

«Jotaro es joven y Otsü frágil —se dijo Musashi—. Pero<br />

hay personas que tienen en su corazón <strong>la</strong> bondad para cuidar<br />

<strong>de</strong> los jóvenes y los frágiles. Algún po<strong>de</strong>r en el universo <strong>de</strong>cidirá<br />

si los encuentro o no.» Su espíritu, confuso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s cascadas, había parecido en peligro <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r su rumbo.<br />

Ahora regresó al camino que <strong>de</strong>bía seguir. En una mañana<br />

como aquél<strong>la</strong>, pensar so<strong>la</strong>mente en Otsü y Jotaro parecía una<br />

falta <strong>de</strong> perspicacia, por muy importantes que fuesen para él.<br />

Debía mantener su mente en el <strong>Camino</strong> que había jurado seguir<br />

a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong> esta vida y en <strong>la</strong> siguiente.<br />

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